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¿Fracasa la reforma política??

Si el elector no tiene la disciplina de buscar el número de su candidato, encontrará una sábana con números del 1 al 100, sólo para el Senado. Y en lugar de votar, apostará al chance

Semana
11 de febrero de 2006

Las pistas que ha producido la res-puesta a esta pregunta son por ahora confusas e inquietantes.

Por primera vez aplicaremos en las próximas elecciones a Congreso las figuras del umbral, la cifra repartidora y el voto preferente. Era más fácil pasar geometría en el colegio que entenderlas. Pero vamos por partes.

Lo que va a funcionar

DEL UMBRAL: que para que una lista pueda jugar para el Senado requiera un banderazo mínimo de 250.000 votos válidos obligó, como era el propósito de la reforma política, a que los candidatos se reagruparan, que se redujera al mínimo la dispersión, que se crearan partidos y movimientos fuertes y que se reforzaran los ya existentes.

Si de 78 partidos y movimientos que se inscribieron en las últimas elecciones pasamos a 20, podríamos decir que en ese sentido, lo que se buscaba se obtuvo.

DEl VOTO PREFERENTE: si a los aspirantes al Congreso se los obligaba a reagruparse, entre más pocas listas tendía a volverse más grave el riesgo de que el bolígrafo de los jefes del partido siguiera imponiéndose como el dictador de las posibilidades de los candidatos. El voto preferente desvanece este peligro: ahora será el votante el que organice el orden de los aspirantes de la lista con su voto.

DE LA CIFRA REPARTIDORA: se acabará el desequilibrio que existía con el sistema de cociente y residuo, en el que una persona que sacaba 80.000 votos obtenía la misma oportunidad de participación que una que hubiera obtenido 20.000. Es decir, que 60.000 votos se desperdiciaban en la caneca. Ahora los votos que le sobren a un candidato para obtener su curul se aplicarán al que le siga en votos, y así sucesivamente, de manera que todos los votos tendrán el mismo valor.

Lo que no va a funcionar

DEL UMBRAL: puede que haya obligado a los candidatos a reagruparse y se haya disminuido la dispersión. Pero ante la imposibilidad de sacar los 250.000 votos del umbral, muchos candidatos terminaron engrosando las listas por motivos no ideológicos sino electorales. Hay muchos casos, pero uno de los más interesantes es el del conservador pastranista Telésforo Pedraza, furibundo antiuribista y antirreeleccionista, que quedó acomodado…¡en el partido de la U! De las 20 listas de movimientos y partidos inscritas para el Senado, probablemente no lograrán sobrevivir sino unas seis o siete. ¿Pero con el oportunismo electoral que imperó para conformarlas, serán agrupaciones políticas importantes? ¿Lograrán sobrevivir como proyectos políticos colectivos o como aventuras electoreras individuales? ¿Serán lo suficientemente fuertes como para que se respete la ley de bancadas, que obliga a votar en conjunto y a escoger a un vocero que los represente, para que deje de perderse tanto tiempo en el Congreso con la necesidad de pantalla y la tentación oratoria? ¿Terminará la funesta práctica de que los gobiernos negocien la agenda legislativa individualmente con los congresistas a cambio de prebendas burocráticas, o podrán hacerlo con los jefes de cada partido o movimiento por razones ideológicas? Nada de ello está garantizado.

DEL VOTO PREFERENTE: si bien cada lista constituye un equipo, los integrantes de la lista compiten todos entre sí. Lo que más le importa a cada cual no es que gane su lista sino que gane su número. El voto preferente, que le permite escoger al elector, impide que en la lista impere el proyecto político colectivo sobre el individual. Todos los miembros de una lista son los principales enemigos electorales. ¿Qué tal por ejemplo la competencia entre los tres primeros lugares de la lista de la U, Parody, Clopatofsky y Marta Lucía Ramírez? Volverán a saludarse?

DE LA CIFRA REPARTIDORA: si hay una persona fuerte en una lista que logre jalonarla, a todos se les abarata el precio electoral de su curul. Pero el sistema no beneficia a los que no tienen votos, a los nuevos, a los que ingresan por primera vez a la contienda, sino a los que tienen más votos, que son los primeros usufructuarios de los votos que obtenga la respectiva lista. Al final, el sistema no abre la política, sino que la cierra.

A todo lo anterior se suma que si el elector no tiene la disciplina de buscar cuál es el número del candidato de sus preferencias, a la hora de estar frente a la urna se encontrará ante una sábana con unos números que van del 1 al 100. Y eso sólo para Senado.

Y ahí, en lugar de votar, el elector tendrá que apostar al chance.

Me temo, entonces, que con la reforma política pueda suceder lo peor: que todo siga igual.


ENTRETANTO...¿Espera encontrar en la película El secreto de la montaña a un John Wayne dándose piquitos con un Clint Eastwood? No. El par de vaqueros gay de la película tienen carro y van a McDonald's. Demasiado contemporáneos para afectar la legendaria virilidad de un vaquero. ?

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