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Ideas para el próximo debate

Si persisten en debates serios, deberían ser más compasivos con Noemí y permitirle, solo a ella, pedir la ayuda del público o hacer una llamada.

Daniel Samper Ospina
24 de abril de 2010

No nos digamos mentiras: los debates presidenciales son aburridos. En el último, el de Caracol, salvo cuando intervenía el carismático Fidel Cano, momento en el cual la aguja del rating subía a niveles solo vistos en el último capítulo de Café, lo único brillante era la calva de Enrique Vargas Lleras, el hermano de Germán, que hacía parte del público y que aparecía escurrido en una silla, desabrochado y a punto de dormirse, como si fuera ministro de Uribe.

Era entendible, porque esos debates son muy largos, y además no comienzan a la hora prometida. El último empezó con un retraso. Un retraso leve, como el que uno creería que padece la misma Noemí, pero un retraso, al fin y al cabo. Y todos llevan a las mismas conclusiones: que Noemí siempre hace el oso; que agarrar a Juan Manuel Santos en una verdad es casi imposible; que Petro parece un celador, y un celador prepotente, de los que se creen dueños del edificio; y que Germán Vargas Lleras, en lugar de hablar, regaña: ¿por qué nos grita? ¿Qué culpa tenemos nosotros de que le esté yendo mal?

Otra conclusión es que Rafael Pardo no tiene talante de Presidente sino de director de Fedesarrollo, como mucho: ¿por qué hay quienes creen que es un estadista? ¿Qué ha hecho, acaso? ¿Esa riatón a la que mandaron al pobre Aníbal Gaviria por todo el río Magdalena para que comiera pescado frito a ver si votaban por él, y en la que naufragó una chalupa con todas las maletas? ¿Cuáles maletas del Partido Liberal se hundieron en ese accidente? ¿Simón Gaviria? ¿Juan Manuel Galán? ¿Héctor Elí, o él se salvó por su condición de anfibio? Y una última cosa: ¿cómo puede posar de estadista Rafael Pardo si sale en una cuña radial implorando que le den salud a Laurita, un personaje ficticio? ¿Qué les está pasando a todos? Pardo habla de Laurita; Noemí de Pedro, Juan y María, ¿y hay quienes creen aún que el loco es Mockus?

Pero vuelvo a los debates. Estos candidatos dan para situaciones muy cómicas y a mi juicio los están desperdiciando. La vez pasada había tantos segmentos que podían añadir uno extra, de desfiles. Juan Manuel habría sido el palo en traje de baño. Su operación de cambio de sexo va muy avanzada y era la oportunidad para observarlo.

Como sea, si se trata de encontrar, no un presidente, sino alguien que reemplace a Uribe, lo mejor no es hacer debates, sino concursos como el de El desafío: sacar una torta a ver quién es capaz de repartir más tajadas; subirse en un caballo con una taza de café y no regarlo. Sería la única manera de atajar a Mockus. De premios pueden dar notarías y embajadas. Y de lejos ganaría Juan Manuel.

Ahora bien: si persisten en hacer debates serios, los candidatos deberían ser más compasivos con Noemí, y permitirle a ella, solo a ella, que pueda pedir la ayuda del público o hacer una llamada. Es lo mínimo. Y por compasión con Petro también deberían hacerlos más cortos: cuando se extienden, hay un punto en el que a Petro comienza a molestarle el testículo ese que a veces le duele, y al que llamaré, en adelante, Venus Albeiro.

La última vez la pelea entre Noemí y Juan Manuel pagó la noche.

Antes que nada, quiero felicitarlos. A los dos. Pusieron en la agenda nacional temas fundamentales para el país, como saber si el señor del Sena dijo una cosa o la otra en una comida con Juan Manuel, Augusto López y José Obdulio; o si la hija del señor del Sena, una tal Laurita, fue a comer fríjoles con Noemí; o si el papá de Laurita cree que la carta que escribió su hija es linda pero fuerte: ¿es esta la misma Laurita de la cuña de Pardo, la que necesita drogas? ¿Es normal pasar del Sena al Ministerio de Defensa? ¿No necesitan drogas todos?

Bien: presenciar a Noemí acusando a Santos de politiquero es como oír a un Plinio hablando de orejas, pero es tan lindo verlos pelear que tengo una sugerencia: que para el próximo debate quiten toda esa montonera de candidatos y solo los dejen a ellos dos: a Noemí y a Juan Manuel. A Fidel Cano hay que darle las gracias pero es mejor mandarlo con Augusto Ramírez Ocampo a que mueva las cejas en un show de los Muppets, para el deleite de todos los niños. Acá necesitamos una moderadora de talla internacional, especialista en lidiar con este tipo de personajes: la inigualable Laura Bozzo.

Sentados uno al lado del otro en un panel, Juan Manuel y Noemí podrán dirimir sus diferencias con ayuda de la peruana. Cuando comiencen a inculparse, la señorita Laura interviene:

- ¡Que paseeee el director del Senaaaa!

Y ahí, delante de él, podrán despedazarse del todo entre los dos. Los invito a que lo hagan. Doctora Noemí, doctor Juan Manuel: tengan un gesto de cariño por la patria y acaben el uno con el otro. Háganlo por el país. Zarandéense, agárrense del pelo como dos verduleras, de mujer a mujer. No se detengan. Sean ustedes mismas. Fluyan, que si se exceden peleando llamamos a Petro, el celador, para que las separe. En caso, claro, de que no tenga inflamado el Venus Albeiro.

Qué tristes son Noemí y Juan Manuel. A ella deberían darle Ritalina; ya cada ojo le parpadea por separado, como una loca. Y él ya va en que se reúne a intrigar con José Obdulio Gaviria sin sentir nada de asco. En medio de los gritos de ellos dos, votar por Mockus va a ser como cambiar de canal.