Home

Opinión

Artículo

MARTA RUIZ

Esperando a Ingrid

No digo yo que Ingrid sea perfecta. Ni que deba gustarle a todo el mundo. Digo que ha sido una dirigente que le ha aportado mucho a este país.

Marta Ruiz, Marta Ruiz
7 de diciembre de 2013

Nunca he entendido por qué más de medio país odia a Ingrid Betancourt. La encuesta de Cifras y Conceptos, contratada por la Alianza Verde, revela que tiene un 70 % de imagen negativa. Es un fenómeno extraño porque ella no ha hecho nada malo contra Colombia. Por el contrario, ha sido una mujer de increíble coraje. 

La bronca con Ingrid es de vieja data.  Empezó, según mis cuentas, desde que era una aguerrida congresista que en tiempos del proceso 8.000 dio la pelea en la tribuna pública denunciando el maridaje de la mafia y la política. Posiblemente su tono de superioridad moral, plasmado en su libro La Rabia en el Corazón, le hizo acreedora de muchos desamores entre la clase dirigente. En su momento fue señalada de tener el delirio de ser Juana de Arco. El viejo recurso de una política de machos, de tratar de locas a las mujeres que se les salen del molde. 

Decir, como dicen muchos, que Ingrid se buscó su secuestro es infame. En ese febrero del 2002 Ingrid no podía calcular que se convertiría en blanco de la guerrilla. Como no pudo hacerlo Alan Jara cuando se fue a inaugurar un puente con la ONU en el Meta; ni pudieron imaginarlo el gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria, y el exministro Gilberto Echeverry, cuando fueron secuestrados durante una marcha pacifista en Antioquia. A nadie se le ocurriría decir que ellos se buscaron su suerte. Pero con Ingrid, inexplicablemente, éste ha sido un argumento recurrente.

Durante su secuestro, la campaña en su contra fue despiadada. Los órganos de inteligencia lanzaron una suerte de rumores malevos sobre ella que, sin ningún recato, reprodujeron los medios.  Le inventaron amantes y embarazos imaginarios. Todo para bajarle el tono a la presión que hacía Francia para que el presidente Uribe intentara su liberación. Esta campaña finamente orquestada logró que una parte de la opinión cuestionara los esfuerzos de la familia de Ingrid y de ese país europeo por el intercambio humanitario. Cuestionamiento también absurdo, pues más que anacrónica, esta incansable batalla por salvarle la vida era apenas lógica viniendo de su familia, y de un país del cual ella también es ciudadana. 

Muy pocos le reconocieron a Ingrid Betancourt su valiente resistencia durante el cautiverio, la lucha por no dejarse cosificar por la guerrilla, su gran coraje para resistir la adversidad, el  intentar fugarse todo el tiempo y jamás doblar la cerviz ante las FARC. Más bien, hubo de nuevo rumorcillos baratos sobre si tuvo tal o cual romance o peleíta de campamento, casi todos fuera de contexto.

Y cuando Ingrid quiso demandar al Estado por lo que le pasó, como lo han hecho el resto de secuestrados de este país, incluidos óigase bien, militares y policías, entonces fue Troya.  Indignación nacional. Al final del día, Ingrid es una de la pocas que no pudo hacer uso de este derecho, para no ser señalada de traidora de la patria.

No digo yo que Ingrid sea perfecta. Ni que deba gustarle a todo el mundo. Ni siquiera que me guste su pensamiento político. Digo que ha sido una dirigente que le ha aportado mucho a este país, que la rabia hacia ella no tiene proporción, y que, por el contrario, demuestra una gran insensibilidad del país. Herencia posiblemente del discurso militarista que nos ha envenenado por tanto tiempo.

A pesar del injusto trato que recibe Ingrid por parte de la opinión, le he escuchado decir  en estos días que cree en la paz, que está dispuesta a trabajar por ella. Se le siente el deseo de volver a Colombia.  Se le siente además, madura, pausada, reflexiva.  Atributos escasos por estos días en nuestra vida pública.  

Ingrid puede jugar con la Alianza Verde, bien sea en la lista al senado o como candidata a la presidencia, o a lo mejor como fórmula vicepresidencial de Juan Manuel Santos, tal como se rumora. En cualquier escenario recuperar a Ingrid para la política colombiana es una ganancia.  Este es su país, y por lo menos para mí, ella es un símbolo de dignidad y de reconciliación.  Ojalá regrese.  

En Twitter: @martaruiz66