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“Hedi”, Mohamed Ben Attia

Una película que nos permite apreciar las realidades que vive la sociedad contemporánea de Tunez; con narración que oscila entere lo tradicional y lo moderno con una problemática muy interesante del hombre moderno.

Gustavo Valencia Patiño, Gustavo Valencia Patiño
26 de enero de 2017

Resulta bastante exótico y curioso, por ello mismo llamativo, que llegue por estas tierras cine de Túnez, ese pequeño país del norte de África que el año pasado celebró sus 60 años de independencia política de Francia, que a nivel de su cinematografía es prácticamente desconocido, puesto que no es un cine con mucha producción, más bien lo contrario, y son muy pocos sus directores conocidos, aunque hay uno que otro que ha logrado destacarse en el amplio mundo del denominado séptimo arte.

El más famoso y premiado es Abdellatif Kechiche, cuya carrera, como la de muchos otros tunecinos, la ha realizado en Francia y con películas totalmente francesas como “La vida de Adèle” del 2013, que ganó en el Festival de Cannes la Palma de Oro para el director (también para las dos actrices protagonistas), quien ya en el 2007 había recibido el León de Oro en el Festival de Venecia con “Cuscús”, otra cinta totalmente francesa, con la sola particularidad de tener a este talentoso tunecino como director.

Otros directores tunecinos realizan, por lo general, coproducciones con Francia en su mayoría, con Bélgica, Alemania y otros países europeos, así el lugar de rodaje y la historia misma transcurra en Túnez. El de esta ocasión, Mohamed Ben Attia, no es la excepción de todo lo dicho, muy por el contrario, estudió en Francia en la Universidad de Valenciennes, y realiza éste, su primer largometraje, en coproducción con Francia, Bélgica y Alemania, teniendo como productores ejecutivos a los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, reconocidos directores franceses, cuya presencia e influencia se pueden sentir en esta película.

La narración sí se desarrolla en Túnez y con actores locales, representando la actual sociedad contemporánea de su país, que se mueve entre lo tradicional y lo moderno, sobre una problemática que no sólo es occidental, que sorprende y atrae por ello mismo, pues dentro del carácter local de estos patrones y conductas de origen musulmán, la situación del individuo de hoy en día resulta muy universal, muy de todos los seres humanos, independiente del tipo de sociedad en que vive y de la religión predominante.

De todas maneras como nunca nos llega cine de dichas latitudes, resulta muy atractivo poder apreciar otras formas de vida, conducta y comportamiento social, en lo que esta película es todo un documento de lo que sucede en Túnez al día de hoy, porque que el guión y la narración misma van describiendo todo ello a través del relato de una vida aburrida y monótona de un joven que ya tiene todo en su vida programado y planeado.

A través de esta descripción y por medio de unas imágenes muy sobrias y sencillas, se aprecia la tradición familiar, como los rituales religiosos y los debidos formalismos de una sociedad tunecina que se mueve entre lo propio de su mundo y la cultura que viene de afuera, que lenta e inexorablemente va invadiendo y penetrando en todos los aspectos de esa sociedad conservadora y tradicionalista.

Para ser su primer largometraje, se observa que el director posee la capacidad suficiente para poner en escena la vida rutinaria de los seres que allí se desenvuelven, para el desarrollo de la historia que narra y los personajes creados, puesto que también es el guionista, entregándole su propia especificidad dentro de una completa actualidad, que la hace más interesante y para plasmar la tragedia del hombre contemporáneo, esclavo de lo que le ha sido impuesto socialmente, sometido a unos condicionamientos exteriores que no le permiten ser y tampoco poder expresarse desde sus propias consideraciones individuales.

Mérito del director que haya podido presentar en imágenes toda esta problemática y su impresionante efecto en la vida de los seres humanos, independiente de las creencias religiosas, credos políticos o costumbres tradicionales o modernas. Se entiende fácilmente, que por todo ello en el pasado Festival de Berlín, Mohamed Ben Attia fue premiado como Mejor Ópera Prima, además de que el protagonista recibió en el mismo Festival el Oso de Plata a Mejor Actor.

No siempre se debuta con estos premios y en un Festival tan importante como el de Berlín, lo que habla de las calidades fílmicas del director y de su película.