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Eppur si muove

A quienes decimos que la prohibición es perversa nos consideran enemigos de Estados Unidos

Antonio Caballero
22 de julio de 2002

Es fama que Galileo Galilei, a quien la Santa Inquisición condenó a muerte por haber demostrado científicamente que la Tierra giraba alrededor del Sol y que tuvo que retractarse para no ser quemado vivo en la hoguera, pasó el resto de sus amargados días mascullando para sí mismo:

?Eppur si muove (y sin embargo se mueve).

No era una opinión suya: era un hecho. Ya lo habían observado los astrónomos de la Antigüedad. Pero a las autoridades eclesiásticas no les convenía que lo supiera el vulgo, por su propio interés espiritual y temporal: si la Tierra no era el centro en torno al cual giraba todo el Universo, resultaba más difícil convencer a la gente de que la Iglesia de Roma fuera, como pretendía, la dueña indiscutible de toda la Creación.

Proporciones guardadas, la suerte de Galileo nos ha caído también a quienes en los últimos 30 años hemos sostenido que la prohibición de las drogas decretada por los gobiernos de los Estados Unidos es un crimen que sólo les conviene a ellos en su pretensión de ser los dueños del mundo. No se trata de una afirmación científica, sino económica, política y social. Y también ética. Decimos, y demostramos, que esa prohibición genera los problemas que aspira a resolver, y de paso otros muchos más. Que la 'guerra' inspirada por ella no sólo ha sido infructuosa en cuanto a sus objetivos declarados (disminuir el consumo de drogas en el mundo), sino contraproducente (lo ha aumentado). Y que ha alimentado y fortalecido a todas las mafias criminales y a todos los grupos guerrilleros o contraguerrilleros del planeta, financiando no sólo la violencia común sino también todas las guerras, civiles o internacionales, de los últimos, por lo menos, 20 años. Porque de la prohibición de las drogas, y sólo de ella, viene su rentabilidad: la más alta que haya tenido ningún negocio en la historia.

A quienes mostramos que la prohibición de las drogas es perversa no nos han llevado todavía a la hoguera, como quisieron hacer con Galileo. Pero somos considerados enemigos del gobierno de los Estados Unidos, lo cual, en los tiempos que corren, equivale a ser enemigos del Bien. Y nosotros pensamos, por nuestra parte, que al menos en ese punto los gobiernos norteamericanos son enemigos de la humanidad.

Y somos cada día más numerosos. Hace 25 años quienes denunciaban que la ilegalidad de las drogas era la madre de todos los problemas relacionados con ellas éramos pocos. En Colombia la modesta revista de izquierda Alternativa. En Inglaterra la influyente (aunque no en ese tema) revista de derecha The Economist. En los Estados Unidos un famoso economista neoliberal, Milton Friedman, un famoso lingüista y politólogo antiimperialista, Noam Chomsky, y un famoso literato conservador libertario, Gore Vidal. Políticos, ninguno, en ninguna parte del mundo.

Pero en los últimos tiempos ha crecido la audiencia. Muchos académicos. Numerosos jueces e incluso jefes de policía (en Europa y hasta en algunas ciudades norteamericanas) preocupados al ver que los presos relacionados con las drogas ya no caben en las cárceles. Muchísimos médicos, inquietos por el crecimiento de enfermedades contagiosas entre drogadictos, como el sida. Gobiernos locales ?en ciudades holandesas o suizas?, y, tímidamente, el gobierno británico de Tony Blair, por lo general tan sometido a los dictados de Washington pero que ahora ha empezado a liberalizar las drogas 'blandas'. Y ahora veo que en Colombia y en Bolivia, tal vez los dos países que más han padecido las consecuencias nefastas de la prohibición de las drogas, se alzan voces en contra.

En Colombia el diario El Tiempo escribe un editorial que concluye diciendo que "comparte la preocupación de (quienes) no vacilan en recomendar la liberalización de la droga como salida a una situación cada vez más insostenible". Ya había dicho lo mismo hace unos meses, también editorialmente; pero creo haber sido yo la única persona que lo notó: recuerdo haber escrito aquí mismo que era asombroso que nadie en este país hubiera comentado el giro copernicano dado por ese periódico, que llevaba medio siglo anteponiendo sumisamente las órdenes de Washington a los intereses de Colombia. También El Espectador, o lo que queda de él, plantea el tema, aunque sólo sea a través de una entrevista con Evo Morales, líder de los campesinos cocaleros de Bolivia que acaba de quedar de segundo en las elecciones presidenciales de su país. El Tiempo, El Espectador, un campesino boliviano, un Premio Nobel norteamericano de Economía, el ministro del Interior de Tony Blair, Chomsky, The Economist, yo? Como puede verse, lo que nos une a todos no es la ideología, sino el simple sentido común: vemos todos que la prohibición de las drogas destruye infinidad de personas y no pocos países, tanto física como moralmente. Ya sólo la defienden sus beneficiarios directos: las mafias, los grupos armados, los bancos, y el gobierno de los Estados Unidos.

También defiende la prohibición nuestro nuevo presidente Alvaro Uribe, que ve en la lucha contra las drogas uno de los objetivos centrales de su gobierno. No sé si lo haga por convicción ?como decía Samper, aquel otro presidente que tuvimos? o por coacción: porque sabe que sino la defendiera los Estados Unidos no hubieran permitido que llegara a la Presidencia de Colombia, como no van a permitir que llegue Evo Morales a la de Bolivia.

Pero tampoco a Galileo Galilei lo hicieron obispo. Y sin embargo la Tierra sigue moviéndose.

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