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Adriana Sánchez - Directora Departamento de Biología
Universidad del Rosario

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Glifosato: por qué el remedio es peor que la enfermedad

Colombia no parece haber aprendido la lección. Regresa la aspersión aérea con glifosato para la erradicación de cultivos ilícitos. Tras una revisión exhaustiva de la evidencia científica, hoy se puede decir con certeza que el riesgo de toxicidad e impactos negativos en los ecosistemas y la biodiversidad es alto.

20 de abril de 2021

Luego de que se suspendiera la aspersión aérea con glifosato por varios años, apelando al principio de precaución; luego de que Colombia finalmente se uniera a la lista de países que han abandonado esta práctica (el nuestro es el único país que aún considera que esta es una buena práctica); luego de que cada vez hay más evidencia científica que pide tener precaución con el uso de herbicida basado en glifosato, un sector político y empresarial de Colombia celebra el retorno de la aspersión aérea con glifosato como el medio efectivo para la erradicación de cultivos ilícitos.

Cuesta entender cómo se llega a esta decisión cuando el riesgo para la salud de los ecosistemas (que son la base de la vida) y la salud humana, es tan alto. Algunos colegas académicos y profesionales de otras disciplinas sugieren que esta práctica es efectiva y de bajo riesgo. Entonces me pregunto cómo interpretan los reportes anuales de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc). Y me pregunto qué tan juiciosamente han revisado la literatura científica al respecto, que abarca alrededor de 20.000 documentos (GoogleScholar, años 2000-2020).

Es cierto que la lectura de artículos científicos internacionales e indexados puede ser engorrosa, pero también es cierto que en la ciencia hay datos que deberían sustentar una decisión de esta magnitud, que puede tener tantos riesgos asociados. Aunque no pretendo resumir aquí los cerca de 300 artículos que he revisado sobre los impactos ambientales que tiene el herbicida basado en glifosato (sin contar los que he estudiado sobre los impactos en la salud humana), puedo decir con certeza que el riesgo de toxicidad e impactos negativos en los ecosistemas y la biodiversidad asociada son altos.

He tratado de leer esta evidencia con ojo crítico, con el rigor de la ciencia, entendiendo las inconsistencias, dónde ha habido problemas en el diseño experimental y dónde problemas en las conclusiones. He encontrado una gran cantidad de resultados equívocos en los estudios que, al ojo no científico, demostrarían que el glifosato “no pone ningún riesgo”.

¿Por qué hay resultados aparentemente contradictorios? La principal causa es que, cuando los defensores de la aspersión hablan de “glifosato”, no sabemos si se refieren a la sal de glifosato (la cual es el ingrediente activo del herbicida) o al herbicida basado en glifosato. No son sinónimos y no son equiparables. La sal se refiere a un compuesto. El herbicida es una mezcla de compuestos. Esta diferencia no es trivial.

Cada vez hay más estudios que demuestran que la sal (sola) es de baja a media toxicidad. Por otro lado, muchas otras investigaciones han comprobado que el herbicida es de alta toxicidad. Nunca se ha realizado una aspersión aérea utilizando solo la sal. No funcionaría, pues la sal no puede penetrar las plantas y matarlas. En los herbicidas se utilizan varios compuestos (conocidos como coadyuvantes) que ayudan a que la sal penetre, que se adhiera, que mejore su desempeño, entre otras funciones. Sin embargo, la mayoría de estos coadyuvantes son secretos de industria y, por ese motivo, no conocemos sus nombres ni sus fórmulas químicas. Por lo tanto, la ciencia no ha podido experimentar con la mayoría de estos compuestos para determinar su toxicidad y potenciales impactos. ¿Qué muestran los pocos estudios que han experimentado con los coadyuvantes? Que son a menudo más tóxicos que la sal de glifosato. Tanto así que compañías como Monsanto han prohibido el uso del compuesto POEA cerca de fuentes de agua. Pero estamos tan empecinados en defender la idea y efectividad de un compuesto (la sal) que hemos olvidado que el verdadero problema es el conjunto (el herbicida).

Aquí unos datos curiosos. Se ha calculado que las concentraciones de este herbicida asperjado desde el aire son 110 % mayores que cuando se usa en el suelo. También se ha demostrado que uno de los compuestos utilizados en la aspersión aérea, el POEA, es hasta cinco veces más tóxico en animales que la sal, y se le asocia con daños gastrointestinales, efectos en los sistemas nervioso y respiratorio, afecciones en el hígado y el riñón, problemas de piel y desarrollo de cáncer. Otras sustancias (de las pocas que conocemos) que suelen mezclarse en el herbicida: N-Nitrosoglifosato (NNG), que es carcinogénica y se debe limitar la exposición al compuesto; X-77® Spreader, cuyo efecto es cientos de veces más tóxico para invertebrados acuáticos que la sal de glifosato; MONO818, muy tóxico para peces; diquat (su uso es prohibido en Canadá y EEUU), caracterizado como compuesto muy tóxico, y proxel, que es irritante y produce dermatitis.

Por si fuera poco, muchas fórmulas del herbicida contienen arsénico, cobalto, cromo, níquel y plomo. Todos estos son metales pesados que obstruyen el buen funcionamiento del sistema endocrino, pueden ser carcinogénicos y afectar el sistema nervioso central.

Ahora, ¿qué se usa en la mezcla del herbicida a base de glifosato para la erradicación de cultivos ilícitos en Colombia? El gobierno está en mora de dar a conocer esta respuesta.

Recordemos también que la aspersión aérea está sujeta a errores de cálculo (humano o ambiental) que llevan a que el herbicida termine en lugares fuera del objetivo: los cultivos ilícitos.

Eso es lo que estamos ad portas de poner sobre los suelos de nuestro país, en las aguas que miles de personas consumen, en los peces que viven en esas aguas, en diversos cultivos de consumo humano y en los ecosistemas colindantes con las zonas asperjadas. No solamente sobre los cultivos ilícitos.

*Adriana Sánchez Andrade, PhD

Pregrado y maestría en Biología en la Universidad de los Andes. Doctorado en Biología en Wake Forest University (EEUU). Dos posdoctorados en ecología y fisiología vegetal. Actualmente es profesora asociada y directora del Departamento de Biología de la Universidad del Rosario. Sus temas de interés son ecología y fisiología vegetal, y problemática ambiental.