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Las Farc aún no entienden por qué ganó el No

La respuesta es sencilla: los colombianos no les creen. Esa desconfianza crece con el manejo de los menores, la entrega de armas sin prensa y ahora la lista incompleta de bienes.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
25 de agosto de 2017

Una de las consecuencias inesperadas de la virulenta polarización entre el presidente Juan Manuel Santos y su antecesor, el hoy senador Álvaro Uribe, es su impacto sobre la psiquis de las Farc. El grupo guerrillero, en proceso de reintegración a la sociedad, actúa como si los intereses de ellos y Santos confluyen. Y, que además, comparten un enemigo común: el uribismo. Esa apreciación errada surgió en los días después del plebiscito y en particular, luego de la entrevista de Juan Carlos Vélez, uno de los voceros del No, al diario La República, donde describió varias tácticas electorales que utilizaron para obtener la victoria. Las declaraciones de Vélez fueron recibidas con algarabía tanto por santistas y las Farc: podían explicar su inexplicable derrota por la campaña de desinformación y exageración de algunos del No y no por alguna falla de su parte.

Las Farc no asimilaron las lecciones de la debacle ni entendieron por qué más de seis millones de colombianos optaron por rechazar un acuerdo, cuyo objetivo central era poner fin a un conflicto armado. La explicación es sencilla: no confían en la palabra de las Farc. Como buenos cristianos y en Colombia son la inmensa mayoría: necesitan ver para creer. Y allí, en asuntos neurálgicos para la opinión pública y los escépticos, las Farc optaron en estos diez meses y pico por la sombra. No han sido transparentes ni en el tema del narcotráfico, ni en la devolución de menores, ni en la entrega de su armamento y tampoco en la realidad de sus bienes.

No se había secado la tinta de la firma en el Teatro Colón y ya se anunciaba las disidencias de los frentes más narcotizados. En vez de asumir la responsabilidad y mostrar su compromiso de cortar vínculos con esa actividad, la respuesta de la dirigencia fariana ha sido tibia. Como si no fuera de su resorte. Me dicen fuentes estadounidenses que ha sido nula la colaboración de las Farc en la identificación de rutas y de sus socios. "Tienen miedo", me dijeron. "La mafia mexicana no perdona".

Por esta razón, el Secretariado y los principales comandantes seguirán en la lista de capos de la droga que elabora anualmente el gobierno de Estados Unidos.

Las Farc pueden creer su propia propaganda que los menores en sus filas están allá por voluntad propia. Pero nadie más come cuento. Y haber regresado subrepticiamente a 112 a su hogar, no los va librar de su culpa ni de la condena universal. Había otra alternativa: pedir perdón y en un acto público hacer la presentación de los jóvenes. ¿No es esa la tan cacareada verdad?

Y ni hablar de la oportunidad perdida con la entrega de sus armas: la mayor prueba de que no era carreta su decisión por optar por la lucha política. Eran 22 eventos para transmitir en vivo y en directo. "Made for television". En cambio, nos quedamos con imágenes de unos camiones de la ONU y un proceso riguroso y sobrio. En comunicación vende más el espectáculo que lo burocrático. Que semejante hito pasara sin pena ni gloria es en parte, culpa de las Farc y su obsesión de no parecer un ejército derrotado (lamento ser el mensajero de malas noticias pero sí lo son).

No hay precedentes de que un grupo guerrillero hiciera un inventario de bienes para reparar víctimas. Era la oportunidad para refutar a aquellos que temen que las Farc tienen guardados una fortuna para engrasar a las votantes en las próximas elecciones. Si bien la cifra estimada de más de 900.000 millones es positiva, no es serio incluir artículos banales como escobas. No tiene presentación. Insistir que no tienen propiedades e inversiones en el exterior es aún menos creíble. Si en una sola caleta en Costa Rica había $480.000 dólares en marzo de 2008. Personas que han investigado a las Farc durante años estiman que hay recursos de esa organización en El Salvador, Nicaragua, Panamá, Ecuador y Venezuela. Es lógico: Marcos Calarcá, Iván Márquez, Rodrigo Granda y Timoleón Jiménez, entre otros, residieron por fuera del país. Y no precisamente en cambuches.

Y hay que ser muy pendejo en pensar que la única caleta con $40.000.000.000 de pesos (entre billetes nacionales y dólares) fue la que encontraron los soldados en abril de 2003 en Caquetá y cuya historia fue llevada a la pantalla grande en “Soñar no cuesta nada”.

Repito: la carga de la prueba va estar siempre en las Farc. Su legitimidad y su aceptación en la sociedad dependerá de la verdad que estén dispuestas a mostrar. Las palabras no son suficientes.

En Twitter Fonzi65

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