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Gina Parody y la mala educación

El MinEducación es técnico y no político, que debería estar a cargo de alguien que conozca a fondo el sector, no por una persona que lo ve como plataforma para proyectar su carrera política.

Germán Manga, Germán Manga
11 de agosto de 2016

En lo que va corrido de este año, la Ministra de Educación, Gina Parody, se enfrascó en una polémica resonante con el expresidente Álvaro Uribe, quien denunció que la Corte Suprema de justicia le tendría intervenido el teléfono:  “El ladrón juzga por su condición” le dijo  en Twitter.

Con la Procuradora delegada de Infancia y Adolescencia, Ilva Myriam Hoyos, a quien negó la entrada a una reunión.  “Bochornosa y desagradable”, clamó la ofendida.

Con Sofía Gaviria y los demás senadores del Partido Liberal quienes la acusaron del plagio de un proyecto de ley: “En un afán de protagonismo copió el proyecto”.

En el congreso también se enfrentó con las senadoras Vivian Morales y Claudia López por el programa “ser pilo paga”: “El programa está hecho a la medida de las aspiraciones políticas de la ministra”, dijo la primera. “No pueden seguir aprobando recursos para las becas educativas cuando primero debería estar la alimentación de los niños” afirmó Claudia López.

También se enfrentó con la comunidad médica por la validación de títulos espurios de falsos cirujanos  plásticos. Vemos con alarma los alcances de la declaración de la ministra” afirmo la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas.

La polémica de estos días con el Procurador Alejandro Ordóñez por los manuales de convivencia de los colegios, que según él “adoctrinan a nuestros hijos y nietos en la ideología de género”, es apenas la última estación de una muy larga cadena.

Inquieta, agresiva, mediática, con grandes ambiciones políticas, homosexual declarada y beligerante, Gina Parody trasgrede muchos de los conservadores esquemas de la judeocristiana sociedad colombiana.

Aunque algunos piensen que cosecha frutos de su propia siembra, son repudiables e inaceptables los duros ataques que recibe por su condición sexual. Pero frente a los intereses y las prioridades del país también es un grave error reducir la tormenta a la homofobia o al sectarismo.

Colombia tiene un sistema educativo en ruinas. La educación es la herramienta fundamental para el desarrollo y para la inclusión social, pero su destino no parece interesarle al Estado, ni a los gremios económicos, ni a los particulares.

El estudio de este año de la OCDE y la mayoría de los realizados en los últimos tiempos, dentro y fuera del país, coinciden en que la educación colombiana tiene graves problemas de calidad, de inequidad, de enfoque y de acceso.  

En nuestro país es muy deficiente la atención a la primera infancia, que hoy está a cargo de los educadores con la peor remuneración  y las peores calificaciones académicas.

La educación no consulta las necesidades del desarrollo y sus niveles básico y medio no se articulan con la educación superior. Tampoco con la formación técnica y tecnológica.

La educación de calidad requiere maestros de calidad y las facultades de educación son las peor calificadas y las que reciben a los estudiantes menos calificados.

No hay investigación científica, ni inversión en ciencia y tecnología,  ni políticas públicas importantes. Colciencias sigue como nave al garete con directores efímeros y sin recursos.

Frente a un panorama como ese resulta desolador que la agenda del sector se reduzca a los escándalos mediáticos de la Ministra. Y a su vez que en ese escenario la Ministra pierda tan fácil y gravemente la templanza, la serenidad, la prudencia y la majestad que se esperan, con toda razón, de alguien que ejerza ese cargo: Ministro de educación: responsable de la formación de los ciudadanos de bien que necesita el país para salir de la violencia y del atraso. De esa educación “de la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma”, como recomendó la Misión Colombiana de Ciencia, Educación y Desarrollo.  

El problema real no es que Gina Parody sea homosexual, que sea adicta a la publicidad, ni que coleccione enemigos. Es que el de educación es un ministerio técnico, no político, que debería estar a cargo de alguien que conozca a fondo el sector, que sea un rector de rectores, acatado, reconocido y respetado por sus conocimientos, por su liderazgo y por su conducta, que tenga una visión de estado y de país, no por una persona que tenga el Ministerio como plataforma para proyectar su carrera política.

No es su culpa, por supuesto, que la hayan designado. Juan Manuel Santos, que construyó su carrera política entre técnicos en la Fundación Buen Gobierno parece haber perdido entre los sobresaltos de la polarización política su buen sentido para conformar equipos y tiene sectores fundamentales para el presente y futuro del país –no solo la educación- en manos de ministros de pasarela, que no conocen a fondo los temas a su cargo y cometen errores e incuban conflictos que tarde o temprano tendrán muy alto costo para el país.

Considerando hacia dónde se mueve nuestra realidad y los complejos retos que nos esperan ese de la idoneidad y liderazgo de los ministros es un debate urgente y fundamental, que como el de la educación, debería ser prioritario en los medios, en los gremios y en el gobierno, pero carece del morbo que genera rating. En ese escenario arrasan en la Colombia de hoy las broncas publicitadas de Gina Parody y las preferencias sexuales de los altos funcionarios.

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