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Morir con decoro

La eutanasia, más que apagar una vida, mata un dolor y un sufrimiento intolerables. Es una expresión de amor y no un acto criminal.

Germán Uribe, Germán Uribe
24 de abril de 2015

Como todo lo que signifique un avance, o de muestras de tendencia hacia la modernidad, o esté por fuera del oscurantismo religioso aunque vaya en beneficio del hombre y la sociedad, es para el Procurador Ordóñez motivo de zozobra y causal de oposición y condena. ¿A quién puede causar extrañeza su postura frente a la nueva dinámica que ha alcanzado la aceptación de la eutanasia en nuestro país?

Como se sabe, el 4 de marzo pasado, mediante la sentencia T-970 la Corte Constitucional ordenó al Ministerio de Salud diseñar los procedimientos administrativos para la práctica de la eutanasia, señalando mecanismos y funciones a los responsables de llevarla a cabo en hospitales y EPS. Sin la manida opción de la “objeción de conciencia” tanto para médicos como para hospitales, a partir de ahora ellos estarán en la obligación, en el marco de una muy precisa y detallada reglamentación, de darle curso a las solicitudes de aplicación que se les presenten.

Pues bien, antes de ejecutada la orden del alto tribunal que finalmente se dio mediante la resolución 1216 del pasado 20 de abril, el jefe del Ministerio Público había prohibido al ejecutivo la divulgación del texto con el protocolo para este asunto, y apenas horas más tarde y a sabiendas de que la resolución era un hecho, a través de una carta, entre amenazas y sutilezas jurídicas, quiso sepultar lo que por fortuna, y dada la entereza del ministro Gaviria, ha venido a convertirse en una realidad.

La eutanasia, o “muerte digna” como también se la conoce, ya reconocida en Colombia como un derecho fundamental, es un nuevo y trascendental paso en dirección a ajustarnos a los tiempos actuales superando el atraso que en este y en tantos otros campos quisieran vernos rezagados los trogloditas que aún desean mantenernos en la oscuridad y el miedo que son las provisiones con las cuales instrumentan su poder político.

Si recordamos bien, fue en 1997 cuando la Corte Constitucional inició, fracasados todos los intentos por parte del Congreso -tan temeroso de obispos y curas, como dice el senador Benedetti-, su valioso aporte en esta materia despenalizando algunos aspectos de lo que entonces se llamaba “homicidio por piedad”, con lo que terminó dándole paso a la ahora muerte o suicidio asistido, o muerte digna, o simplemente eutanasia.

Pero veamos, desgranándolas, las razones por las que consideramos a la eutanasia no solo como un gesto de hondo contenido humano, sino como un derecho real e incuestionable del dominio individual de cada quien.

La eutanasia está en la órbita de la privacidad de la persona. Contiene el acatamiento al derecho de la libertad individual. Es del resorte de cada uno mitigar el dolor y el sufrimiento. Solo nosotros mismos podemos ejercer la potestad sobre nuestro cuerpo y nuestra salud y lo que se haga con relación a ellos se nos debe consultar. La autodeterminación en casos de enfermedades terminales y sin tratamiento viable debe ser inviolable.

Contrariamente a lo que piensan beatos, curas o conservadores, la eutanasia no es una desprotección ni atentado alguno a la vida humana, por el contrario, ellos que creen en la vida eterna, deberían verla como el tránsito reparador del sufrimiento a la paz celestial, de la dignidad y el deseo perdidos que imploran con una mirada o una lágrima el fin del dolor, al dulce descanso eterno.

Ya en alguna ocasión lo expresé: la eutanasia, más que apagar una vida, mata un dolor y un sufrimiento intolerables. Es una expresión de amor y no un acto criminal. Una manifestación de profunda solidaridad humana y un bello testimonio de respeto y compasión por el otro.

El soporte legal para practicarla tras varios lustros de encendidas discusiones -y claramente de espaldas a un timorato legislativo-, ya es un hecho. A la vida, gracias por permitir la existencia, y al gobierno y la Corte, gracias por consentir que cuando ésta ya no resiste más sufrimiento y dolor, sea el doliente quien decida por ella.

guribe3@gmail.com

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