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Espadas en las lenguas

Chávez no busca ganar la elección en Venezuela sino practicarle una cirugía a la historia. No hay que subestimarlo.

Semana
4 de diciembre de 2009

En los primeros días de noviembre el presidente Chávez ordenó a su ejército prepararse para una guerra con Colombia. Hace poco el Ministro de Defensa colombiano respondió que el país evitará la guerra pero si esta llega la enfrentará. Los ciudadanos de ambos países, testigos atónitos de esta insólita escalada verbal, nos preguntamos ¿hasta dónde llegará el intercambio de agravios? y si en algún momento se pasará de las palabras a los hechos.

En los medios, con algunas lucidas excepciones, se ha reiterado la consoladora explicación de que el gobierno del presidente Chávez trata de lanzar globos distractores para que la opinión venezolana olvide los acuciantes problemas internos en materia económica y de racionamiento de servicios. Esto es un lugar común que en el mejor de los casos es insuficiente para entender las razones que impulsan al mandatario vecino a adoptar una retorica bélica hacia un país hermano.
 
Chávez llamó a nuestro país por su nombre histórico “la Nueva Granada” recordándole así que con la presencia de las tropas gringas retornaba a su antigua condición colonial. Con esta artillería de símbolos el coronel suele acudir a la historia como referente y emplearla como obús de su discurso político.

Chávez se ve a sí mismo como el más autentico y legitimo de los colombianos entendiendo a Colombia como el gran proyecto político de Bolívar expresado en la carta de Jamaica de 1815. Por ello los insultos al gobierno de Uribe fueron acompañados de vituperios a la figura del general Santander a quien culpa junto con Páez de contribuir a la disolución del proyecto bolivariano.
 
En caso de una confrontación armada sus tropas no actuarían como una armada invasora en suelo extranjero sino como un ejército libertador que vendría a recuperar la grandeza perdida de un estado regional interrumpido: “la Gran Colombia”. De hecho, si pudiese resucitar el plan del libertador gobernaría como él desde Bogotá y no desde Caracas,
 
No se trata, por tanto, de ganar unas elecciones en Venezuela sino de practicarle una cirugía a la historia.

Desde el centro del país los dirigentes andinos subestiman a Chávez y lo reducen a una mera caricatura tropical. No se esfuerzan por entenderlo ni comprenden que si un gobernante como él guía su proyecto político orientándose por los grandes hechos históricos puede tomar decisiones riesgosas y trascendentales bajo un ánimo delirante.
 
Esperemos que el clima de los próximos días navideños esté influenciado por las evocadoras brisas de diciembre y no por vientos de guerra,

Un enfrentamiento con Venezuela seria la más dolorosa de nuestras guerras civiles. Fue quizás el escritor Miguel Otero Silva, quien afirmó que somos dos países mal divididos por una línea vertical y que era mejor haber creado tres repúblicas horizontales: una Caribe que fuese de Cartagena a Cumana, otra andina y una llanera y amazónica.
 
Mientras las aguas vuelven a su cauce muchos ciudadanos de frontera brindaremos en la próxima Navidad por una paz duradera y por tres cosas que por sí solas justifican la existencia de Venezuela: la figura de Andrés Bello, la Colección Ayacucho y la urbanidad de Carreño.



*Wieldler Guerra es antropólogo guajiro, miembro de la Academia Colombiana de Historia y profesor universitario.
 
wilderguerra@gmail.com