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El poder bajo las cobijas

El poder bajo las cobijas produce calor tan sofocante, que trasciende al resto de los funcionarios, arruina las instituciones, destruye hogares, y el jefe, pipí-alegre, siempre cae en desgracia.  

Uriel Ortiz Soto
28 de enero de 2016

El caso del defensor del Pueblo que en estos días se está debatiendo tiene su nombre propio: el de funcionario corrupto, puesto que prevalido de su autoridad como cabeza visible de la máxima institución, que defiende los intereses de los colombianos, indujo al error a su secretaria privada para tener amoríos con ella.

Es muy importante que los colombianos conozcamos qué es la Defensoría del Pueblo: el artículo 281 de la Constitución Política lo define como organismo dependiente de la Procuraduría General de la Nación, elegido por la Cámara de Representantes para período de cuatro años, de terna elaborada por la Presidencia de la República.

El artículo 282, a su vez, le señala la función de divulgar y promover el ejercicio de los derechos humanos, lo cual le permite sancionar a los funcionarios que por casos de acoso sexual y laboral, sean denunciados ante su despacho- caso al cual nos estamos refiriendo-, y que, por lo tanto, el defensor del pueblo perdió toda  autoridad moral para seguir ejerciendo el cargo.

Desde luego, que el doctor Jorge Armando Otálora, que acaba de presentar su renuncia por el caso de acoso sexual y laboral con su secretaria privada, Astrid Helena Cristancho, lo había colocado en  estado de inferioridad y también de indefensión frente al ejercicio del cargo, que como defensor del pueblo debió ser un funcionario diáfano, transparente y diamantino, en el cumplimiento de sus deberes.

No existe peor vacío de poder que cuando un funcionario de alto rango pierde su autoridad moral, máxime, cuando sus funciones como en el caso referido representa a la sociedad  frente a los abusos de poder y desafueros que se cometen contra los ciudadanos, entre ellos precisamente a los cuales nos estamos refiriendo.

El mismo, doctor Jorge Armando Otálora, manifestó en sus declaraciones a los medios de comunicación que sí tuvo relación sentimental con su secretaria privada, por este solo hecho, se hizo el haraquiri, puesto que moralmente, ni el cargo, ni la institución, deben ser bajo ningún punto de vista compactibles con amoríos entre jefe y subalterno.

El acto más pecaminoso y desagradable, es ver al jefe enamorado de una de sus subalternas de confianza, por lo regular esto se percibe a simple vista, puesto que se presentan actos de tolerancia en el desempeño de las funciones de ambas partes, las preferencias saltan a la vista, hasta que finalmente una de ellas termina abusando del cargo, o para mayor desgracia, no trabaja, simplemente se dedica a devengar y a contemplar a su jefe, que a toda hora la busca para satisfacer sus egos y extravagancias personales con ostentación de poder.

Total que el poder bajo las cobijas produce en las entidades públicas y privadas un calor tan sofocante, que al final de la jornada, como en el caso del doctor Otálora, termina siendo la manzana de la discordia y formando un terrible zafarrancho por cuenta de ambos, que al final son sacrificados, y la entidad para la cual trabajan termina en el ojo del huracán puesto que, por lo regular, se forman dos bandos irreconciliables: a favor y en contra de los afectados.  

Sin embargo, que tire la primera piedra quién se encuentre libre de culpa de acoso sexual y laboral en las altas esferas del poder, ¿Cuántas madres solteras existen por esta causa? Pero que finalmente todo se tapa, puesto que se le daña la carrera política al acosador de marras.

Muchos de los políticos que están pidiendo a gritos la renuncia del doctor Otálora se han confabulado con amoríos secretos, si se hace una investigación de fondo, estoy absolutamente seguro que serán pocos los que se salvan, especialmente en el Congreso de la República, donde la mayoría de los “padres de patria” trabajan más con el pipí que con el cerebro. Se conocen de casos tan extravagantes que se suceden en el palacio de las leyes: cientos de madres solteras hoy lloran la desgracia de haber tenido amoríos fortuitos con algún senador o representante, que finalmente se esfumaron y no les respondieron por la crianza de la criatura.

‘Mi hija es toda una lumbrera’, así se expresó doña María orgullosamente de su hija, que trabajaba para una entidad oficial, es tan inteligente mi muchacha, que es la mano derecha del

Señor Ministro, la quiere y la valora tanto, que se queda hasta altas horas de noche en su despacho organizando asuntos de Estado, siempre la trae a la casa y al otro día pasa a recogerla muy temprano.

Pero, lamentablemente la hija superdotada de doña María, un buen día en su oficina tuvo mareos y deseos de trasbocar, al ser enterado, el ministro de marras la mandó hacerse la prueba de embarazo, la que indudablemente resultó positiva, como no quiso abortar la destituyó fulminantemente, la hija de doña María tuvo su hijo, es madre soltera y lucha como una heroína para sacarlo adelante, puesto que el granuja del ex ministro, ya es un ciudadano del común.

Detrás de este panorama existen miles de casos, tanto en la empresa pública como privada, son miles y miles las madres solteras que hoy en día llevan el ingrato recuerdo de un amor laboral con su jefe inmediato, y  cientos los casos con hijos de una aventura  que muchas veces las coloca al borde del abismo, puesto que social y laboralmente arrastran con el inri de ser madres solteras.

Hay que tener en cuenta que muchas veces el acoso laboral se convierte en sexual, con el fin de sacar buenos dividendos a las empresas para las cuales se labora, estas dos instancias considero que hay que manejarlas muy bien, puesto que no todo acoso sexual es acoso laboral y viceversa, no olvidemos que son miles las empresas que hay demandadas por verdaderas hienas que hacen de su belleza y su trabajo, todo un montaje para sacar buenos dividendos.

 urielos@telmex.net.co

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