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Falcao y Teo

En fin, si a un desprevenido le dicen que alguna vez un técnico de Colombia, en plenas eliminatorias al Mundial, puso de titular a Teo sobre Falcao, seguramente no lo cree.

Semana
20 de abril de 2012

Es la cara y el sello, lo negro y lo blanco, el frio y el calor, Ned Flanders y Barney Gómez, las madres de la Plaza de Mayo y las putas de Cartagena. Es la historia de dos delanteros colombianos. Oriundos, por cierto, de la misma región del país. Esto para quienes, tratando de justificar lo injustificable, ven regionalismo hasta en la sopa: Radamel Falcao García y Teófilo Gutiérrez.

Por un lado, Falcao, de fulgurante presente. Siempre productivo para aquellos equipos en los que ha actuado. Primero en sus comienzos en River Plate, después en su paso por el Porto de Portugal, en el que se consagró campeón y goleador de la UEFA Europa League, y ahora en el Atlético de Madrid, equipo en el cual no solo está a punto de re-editar tales logros, sino que semana tras semana se consolida como tercer goleador de una liga española en la que los dos primeros puestos se antojan inalcanzables para los mortales. Todo por la presencia de dos jugadores fuera de época como Messi y Cristiano Ronaldo.

Falcao, para quien las cosas no han sido fáciles -viniendo de un país en los que la dificultad se usa como excusa para todo- silencia semana tras semana a la afición de su equipo, que increíblemente aún no se lo pasa del todo y se remite permanentemente a su alto costo o a la sombra que en el Vicente Calderón dejó el paso de jugadores como Diego Forlan o el Kun Agüero.

No lo hace por cierto con pataletas, desatinos, palabras disonantes ni gaminadas. Tampoco lloriqueando porque no falte quien lo trate de sudaca o extranjero o por los errores arbitrales. No. Lo hace con goles. Demostrando partido tras partido por qué ha anotado casi el 50% de los goles de su equipo en la temporada y diciendo en la cancha, y no en los micrófonos, por qué merece irse a un equipo más grande.

Teo, por su parte, pasa momentos aciagos. El mismo que en diciembre repetía a los cuatro vientos que quería ir a un grande de Argentina -desconociendo en forma ridícula y grosera la historia de Racing de Avellaneda- sale ahora por la puerta de atrás de ese equipo para ir a Lanús, que, a pesar de su buen presente, no implica otra cosa que un nuevo paso atrás en su carrera.

Paso atrás que ya dio, cuando estando en Turquía, es decir, a las puertas del fútbol europeo, se mostró inadaptado al frio, al calor, a la comida, al idioma, a la religión, al técnico, a la forma de juego, a la belleza de las turcas, y a mil cosas más que seguro pasaron por su cabeza.

Paso atrás que dio cuando resolvió que, ante su falta de adaptación, era más fácil defraudar a las directivas del Trabzonspor y devolverse a Barranquilla, que cumplir su contrato con mediana dignidad o tratar de dedicarse a intentar jugar al fútbol.

Afortunado esa vez de la benevolencia de los directivos turcos, que perfectamente – y en todo su derecho- hubieran podido acabarle la carrera, emprendió la vuelta para recalar en el Racing argentino.

Tras la primera temporada allí, una buena racha, y una liga -con prestigio pero inmensamente pobre- en la que sus mejores jugadores emigran antes de los 20 y vuelven poco antes de los 35, lo hicieron goleador.

Ídolo de una hinchada, acostumbrada hace mucho a la frustración y a logros menores como eludir el descenso, Teo parecía estar de vuelta. Se habló incluso de transacciones a Europa y se llegó a decir, seguramente gracias a la habilidad de su empresario, que el Porto lo requería para llenar el vacío ocupado por Falcao.

La realidad, sin embargo, terminó dándole una nueva cachetada a Gutiérrez. Su talento, suficiente para hacerse famoso por anotar tripletas al Cúcuta o al Pereira, no alcanzó para mantener una regularidad que lo hiciera medianamente productivo en el devaluado fútbol argentino. Tampoco su calidad humana ni sus actitudes como profesional.

Con escándalos dentro y fuera de la cancha, improductividad como jugador, y el afecto de la hinchada decreciendo en forma proporcional a sus desplantes, la historia terminó como se preveía. Después de haber roto la armonía en el camerino de Racing –como se rumora casi lo hace con el de la selección en la Copa América- salió literalmente echado a patadas por sus compañeros, no sin antes amenazarlos con un arma, que real o no, no tenía nada que hacer en un vestuario.

Lanús lo espera. Lejos de aspirar con ir a un “Grande”, como él mismo lo autoproclamaba hasta hace poco, habría que conformarse que con que por su bien no continúe cuesta abajo en su rodada. De lo contrario se le verá pronto nuevamente por estas tierras, seguramente no haciéndole tripletas al Cúcuta sino a Fortaleza F.C o el Atlético Bucaramanga, mientras sus amigos y este país acrítico siguen aplaudiendo sus desatinos.

En fin, si a un desprevenido le dicen que alguna vez un técnico de Colombia, en plenas eliminatorias al Mundial, puso de titular a Teo sobre Falcao, seguramente no lo cree.
Debe ser porque en los anales -y a pesar de que alguna vez un mundial lo jugó el “Shaka” Palacios en lugar de Iván Ramiro Córdoba- no se registra que alguna vez el cargo lo haya ejercido un subnormal.

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