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Salud Hernández, ELN, las Farc y los secuestrados

Es fundamental la participación de líderes de opinión y la gente del público, para romper la indiferencia y exigir que devuelvan, sin contra prestaciones, a todos los secuestrados.

Germán Manga, Germán Manga
14 de julio de 2016

Alguna vez le pregunté a un rey local del melodrama, el por qué, si en nuestro país padecemos una problemática tan grave de secuestro, el tema está proscrito de series y telenovelas. Me respondió que no conocía ningún otro que redujera el rating con mayor rapidez y contundencia. 

El secuestro espanta. Por su atrocidad y porque ha causado tragedias a tantas personas y familias, es comprensible que su sola mención ponga a la gente a la defensiva y suscite su rechazo.  Pero eso también contribuye a que a lo largo de su drama, de sus padecimientos, de su dolor, los secuestrados y sus familiares estén solos. 

Los secuestrados son víctimas de las peores injusticias y torturas posibles –el alejamiento forzoso de la familia y de la actividad, vivir en el monte en condiciones precarias y en permanente peligro de muerte, castigos, maltratos, agresiones-.  Las familias cargan con la indiferencia del Estado y de la sociedad ante su tragedia, con la incompetencia de la policía y del aparato judicial y sobre todo con la arrogancia,  violencia y sevicia de los captores, características de toda negociación. 

El ELN es autor de por lo menos  4.894 secuestros en los últimos años, según datos recientes de la Fiscalía y rechazan toda posibilidad de renunciar a ese delito. Ha sido una constante en su accionar. En los acercamientos de 2004 y 2005, durante el gobierno de Álvaro Uribe, se mostraron favorables al cese al fuego temporal, pero sin tocar el secuestro, que ha sido una de sus principales fuentes de financiación y su herramienta predilecta para someter y aterrorizar a la población en sus áreas de influencia. 

El que sería el tramo final de la negociación con las Farc ha traído muy buenas noticias –cese del fuego, fin de la extorsión y del reclutamiento de menores etc-. Pero ni una sola mención de la suerte de 381 personas –civiles y militares-, secuestradas por ellos y de las cuales se desconoce su paradero.  Ni el clamor de las familias, ni las gestiones de gobiernos extranjeros y organizaciones humanitarias han logrado que los jefes de las Farc, en La Habana, encaren el tema y aporten las respuestas claras y serias que deben a la sociedad acerca del mismo.  

Como las Farc, el ELN es culpable de otras atrocidades asociadas al secuestro: asesinatos y desapariciones de personas en cautiverio, “cambiazos” (secuestrar a la persona que trae el pago del rescate de otra), cobrar el rescate y no devolver  al secuestrado, negarse a dar información sobre secuestrados muertos en cautiverio y/o devolver sus restos, entre otros.  

Por eso y ante el abandono e indefensión de las víctimas del secuestro y de sus familias, es afortunado y oportuno que la periodista Salud Hernández Mora, secuestrada por el ELN el pasado mes de mayo, utilice todos los medios a su alcance para dar proyección a su lucha de muchos años por las víctimas del secuestro (Salud es una de las fundadoras del movimiento No Más y directiva de País Libre).  Que lleve a la agenda informativa casos de secuestrados por el ELN como Henry Pérez, dirigente cívico secuestrado en La Gabarra, del médico Édgar Torres, secuestrado hace dos años en el Chocó, de Octavio Figueroa, secuestrado en la Guajira o de Odín Sánchez, víctima de un cambiazo hace tres meses en el Chocó. 

Habría que hacer lo mismo del lado de las Farc, con Gerardo y Carmen Angulo, secuestrados en el año 2000 en La Calera, Enrique Márquez desaparecido hace 17 años en Bogotá, Dámaso Galvis, secuestrado el 21 de junio de 1999 en Paujil (Caquetá) y por quien la familia ya pagó el rescate, Oscar Rosas, ingeniero civil, secuestrado el 15 de diciembre de 1997, y con 378 personas más.

El jefe negociador, Humberto de la Calle, dice que ya exigieron a las Farc reconocer los secuestros y responder por ellos, pero hasta ahora son simples promesas.  Más allá de las dilaciones y ambigüedades, el proceso con el ELN es un imposible ético y legal mientras tengan en su poder a cualquier secuestrado.   

La de Salud es una voz a la que se pueden sumar muchas otras de líderes de opinión y  de gentes del común, del público cada vez mayor de las redes sociales y de los medios de comunicación, para exigir que devuelvan, sin contraprestaciones, a todos los secuestrados. Para romper la indiferencia y aglutinar en torno de esta causa a todo aquel que sienta indignación por la injusticia, por la desigualdad, por la corrupción, por la violencia y por todas las demás atrocidades que resume el secuestro. 

Ex comandantes y ex integrantes del ELN se han levantado al unísono a protestar por la reciente detención del ex jefe “eleno” Carlos Velandia, por orden de la Fiscalía, precisamente bajo la acusación de secuestro. Pero no lo hacen para exigir la liberación de tantos secuestrados por sus ex compañeros de armas en el Catatumbo, en  Arauca, en Casanare, en Chocó y en otras regiones del país.  Aunque en este tema, el aporte mayor de crueldad y desfachatez lo aportó Timochenko el comandante de las Farc quien con motivo del secuestro de Salud Hernández escribió en su cuenta de Twitter: “Hoy es Salud Hernández, mañana cualquier colombiano. Esas prácticas deben terminar para siempre en Colombia. La paz impone su libertad”  381 familias víctimas suyas, son las primeras que le exigen que haga lo propio con sus secuestrados. 

 *@germanmanga

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