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¿Es extremismo asesinar en nombre de Dios?

El extremismo que defiende una facción del mundo islámico odia a Occidente, especialmente a Estados Unidos, país que consideran el centro de sus tragedias.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
13 de enero de 2015

Resulta exagerado pensar que mil millones de personas que componen el mundo islámico odie a Occidente. En términos retóricos sería una metonimia, la misma que ha empleado el cine hollywoodense para proyectar una imagen negativa de los árabes. La misma que durante la década del 90 los Estados Unidos de América y la Unión Europea proyectaron sobre los colombianos, al catalogarnos de narcotraficantes y bárbaros. Toda imagen negativa que un grupo humano proyecta sobre otro no es gratuita ni accidental. Esta, por lo general, se fundamenta en la idea absurda de la superioridad, ya sea racial, cognitiva o económica.

La barbarie está relacionada con el atraso mental, con el irrespeto a la vida y a los derechos fundamentales de las sociedades. De la misma manera, las imágenes negativas buscan la exclusión o la eliminación del contrario. En el cine hollywoodense los árabes son malos y lo son porque representan “el terrorismo” islámico. Esta idea no deja de ser descabellada. Y no hace otra cosa que fomentar la xenofobia y el racismo. Pero ese sentimiento de odio hacia todas aquellas posiciones que van en contravía de nuestros principios no es unilateral, sino que se proyecta también en la otra dirección. En este sentido, el extremismo apoyado por una pequeña facción del mundo islámico odia a Occidente, especialmente a Estados Unidos, que consideran el centro de sus tragedias, ya que Afganistán e Iraq han sido invadidos repetidas veces y su gente ha sufrido la destrucción y la muerte que generan los disparos y las bombas teledirigidas. Ciudades enteras fueron reducidas a cenizas, monumentos milenarios fueron borrados de la faz de la Tierra y cientos de niños y ancianos resultaron muertos cuando los misiles, por equivocación o no, impactaron viviendas y refugios.

Todavía están vivos en la memoria colectiva la toma del territorio iraquí realizada por George Bush padre y el infierno que desató años después George Bush hijo con la excusa de un puesto arsenal de armas químicas que resultó todo un cuento chino. Pakistán, un pequeño país poblado en su mayoría por gente humilde, se ha encontrado numerosas veces en el cruce de disparos entre los marines estadounidenses y los rebeldes de Al Qaeda. Las muertes por estas acciones han sido numerosas, mucho más de lo que los medios de comunicación publican y muchas más de las que las fuentes oficiales dan a conocer.

Con los atentados que sacudieron hace pocos días París y la muerte a tiros de varios caricaturistas del semanario Charlie Hebdo por un comando al parecer de Al Qaeda, la solidaridad del mundo se ha despertado en apoyo de las víctimas y de la libertad de expresión. Eso está bien, pues nada, absolutamente nada, puede justificar una muerte, y mucho menos una docena. Todas las muertes producen el mismo sentimiento de dolor y dejan entre los amigos y familiares ese vacío profundo de quienes se marcharon de este mundo antes de tiempo. Sin embargo, no siempre esa solidaridad ante la muerte de inocentes se produce en la misma proporción y se presenta con un rechazo absoluto a la barbarie de los extremistas. Yo me pregunto si George W. Bush, de lejos para muchos estadounidenses el peor presidente que ha tenido el país del norte, no fue también un extremista al invadir con su ejército poderoso y descomunal una pequeña nación que, si es cierto estaba gobernada por un tirano, no tenía en su poder ese arsenal de armas químicas que motivó la presencia del poder militar gringo en su territorio.

Ahora bien, ¿no fueron igualmente extremistas aquellos jefes de estado de América y Europa que brindaron su apoyo a una causa sin bases sólidas y motivaron cientos de muertes innecesarias en un país golpeado por la tiranía de un desquiciado? Quiero pensar que hoy los franceses se están preguntando por qué ese golpe terrible al corazón de su democracia perfecta. Por qué ellos, como se preguntaron muchos españoles la tarde del 11 de marzo del 2004 cuando una bomba estalló en una estación del metro de Madrid y dejó doscientos muertos.

Pues bien, creo que nadie desata una guerra impunemente. Creo que cuando José María Aznar, por ejemplo, decidió en su delirio hacer parte de la historia apoyando a Bush en su demencial invasión a Iraq, puso a los ciudadanos españoles en medio del fuego cruzado, lo mismo hicieron los ingleses y los franceses, quienes no sopesaron el impacto de aquel hecho. Al fin y al cabo, aquella sería una guerra que se libraría por fuera de sus territorios, y esa idea de sentirse seguros los llevó a tomar decisiones políticas que, sin temor a equivocación, fueron como un bumerán lanzado al aire cuya fuerza de lanzamiento lo devolvería al punto de partida más temprano que tarde.

Creo que el pueblo francés no tuvo la culpa de las decisiones políticas que tomó el presidente Nicolas Sarkozy cuando los aviones de la Fuerza Aérea de su país lanzaron el primer ataque en cielo libio que buscaba, solapadamente, derrocar al dictador  Gadafi y que terminó al final con su muerte. ¿Hubo ceguera? Sí. ¿Hubo poca reflexión sobre las consecuencias de los hechos bélicos? Sí. Para el islamismo la política y la religión son una sola cosa. El profeta Mahoma es grande, es infalible, y la voluntad de Alá se manifiesta a través de él. De manera que atacar de cualquier manera a los islamitas es meterse con Mahoma, ridiculizar a Alá y, por ende, al Islam.

¿Es extremismo asesinar en nombre de un dios? Sin duda. Todas las religiones lo han hecho. No olvidemos que en América el catolicismo se impuso por la fuerza de la espada y que el dios de Abraham y Moisés ordenaba a sus hijos arrasar a los enemigos de su pueblo y no dejar piedra sobre piedra.

Lo que pasó esta semana en París es horroroso, como horrorosas han sido las sistemáticas invasiones de Occidente a los pueblos árabes y musulmanes. No me quedan dudas de que ante la avalancha de publicidad que ha recibido el asesinato de los 12 trabajadores del semanario Charlie Hebdo, el odio hacia el Estado islámico se dispare y las muertes de musulmanes también. Sin embargo, espero equivocarme.
 
En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.

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