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Homenaje a la minoría

Por ahora pocos les agradecerán a Araújo, Beltrán y Córdoba, la advertencia que le están haciendo al país con su postura minoritaria y derrotada

Daniel Coronell
12 de febrero de 2006

Poca gente está tan sola en el mundo como lo están hoy los tres magistrados que, defendiendo el derecho, votaron contra la reelección en la Corte Constitucional. La explicación de sus salvamentos de voto no fue siquiera incluida en la comunicación de la Corte sobre la decisión. Como si no existiera. La teatral rueda de prensa para anunciar algo que ya sabía todo el mundo -y que estaba publicado con lujo de detalles tres días antes- excluyó sus razones. Quieren cubrir los argumentos de olvido y a los autores de oprobio. Según la historia oficial que se empieza a escribir, disentir es producto de la 'pataleta'. Sus razones no se fundamentan en el derecho sino en la 'intemperancia'. "Radicales" los llaman. Nadie les reconoce la independencia que mostraron. Ni el valor civil del que han hecho gala al no sumarse con sumisión a una mayoría construida por el gobierno. Más cómodo para ellos habría sido el otro camino. Subirse a la victoria, siempre tan aclamada, siempre tan llena de amigos. Más fácil arrimarse al poder pensando en su futuro y desde luego en su presente. Más fácil pasar por alto el trámite corrupto que tuvo esa reforma en el Congreso. Fácil hacerse el de las gafas con las dádivas ofrecidas a las Yidis de cada debate. Fácil no ver los vicios y más fácil aún dejarse halagar por el interesado. Lo difícil era no estar de acuerdo. Levantarse a cumplir el deber, a sabiendas que el de la Corte consiste en interpretar la Constitución y no las encuestas. Defender la estabilidad de esa Constitución que había sido diseñada para impedir la concentración del poder en un solo hombre. Recordar que racionalmente las normas no se pueden reformar para beneficio específico de una persona. Que las leyes no pueden tener dedicatoria. Prever las consecuencias de una decisión, por encima del mesianismo imperante. Por eso la posición que sostuvieron Jaime Araújo, Alfredo Beltrán y Jaime Córdoba merece ser reconocida. Por supuesto eso no sucederá ahora, sólo el paso de los acontecimientos les hará justicia a estos tres hombres. Contradecir a los poderosos nunca será un oficio agradecido, por lo menos en el corto plazo. Sin embargo, quienes se han atrevido a hacerlo han marcado la historia. La marcó Galileo Galilei, juzgado por la Inquisición cuando se atrevió a sostener, discrepando de las sagradas escrituras, que la tierra se movía alrededor del sol. Obligado a abjurar de su verdad, Galileo susurró entre los dientes: "E por si muove" (Y sin embargo, se mueve), algo que nadie hoy pone en duda. Sólo quienes se apartaron de las tendencias generalizadas lograron nuevos rumbos para sus pueblos y para el mundo. Si esto no fuera así, pensaríamos aún que la tierra es plana o la medicina seguiría usando sanguijuelas para la curación de todos los males. La verdad, que a veces es amarga, no siempre está de lado de las mayorías. Con frecuencia la gente quiere continuar aferrada a lo que cree por encima de las evidencias. Muchas veces el que sostiene lo cierto termina sacrificado. Sin embargo, cuando el péndulo se devuelve -y tarde o temprano se devuelve- salen a flote las palabras que en su momento no quisieron ser oídas. En política pasa algo similar. Hay momentos en la vida de los pueblos en los que la gente quiere sacrificar su libertad. Momentos en los que no se valora el disentimiento. Instantes en los que la mayoría cree ciegamente que concentrar el poder en hombres de mano dura es el comienzo de la redención. Por desgracia, la historia ha demostrado lo contrario. El desengaño ha sido, por regla general, proporcional a la ilusión. Por ahora pocos les agradecerán a Araújo, a Beltrán y a Córdoba, la advertencia que le están haciendo al país con su postura minoritaria y derrotada. No hay por qué extrañarse. Salustio, historiador romano, lo dijo hace más de 2.000 años: "Sólo unos pocos prefieren la libertad. La mayoría no busca más que buenos amos".

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