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Estados Unidos y China: la calma antes de la tormenta

Beijing y Washington se necesitan mutuamente hoy para enfrentarse mañana, inevitablemente, en un sistema que no admite el reparto equitativo del poder entre dos potencias.

Semana
21 de enero de 2011

El año pasado nos dejó una relación complicada entre Estados Unidos y la República Popular de China, tanto por las acciones de cada uno como por las realidades geopolíticas que trascienden el este de Asia. Sin embargo, 2011 empieza con un gran esfuerzo de ambos gobiernos para encontrar espacios diplomáticos que permitan trabajar hacia el logro de los intereses que tienen en común, aunque las distancias en los medios para cumplirlos sean abismales.
 
En esto, un hado se cierne sobre ellos: Beijing y Washington se necesitan mutuamente hoy para enfrentarse mañana, inevitablemente, en un sistema que no admite el reparto equitativo del poder entre dos potencias.

Parte de este esfuerzo se refleja en las diversas reuniones que sostuvieron el líder chino y su comitiva con distintas elites norteamericanas. La chequera le ha venido bien a Beijing como instrumento de política exterior – y no la dejó para este viaje. Como resultado, Obama obtuvo acuerdos de negocios por $45 mil millones de dólares en áreas como la aviación y las tecnologías de información y comunicación.
 
Al demócrata, esto le da un respiro ante la opinión pública, toda vez que buscará la reelección y la creación de nuevos empleos es un buen argumento contra el próximo opositor republicano. En dónde se creen es otro problema. En la “guerra de divisas”, por el contrario, el presidente norteamericano pudo obtener sólo un acuerdo sobre el desacuerdo. Los precios del yuan seguirán como están.

El tema de la península coreana también se trató y se avanzó un poco. No es casualidad que, en el marco del encuentro entre las dos potencias, las dos coreas hayan decidido iniciar diálogos militares de alto nivel para evitar una guerra que involucraría, sin duda, a los chinos y a los norteamericanos. De ahí el interés de ambos en que esto no suceda. Sin embargo, una posición más firme de Beijing sobre el tema nuclear norcoreano es algo que Washington no pudo lograr.

Por último, Obama obtuvo algo que se salió del libreto, literalmente: un reconocimiento por parte de Hu sobre la necesidad de avanzar en la protección de los derechos humanos al interior de la República Popular. Un día después, sin embargo, la idea fue cambiada por una necesidad de avanzar en el desarrollo.

Del otro lado del Pacífico también hubo réditos. El presidente chino consiguió, por fin, un tratamiento de potencia por parte de Estados Unidos; muy diferente al que tuvo cuando visitó al ex presidente Bush. Hu dejará en 2012 el poder con un gran legado para su sucesor: haber llevado a China a la mesa de los grandes. En adición, las críticas, en comparación con el viaje anterior, amainaron y el gran mercado norteamericano seguirá inundándose de productos “made in” China.

En resumen, los dos presidentes lograron algunos objetivos que podrán mostrar ante sus audiencias internas. Si bien las palabras se ubican lejos de las acciones, no es deleznable esta búsqueda por un acercamiento, a pesar de la espada de Damocles que pende sobre los dos.

China necesita las inversiones, la tecnología, el mercado y las acciones por un orden internacional estable de Estados Unidos para seguir avanzando en su desarrollo. Estados Unidos necesita, en medio de la crisis económica, un socio comercial importante para recuperarse. Pero, a medida que logren estos objetivos, el choque hegemónico será una realidad. Las transiciones en el mundo no son pacíficas y estos acercamientos, tal vez, sean la calma antes de la tormenta.

* Director de la carrera de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana.

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