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España está quebrada

Los bancos están llenos de inmuebles cuyos dueños no han podido pagar las hipotecas y sus depósitos llenos de carros lujosos que nadie puede pagar

María Jimena Duzán
28 de marzo de 2009

Ahora que España está quebrada, ¿qué pasará con todos sus haberes obtenidos durante esos años de bonanza en estas latitudes? La pregunta no sobra hacérnosla en estos momentos en que los españoles todavía no se lo creen que hayan pasado del Olimpo de la opulencia a las aulagas económicas.

En cosa de un año se han convertido repentinamente en un país quebrado, luego de años de una gran opulencia que no sólo los malcrió sino que les hizo creer que eran los más ricos de Europa y que podían desembarcar una vez más en el Nuevo Mundo para intentar una segunda reconquista, como de hecho lo hicieron. Durante esos años de riqueza, los españoles compraron todo lo que estaba a la venta en América Latina, que era casi todo -valga la verdad-. Trajeron sus bancos y las multinacionales españolas se asentaron aquí como si fueran una nueva versión de conquistadores posmodernos; se convirtieron en los dueños de los teléfonos, de los acueductos, de la energía eléctrica y en Colombia hasta terminaron de propietarios de medios de comunicación emblemáticos como El Tiempo y Caracol Radio. Lo que no nos contaron es que muchas de estas empresas invirtieron en Latinoamérica endeudándose con bancos extranjeros, los mismos que hoy a la luz de la crisis los están ahorcando.

Lo cierto es que las empresas españolas otrora boyantes y en expansión, están sufriendo por primera vez el impacto de una crisis que sin duda es más honda de que lo que se pensó: el primer trimestre de este año pinta muy mal: 45.500 personas quedaron sin empleo. La tasa de paro ha llegado a un sorprendente 8,4 por ciento y los sectores más afectados son construcción y servicios, dos rubros en los que se suele emplear a los inmigrantes que han llegado a España en los últimos seis años provenientes de Ecuador, del norte de África y de Colombia. La ironía de todo esto es que hasta hace muy poco, el mismo presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, negó que su país estuviera en una crisis, hecho que no le perdona nadie.

No sería raro que en esta crisis los primeros afectados sean los colombianos que emigraron buscando un mejor vivir en la madre patria. Las cifras al menos así lo insinúan: entre los inmigrantes -se cree que en España hay cerca de cuatro millones-, el desempleo aumentó en sólo este primer trimestre en 27.500 personas. Actualmente las cifras del gobierno afirman que hay 382 nuevos desempleados en la población inmigrante. Y si tenemos en cuenta que en España se estima que hay cerca de 500.000 colombianos, es evidente que una de las poblaciones más afectadas es la colombiana. Muchos de nuestros compatriotas que se fueron a buscar mejor fortuna en España van a tener que volver al país con las manos vacías escapando de las hipotecas que han dejado en el Viejo Continente, las cuales no han podido pagar por falta de un empleo.

El pesimismo que se respira en los cafés hoy, muchos de ellos vacíos, y en los restaurantes que añoran aquellas épocas en que vivían atestados de gente, los tiene desconcertados y muchos son los españoles que se preguntan si lo que vivieron los últimos 10 años fue un espejismo que nunca ocurrió.

La gran preocupación es que toda esta crisis va de la mano del paulatino derrumbe de los medios españoles, epítomes hasta hace poco de una prensa moderna y consolidada. Todos los periódicos están perdiendo lectores y con ellos se está perdiendo la calidad en el periodismo. Los reporteros, que antes se dedicaban a investigar y a desentrañar los intríngulis del poder, hoy están escribiendo notas sobre el costo de los langostinos en las redacciones de los periódicos, las mismas que cada día prejubilan a más periodistas.

Los bancos están llenos de inmuebles cuyos propietarios no han podido pagar las hipotecas y sus depósitos están llenos de carros lujosos que ya nadie puede pagar. De un momento a otro, ellos, que se creían que eran ricos, han pasado a vivir como pobres.

A mí lo que me inquieta es que todo esté pasando sin que los colombianos nos demos cuenta. Ocupados como estamos en el tema del referendo reeleccionista, no nos hemos percatado de que el mundo ya no es el mismo. Ojalá no nos despertemos de esta obstinación cuando ya sea demasiado tarde.

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