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Inteligencia surrealista

El episodio de la información de Reyes demuestra lo absurda que se ha vuelto la política y lo difícil que es saber cuándo un asunto es de seguridad nacional y cuándo es una bandera publicitaria.

María Jimena Duzán
14 de mayo de 2011

Si el proyecto de ley de inteligencia y contrainteligencia que se está debatiendo en la Cámara -y que busca regular los límites dentro de los cuales se les fijan las reglas a los funcionarios que ejercen la inteligencia- fuera aprobado hoy, los primeros que tendrían que ir a la cárcel serían nada más ni nada menos que el presidente Juan Manuel Santos y su asesor presidencial para la seguridad, Sergio Jaramillo.

Y no, no es un chiste; tampoco se trata de un montaje urdido desde las cavernas del uribismo pura sangre para sacar de un codazo a Juan Manuel Santos y reinstaurar los dogmas del patriarca dueño del Ubérrimo, que deambula viudo del poder. Basta con remitirse a los hechos recientes para llegar a esa conclusión. Si es cierto -como parece serlo- que Juan Manuel Santos siendo ministro de Defensa del gobierno Uribe y su entonces viceministro, Sergio Jaramillo, cometieron el error -y digo error porque evidentemente lo fue- de entregarle al prestigioso Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres toda la información que tenía el computador de Reyes, información considerada, en su momento, de carácter reservado por el propio gobierno Uribe, ellos son los primeros en irse tras las rejas por cuenta de la nueva ley de inteligencia y contrainteligencia.

Ese proyecto penaliza severamente este tipo de filtraciones y las considera serios delitos en contra de la seguridad nacional. Deja claro que los funcionarios públicos que filtren o trafiquen información serán objeto de penas de entre cuatro y ocho años. Y como lo que ellos hicieron fue filtrar esos documentos, pues difícilmente pueden esquivar la ley. Pero ahí no para el asunto. También habrían incurrido en el delito de violación a la reserva de la información de inteligencia, que en esta ley es de 25 años, tiempo que, desde luego, ellos habrían infringido de manera flagrante: a las pocas semanas de la operación que acabó con Reyes en Ecuador, el entonces ministro de Defensa y su viceministro se dedicaron a filtrar documentos provenientes del computador de Reyes a periodistas de The Wall Street Journal, de The New York Times, de El País de Madrid, quienes llenaron sus páginas con informaciones del computador de Reyes mucho antes de que hubieran decidido entregarle toda la documentación al instituto británico, que ahora vende nuestra información reservada en un CD.

Este episodio tan surrealista es una cruda demostración de lo absurda que se ha vuelto la política en Colombia y de lo difícil que le resulta a este país -en el que todo y nada es reservado- saber a ciencia cierta cuándo una información es en realidad un asunto de seguridad nacional y cuándo esta misma información deja de ser reservada para convertirse en la bandera de una de las campañas de Colombia es Pasión.

El otro día una colega estaba haciendo una investigación sobre por qué hombres como Vicente Castaño tenían fusiles de uso privativo del Ejército, y se fue al Ministerio de Defensa a hablar con el responsable del tema. Ella sabía que solo los coleccionistas y deportistas tenían derecho a poseer armas de uso privativo del Ejército y pensó que por esa vía Vicente Castaño habría podido llegar a ellas. Sin embargo, en el Ministerio de Defensa le respondieron que no le podían dar la lista de los coleccionistas y deportistas que tuvieran fusiles de uso privativo del Ejército, porque era información reservada. ¿Qué puede tener, pregunto yo, de reservada una lista de deportistas y coleccionistas de armas? ¿No será que esta lista también la está vendiendo en un CD algún tanque de pensamiento europeo?

Lo cierto es que mientras a la colega no se le entregó una información que alguien en el Ministerio de Defensa catalogó arbitrariamente de reservada, los archivos de Reyes, que sí eran reservados porque contenían material que podía comprometer la seguridad nacional, hoy son del dominio público. En México, sacaron un libro hace poco con toda la información que había sobre ese país, y en Ecuador, Arturo Torres, un juicioso periodista investigativo, sacó a la luz pública la porción del computador de Reyes que hablaba de Ecuador. Solo falta que salga un libro digital en los Estados Unidos con la parte de los secuestrados norteamericanos, para completar esta comedia.

No sé ustedes, pero tengo el pálpito de que si se aprueba esta ley, al presidente Santos y a su asesor Jaramillo ni siquiera les van a dar casa por cárcel.

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