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Falta de gallardía

Dice Luis Carlos Restrepo desde su exilio que al general en retiro Mario Montoya le falta gallardía para admitir que fue el Ejército y no el alto comisionado de Paz quien estuvo detrás de la falsa desmovilización del Cacique La Gaitana.

Marta Ruiz, Marta Ruiz
18 de octubre de 2014

Quienes estuvimos allí en calidad de periodistas sabemos que Restrepo tiene razón, por lo menos en parte.

Corría el año 2006 y Mario Montoya acababa de asumir como comandante del Ejército. Las FARC tenían en jaque al país con paros armados y ataques a sangre y fuego. Estábamos a dos meses de la reelección, y Uribe mantenía la promesa de que derrotaría a la guerrilla. En sus discursos insistía en que tan importante como las armas era la confianza de la opinión pública en la victoria militar.

Una de las principales estrategias de las Fuerzas Armadas en aquel entonces era promover la deserción en las filas guerrilleras ofreciéndoles beneficios judiciales y económicos, inclusive a quienes estaban presos. Los militares tenían la convicción de que muy pronto habría desmovilizaciones masivas y las FARC se desgranarían como una mazorca. Esto sería clave para que la opinión incrementara su confianza en la seguridad democrática.

En ese contexto, en marzo de ese año, Montoya dio la noticia de que toda una columna de 70 guerrilleros había abandonado las filas de las FARC y cruzado media cordillera entre combates y campos minados para llegar a Alvarado, Tolima, y entregarse al Gobierno. Todos los periodistas fuimos a ver aquello tan significativo, pero nos encontramos con un burdo montaje en el que participaron tanto los militarescomo la oficina del alto comisionado y la Fiscalía.

En lugar de una columna insurgente, había unos muchachos llevados desde Ibagué y Bogotá a quienes vistieron de camuflado a última hora, con botas recién compradas, fusiles inservibles y cananas vacías. El comandante era un desertor de las FARC, mitómano, del que se supo luego que había armado su columna de falsos guerrilleros desde la cárcel, apoyado por narcos y ladrones de barrio.

 
No se sabe muy bien quién engañó a quién, si todos se engañaron mutuamente o si la intención era hacer un montaje propagandístico para hacerle creer a la opinión pública que las FARC se estaban desmoronando y eran necesarios cuatro añitos más para acabarlas.

Aunque grotesco, este no fue el único “golpe de opinión” fraguado por militares en aquel tiempo. Ni el más grave. Un año después, el mismo General Montoya salió en la televisión emocionado por el rescate de un capitán del Ejército que había estado secuestrado durante varios años por el ELN y a quien supuestamente mantuvieron encadenado y enterrado en un hoyo. La historia era terrible pero insólita, y estaba tan mal contada, saltaba a la vista que era otra farsa.

Poco después se supo que dicho capitán había abandonado las filas del Ejército para irse a trabajar 'Don Diego', el gran capo del Norte del Valle. El falso rescate tenía la intención de rehabilitarlo como oficial, y devolverlo a los cuarteles como héroe y mártir de la guerra. Quién engañó a quién y qué intención había en este timo son cosas que nunca se han aclarado totalmente.

Toda esta lógica del engaño hizo metástasis con los falsos positivos, que fueron el cénit de los incentivos perversos para obtener réditos con ficciones. En este caso, hacernos creer que si se engrosaba la cifra de bajas en combate (o fuera de él), era porque se estaba ganando la guerra. Casualmente, los falsos positivos cometidos por miembros del Ejército alcanzaron su cúspide durante la era Montoya, el general al que, según Restrepo, le falta gallardía para reconocer sus errores.

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