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Guerra de perdedores

Ningún observador imparcial podría afirmar que la guerrilla haya sido derrotada o esté a punto de serlo

Semana
15 de septiembre de 2003

Las cosas son como se miren, decIa el campesino. Si se toma una mirada larga, resulta obvio que en la llamada "guerra interna" de Colombia han fracasado todos los bandos. Fracasaron las Farc y el ELN, que en 40 años no han logrado tomarse el poder. Fracasaron los paramilitares, que en 20 años no han logrado derrotar a la guerrilla. Fracasó el Estado, que no ha podido acabar este desangre. Fracasó, sobre todo, la sociedad, que cada día pone nuevas víctimas.

Por eso el Informe de Desarrollo Humano habla de una "guerra de perdedores". Pero el presidente Uribe, guiado sin duda por un titular y suponiendo que el informe se refería a su gobierno, nos replicó con dos enfáticos argumentos. Uno, que "el Estado y la sociedad van ganando, como prueban las cifras del último año". Otro, que no confiar en la victoria es una muestra de debilidad y por ende es "un motivo de fortaleza para el terrorismo".

Y es indudable que en este año el Estado ha avanzado bastante. El aumento del pie de fuerza, el regreso de la Policía a muchos municipios, los soldados campesinos, el patrullaje de las troncales, la disminución en los ataques a pueblos y oleoductos, las redes de cooperantes y una sensación generalizada de que ha mejorado la seguridad son hechos que nadie puede ignorar. Más debatidas, aunque también favorables al Estado, son las cifras tocantes a homicidios, secuestros, narcotráfico o frecuencia de las acciones militares.

Pero ningún observador imparcial podría afirmar que la guerrilla haya sido derrotada o esté a punto de serlo. No se han librado batallas importantes, no han caído grandes cabecillas, no hay deserción masiva, no se ha cortado el chorro de recursos. Es más: cada uno de los hechos favorables que mencioné en el párrafo sería compatible con la tesis de que la guerrilla optó por replegarse mientras pasa el chaparrón. La cada vez más angustiosa situación fiscal y el riesgo cierto de que Estados Unidos disminuya su ayuda a partir del 2004 abonarían esta interpretación. O en todo caso, es lo que opina el jefe del Comando Sur ("la marea apenas ha comenzado a cambiar") o lo que admite, si a eso vamos, el propio señor Presidente: "Un año es apenas el período de calentamiento".

Y es aquí donde entramos en materia. Porque la derrota militar de la guerrilla, en el mejor de los casos, tomaría su tiempo. Y sobre todo, porque no se trata de derrotar la guerrilla sino de derrotar la guerra. La derrota militar de la guerrilla bien puede ser una condición o un aspecto esencial de la victoria, pero la victoria para el Estado y la sociedad no se dará sino cuando acabe el desangre, cuando se curen sus secuelas y se prevengan sus causas.

Porque la victoria militar tardaría un tiempo y porque la victoria verdadera es mucho más que derrotar a los "terroristas", el Estado y la sociedad no deberían limitarse a buscar la batalla (o el tratado) que de la noche a la mañana ponga fin al conflicto y sus consecuencias. En vez de eso el informe sugiere examinar toda una caja de herramientas que se apliquen a todos los actores armados y nos vayan sirviendo para alcanzar la victoria vale decir, para lograr los objetivos siguientes:

- Evitar que el conflicto se extienda a nuevas víctimas y regiones

- Disminuir el número de combatientes ilegales y de personas afectadas.

- Impedir la degradación ulterior de las acciones

- Lograr el respeto del DIH y los derechos humanos, mientras dure la confrontación

- Resarcir a las víctimas inocentes

- Castigar a los responsables de conductas criminales

- Reducir los efectos nocivos del conflicto sobre el desarrollo humano.

- Acortar su duración y poner punto final a las acciones armadas

- Asegurarse que la solución "final" -militar o negociada- se ciña a los cánones de la justicia y que cause el menor daño o tenga el mejor impacto posible sobre el futuro de Colombia; y

- Lograr que la paz sea firme y duradera, esto es, que los armados se desmovilicen y en su lugar no surjan otros grupos similares.

Lejos pues de llevar al derrotismo o la inacción, el informe es un llamado a la victoria del Estado, un conjunto de ideas concretas sobre qué podríamos hacer militares y civiles, autoridades nacionales y locales, sociedad civil y comunidad internacional, periodistas y ciudadanos corrientes para ayudar a la victoria.

La idea, en todo caso, es un borrador para conversar, y en buena hora comenzamos el diálogo.

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