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‘Eyeless in Gaza’

No soy antisemita, ni siquiera en el sentido exclusivo y excluyente que los gobiernos de Israel han conseguido darle al término

Antonio Caballero
23 de julio de 2001

Cada vez que alguien critica al gobierno de Israel lo tachan de antisemita y de nazi. Me lo han dicho por mi artículo ‘La vergüenza del mundo’ (SEMANA, mayo 28, edición 995), en el que denunciaba el trato criminal que todos los gobiernos de Israel han dado al pueblo palestino desde hace 50 años.

No acepto la acusación. No soy antisemita, ni siquiera en el sentido exclusivo y excluyente que los gobiernos de Israel han conseguido darle al término: el de enemigo de los judíos. También los árabes, los palestinos entre ellos, son pueblos semitas; y yo no soy ni enemigo de los árabes ni enemigo de los judíos. Y tampoco soy nazi. No predico ni pretendo la aniquilación de ningún pueblo por razones de superioridad o inferioridad racial, en las que no creo. Y menos que la de ninguno, la del pueblo judío, tan perseguido a lo largo de la historia humana y al que tanto debe la humanidad: desde Cristo hasta Einstein, desde Isaías hasta Wittgenstein, desde la Biblia hasta Proust, pasando por Cervantes. Y precisamente porque no soy ni antisemita ni nazi me atrevo a criticar, como lo hacía en ese artículo, a los gobiernos de Israel: porque se comportan con el pueblo palestino como si fueran, ellos sí, antisemitas y nazis.

Para resumir, le respondo al señor Raphael Schutz, embajador de Israel en Bogotá, que me acusa en siete puntos (SEMANA, 997) de decir mentiras por “odio hacia Israel”. No, no odio a Israel: más bien lo admiro, por su valentía y por su capacidad de resistencia. Y no, no miento cuando ataco a sus gobiernos: miente el embajador Schutz cuando los defiende.

1. “La tragedia palestina”. Si el embajador Schutz es sincero al decir que la “reconoce”, aquí va mi homenaje. Pero creería más en su sinceridad si renunciara al cargo de embajador del gobierno de Israel, causa eficiente de esa tragedia.

2. “Los judíos aceptamos” la creación de dos Estados en Palestina en 1947. Hombre, sí: la ONU les daba la tierra, no se la quitaba. Los palestinos “la rechazaron”. Hombre, claro: la ONU les quitaba la tierra para dársela a otros.

3. Los refugiados. “Las expulsiones fueran muy pocas”, dice el embajador: sólo tres millones: la mitad de la población de Palestina. “Nunca existió una política sistemática de expulsión”: pero es la que se sigue aplicando hoy con la multiplicación de asentamientos de colonos judíos en tierras palestinas.

4. La “solidaridad árabe” es una “palabra vacía”. En esto estoy de acuerdo con el embajador. Cuando hablaba de “vergüenza del mundo” incluía a los árabes dentro del mundo, cosa que tal vez él no hace. Pero, por otra parte, ¿por qué el Estado palestino hubiera debido declararse en tierras de Egipto o de Jordania, y no en tierras de Israel, que eran las expropiadas?

5. “Paulatino exterminio del pueblo palestino”. No lo impide, sino que lo comprueba y lo refuerza, el asesinato del semipacifista Itzak Rabin por un judío israelí. En cuanto a lo del “rechazo” de Arafat: no pretendo defender a semejante payaso. Pero no se puede decir, como el embajador Schutz, que Arafat “rechazó” la oferta de Barak cuando lo que hizo fue aceptarla. La revuelta palestina actual, la “intifada”, viene de que dicha oferta no fue después cumplida por Barak, y menos aún por el actual gobierno de Ariel Sharon.

6. a) Los palestinos no tienen la razón porque sean débiles: sino porque eran los dueños de la tierra. Israel no está equivocado porque sea fuerte: sino porque la tierra no era suya. Y no me salga, señor embajador, con el cuento de los 3.600 años de la promesa de Jehová y los menos de 1.400 de los árabes “como pueblo”.

b) “Dos mentiras en una sola frase”. Si lo de las balas de fragmentación es mentira, no es mía, sino de los médicos palestinos entrevistados por la prensa internacional: y yo tiendo a creerles más a las víctimas que a los verdugos (aunque sé que las víctimas también pueden mentir). Lo de los niños muertos: he visto en los periódicos y en la televisión niños muertos. ¿Es que se hacían los muertos?

c) “Otra absoluta mentira”, lo que digo de las carreteras cortadas. Pero lo tomo de los observadores internacionales en el sitio. Si el territorio llamado “palestino” es un rompecabezas insoluble eso se debe, precisamente, a que las carreteras que los surcan no lo unifican, sino que lo fragmentan, porque no están bajo control palestino sino bajo control israelí.

d) Otra “aseveración incorrecta”: la de los bombardeos indiscriminados, como son indiscriminados (también lo digo) los atentados suicidas palestinos. Dice el embajador que Israel sólo usa “armas modernas, precisas y dirigidas a un blanco específico”. Pero hasta los mismos fabricantes de esas armas modernas y precisas, los norteamericanos, reconocen que causan “daños colaterales” entre la población civil. Si no es así, eso significa que los civiles palestinos muertos son “blancos específicos”. (O que se hacen los muertos).

Y, por último, el punto 7: la comparación entre Israel y la Alemania nazi, que el embajador Schutz deja para el final porque es lo que más “repudia y rechaza”. Pero no refuta. Se limita a atribuirla a mi “decadente miopía moral e intelectual”. Lo cual no es un argumento, sino un insulto.

Tal vez sea miope yo, y lo siento. Pero lo del embajador Raphael Schutz es ceguera total, y voluntaria. Cuenta Shakespeare (basándose en la Biblia judía) que Sansón quedó “eyeless in Gaza”, ciego en Gaza, porque los filisteos le sacaron los ojos. El señor Raphael Schutz, embajador de Israel en Bogotá, se los arrancó él mismo con sus propios dedos para no ver lo que pasa en Gaza.

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