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GAVIRIA ES GAVIRIA PERO GOMEZ ES GOMEZ

ALVARO GOMEZ SIGUE SIENDO EL MISMO POR QUIEN LOS LIBERALES SIEMPRE HAN QUERIDO VOTAR Y NO SE HAN ATREVIDO.

Semana
18 de junio de 1990

Soy gavirista. Lo era desde antes de la consulta popular, cuando resultaba más gracia, porque eramos más poquitos. Y aun peor: lo era desde que Gaviria estaba de Ministro, cuando ni siquiera era gracia, porque no existia el gavirismo.

Pero mi gavirismo, como Gaviria, tampoco ha cambiado.
Antes admiraba al Ministro por no amilanarse ante la adversidad ni entusiasmarse con las alabanzas. Ahora admiro al candidato por exactamente lo mismo. Con sencillez y discrecion logro asumir las funciones presidenciales, cada vez que Barco se las delegó, en épocas de terror nacional. La misma sencillez y discreción con las que ganó la consulta popular y no quiso proclamar su victoria hasta que sus contendores no se la reconocieron. Sus apariciones en television, durante las ausencias de Barco (y me refiero a las físicas) tranquilizaban mi vacio de ciudadana, ante el convencimiento de que por fin había alguien al mando. Y con la misma tenacidad con la que sacó adelante la Reforma Tributaria, aun en contra de la opinión de figurones de su partido como Agudelo Villa, Samper, el Contralor y el propio Gabriel Rosas, y hasta de la oposición interna del entonces Ministro de Minas, Guillermo Perry, Gaviria tambien destapo la olla podrida de los grupos paramilitares, trabajo la filigrana del proceso de paz, e imbuyo al país de la seguridad política que el Presidente de la República ha sido siempre incapaz de proyectar.
Y luego vinieron en fila los dos aciertos de Gaviria, que lo pusieron donde esta: haberse retirado a tiempo del gobierno, y adherido a la campaña de Galán, contrariando los cantos de sirena que lo tentaron para que se lanzara directamente de candidato.

Soy gavirista porque Gaviria no le debe la candidatura a nadie. Y porque ha demostrado ser, no obstante su juventud, un hombre de Estado con un extraordinario olfato político y un singular sentido de las prioridades.

Soy gavirista, para concluir, porque no temo que el país le quede grande en sus manos. Y amén.

Sin embargo, siendo tan gavirista, no voy a votar por el. Porque aunque Gaviria es Gaviria, Gómez... es Gómez. Mejorado, aun más si es posible, con su nuevo estilo, todavía más atractivo, porque en esta campaña tuvo la valentía de declararse libre frente a la clase política, y la de intentar ganarse la voluntad de quienes, como los liberales no lo han acompañado en el pasado.

Del resto, Alvaro Gómez es el mismo de siempre. El mismo al que le ha cabido siempre el país en la cabeza. El mismo que le advirtio a los colombianos hace cuatro años lo que les esperaba si elegian a Barco. El mismo a quien buscaron los presidentes López y Turbay para que fuera su socio de reformas. El mismo por quien los liberales siempre han querido votar y nunca se han atrevido a hacerlo.

El mismo desarrollista calumniado que propuso una formula económica viable para un país con complejos de inferioridad.

Pero sobre todo, el mismo Alvaro Gómez que cuando no se usaba hablar de la crisis de la justicia en Colombia, la vio antes que los demás, y advirtió que por esa brecha se nos iba a colar el desmoronamiento del Estado.
Hasta que se nos colo.

El mismo hombre sensible, excelente amigo, tierno y hasta extraordinariamente tímido que el país no acaba de conocer bien.

Yo voy a votar por Alvaro Gómez. Además de por las razones anteriores, que brotan de mi talante alvarista, por otra muy clara, que le recomiendo tener en cuenta al país. Porque es la ultima oportunidad en la que los colombianos podremos elegirlo, mientras que nos quedara toda la vida por delante para arrepentirnos de no haberlo hecho.-

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