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Homogamia y pigmentocracia

Salvo excepciones como Gómez Méndez, Piedad Córdoba y algunos indígenas, Colombia es gobernada por blancos o casi blancos

Semana
9 de mayo de 2004

Ahí me perdonarán las palabritas del título, que no están todavía en el Drae, pero que aluden a conceptos sociológicos muy útiles para aclarar ciertas cosas sobre las sociedades latinoamericanas. Por la primera, homogamia, no se entiende ese tema tan debatido en los últimos meses, el del matrimonio entre personas del mismo sexo, sino que se alude a la tenden- cia (más marcada o menos según las culturas) de que los matrimonios suelen hacerse entre personas parecidas. Después explico qué quiero decir con "parecidas". Pigmentocracia, a su vez, se refiere al hecho, muy común en Hispanoamérica, de que el color de la piel de los gobernantes no es el mismo que el de la mayoría de la población, sino, paradójicamente, el de una élite minoritaria. Casarse entre personas "parecidas" quiere decir que, según muestras estadísticas, la gente en general contrae matrimonio con parejas de su misma región o ciudad (e incluso barrio), de color de piel semejante, de nivel educativo casi equivalente, con las mismas creencias religiosas, de estrato socioeconómico no muy distinto. Para simplificar: la probabilidad de que una mujer con PhD se case con un hombre analfabeta, es bajísima, como también es improbable que el que hizo una maestría se case con una mujer que no terminó la primaria. En general, los doctores se casan con doctores (o al menos con graduadas), los graduados al menos con bachilleres, los bachilleres como mínimo con alguien que terminó la primaria, y es más probable que los analfabetas terminen teniendo hijos con analfabetas o con personas que apenas asistieron a algunos años de escuela elemental. En las sociedades donde la heterogamia es mayor, es decir, donde en promedio hay más matrimonios desiguales, esto indica que hay menos prejuicios y más movilidad social. Los matrimonios mixtos (cónyuges de diferentes países o lenguas, etnias distintas, indígena con mestizo, negro con blanca, etc.) son más o menos probables dependiendo del período histórico o del país. Durante la colonización de Hispanoamérica, como los conquistadores eran prevalentemente varones y la inmigración femenina deficitaria, eran más comunes los matrimonios, o al menos las juntanzas mixtas. El mismo Lope de Vega, racista como su siglo, el XVII, se quejaba de los españoles al decir que había, "hombres en Indias casados / con blanquísimas mujeres / de extremados pareceres / y a sus negras inclinados". Esta inclinación, muy común en la Colonia, es menos frecuente ahora. Al menos, en los pocos estudios que he leído al respecto, da la impresión de que Colombia es una sociedad bastante homógama, y por lo tanto una sociedad con una movilidad social muy limitada. Este fenómeno está muy relacionado con la pigmentocracia. Si ustedes se fijan en los últimos presidentes colombianos (Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria, Barco, López) todos son blancos, y la mayoría incluso con los ojos claros, un tipo étnico que no podemos decir -y para comprobarlo basta caminar por el centro de cualquier ciudad colombiana- que sea el de la mayoría de la población. Y este fenómeno es todavía más marcado en Bolivia, Guatemala, México o Perú (sí, Toledo es la excepción), donde es posible que haya unos cuantos indígenas ricos, pero donde es casi imposible encontrar blancos pobres. Todavía en Colombia, al menos en Antioquia, es posible ver zarcos pidiendo limosna en los semáforos, pero en todo caso son menos numerosos que los mestizos, los indios y los negros que viven en la miseria. En Latinoamérica, embebidos en el mito del mestizaje (que tiene algo de cierto pues los conquistadores españoles se mezclaron mucho más que los ingleses y holandeses, que eran más puritanos, remilgados o racistas a la hora de elegir pareja), hemos creído que no existe ningún problema étnico y que aquí a nadie se le discrimina por el color de la piel. Nada más falso y basta ver el número de políticos de color que han llegado a los cargos más altos del Estado. Salvo algunas excepciones como Gómez Méndez, Piedad Córdoba y algunos indígenas elegidos por circunscripción especial, Colombia es gobernada por blancos, o casi blancos, un grupo social que representa, si mucho, a un quinto de la población. Cuando el poder político y el económico se acumulan en un grupo minoritario, que además tiene hábitos claramente homógamos, la sociedad se expone a un conflicto étnico fácilmente explotable por algún demagogo (Chávez lo usa) y no sin algunos buenos motivos de fondo. La sociedad que discrimina y excluye según el color de la piel, o cambia en ese sentido, o se expone a un derrumbe. Aunque uno no sabe: hasta en las Farc y en las AUC el grupo dirigente tiende a ser más claro (Mancuso, el 'Mono Jojoy'), como si hasta los grupos más lejanos al Establecimiento repitieran sin darse cuenta un esquema social hondo, triste, fatal.

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