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La guerra de candidatos en el Centro Democrático

Para que quepan todos y nadie quede resentido, el expresidente Álvaro Uribe tendría que lograr en política el milagro bíblico de la multiplicación de los panes.

Germán Manga, Germán Manga
15 de noviembre de 2017

Como suena en la canción del Gran Combo de Puerto Rico: “No hay cama pa´tanta gente”. Para que quepan todos los posibles aspirantes en las listas de Senado, Cámara y Presidencia de la República por el Centro Democrático y para que nadie quede resentido, el expresidente Álvaro Uribe tendría que lograr en política el milagro bíblico de la multiplicación de los panes.

En el Senado los primeros aspirantes son los actuales senadores -cada uno de los cuales, con escasísimas excepciones- se siente dueño de su puesto. Son algo así como un “uribismo purasangre”, libres de cuestionamientos respecto de su adhesión a la causa, pero no de competidores. Casi todos quieren, pero como la mayoría no tiene votos, su sueño es repetir en lista cerrada, sin esfuerzo y con la votación del jefe. Sin embargo, tras cuatro años de cercanía en las curules, conocedor de lo bueno, lo malo y lo feo de cada uno de sus pupilos, Uribe comienza a concretar nuevos fichajes para reforzar la nómina.

La lista comienza con algunos incondicionales que quedaron por fuera hace cuatro años -Alicia Arango, Eva María Uribe, Diego Tobón- entre otros. También les habría ofrecido curul a empresarios respetados en sus regiones, algunos de los cuales han realizado significativos aportes a sus empresas políticas. Varios de los actuales representantes a la Cámara aspiran a pasar al Senado -María Fernanda Cabal, Santiago Valencia, Edward Rodríguez, Pierre García, Ciro Ramírez- como también serían candidatos al Senado los precandidatos presidenciales que resulten derrotados en la escogencia en marcha, a quienes el expresidente ya manifestó que quisiera que estén en el Congreso. A eso hay que sumar la necesidad estratégica de tener senadores en los departamentos donde actualmente no hay representación del CD -Quindío, Risaralda, por ejemplo- y una cada vez mayor lista de personas de otros partidos y movimientos -La U, Cambio Radical, el Partido Conservador- que quieren transitar al partido de Uribe.

En la Cámara, con listas abiertas, lo que cuenta es el peso de la votación. Pero con todo y eso hay disputas en regiones en donde a los actuales les aparecen rivales de peso del propio partido y de otros movimientos y donde -como en el Senado- nadie descuida su puesto, al punto que los representantes que aspiran a pasar al Senado también inscribieron sus nombres para la Cámara.

Hace cuatro años, cuando las reglas de juego ya estaban decididas y aceptadas, un grupo de amigos cercanos al expresidente Uribe maquinaron la forma de sacar del medio a Francisco Santos -que marcaba abrumadora ventaja en las encuestas- para reemplazarlo por Óscar Iván Zuluaga, lo cual lograron a través de una convención, cuestionada por algunos como truculenta y manipulada. El hecho ocasionó enfrentamientos y divisiones que poco a poco, tras nuevos desarrollos electorales y hechos políticos, fueron quedando en el olvido. Hoy los autores de esa emboscada están divididos en varias causas y el hecho vuelve a tener importancia porque es la principal fuente de mutua desconfianza entre los precandidatos, que saben que en la última milla nada está seguro -aunque parezca-, con cargo a lo cual abundan exigencias, reservas, resquemores y controles respecto del mecanismo de selección.

El panorama en esa materia también está dominado por la muy escasa capacidad que han mostrado hasta ahora los precandidatos para suscitar interés, emoción, apoyo y en general para trascender en la opinión, hecho confirmado mes a mes en las encuestas. Y por la reciente reaparición de Óscar Iván Zuluaga que hizo más notoria la presencia de varias de sus fichas mayores en las jerarquías -Fernando Londoño, José Félix Lafaurie, Fabio Valencia Cossio, María del Rosario Guerra, Daniel García, entre otros-. Esa nueva aspiración, solo perturbada en apariencia por las incertidumbres de las decisiones judiciales respecto del candidato y de su hijo, tendría el sorprendente e insuperable obstáculo de que no convence ni satisface plenamente al propio expresidente Uribe que le encontraría varios peros, que hasta ahora solo habría compartido con poquísimos de sus íntimos y afectos.

El precandidato que supere ese trayecto cenagoso tampoco queda en tierra firme. Para lograr la candidatura tendrá que enfrentar al exprocurador Alejandro Ordóñez y muy probablemente a Marta Lucía Ramírez, la mejor posicionada en el Partido Conservador, por el acuerdo Uribe Pastrana sobre la materia.

Complejos problemas, pero con soluciones a la vista. La estrategia de Uribe de construir el programa de su partido democráticamente y en las regiones avanza y pronto se comenzarán a conocer sus resultados. En cuanto a las listas de Congreso la mejor salida podría ser lista abierta también en el Senado, una forma directa de que la depuración de ambiciones y elegidos la realicen los electores, pues solo subsistirían los candidatos que tengan votos, trabajo político y liderazgo. Con la cuota inicial muy considerable de los votos de Uribe, más las votaciones individuales, el método d´Hondt podría aumentar muy considerablemente el número de curules que hoy tiene el Centro Democrático. Lo que no está claro -a cuatro meses de las elecciones parlamentarias y a seis de las presidenciales- es si con la estrategia y los nombres en juego el expresidente logrará su objetivo de recuperar el poder. Por ahora solo se ve el camino de espinas y la confirmación de que en política nada es eterno. Como dice la sabiduría popular, “nadie es amigo de nadie” y “a uno solo lo quiere la mamá”.

@germanmanga

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