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La irracionalidad de Uribe-Vargas Lleras se parece a la de Trump

El rabo de paja de Uribe, por supuesto, es mucho más largo que el de Vargas Lleras. Y no solo involucra a los ya célebres “Doce apóstoles”, sino también las confesiones de un grupo de exparamilitares sobre los asesinatos que se cometieron, presuntamente, en varias de sus fincas.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
18 de octubre de 2017

Un axioma es una proposición o enunciado tan evidente que no requiere demostración. La buena voluntad es la disposición de las personas de hacer las cosas bien. La paz es, pues, un axioma, ya que el desarrollo real de los pueblos solo es posible en tiempos de tranquilidad, pero para llegar a esta es necesaria la buena voluntad.

A Barack Obama, por ejemplo, le concedieron un premio Nobel de Paz por su buena voluntad y la esperanza de hacer las cosas bien, aunque el objetivo del galardón no sea ese. Y hay que recordar que en un país como los Estados Unidos de América resulta muy difícil para un gobernante, por muy buena gente que sea, y la buena voluntad que manifieste, llevar a cabo reformas verdaderamente sociales que jalonen el bienestar de los más necesitados. Y lo es porque el capitalismo como sistema de gobierno le importa muy poco el número de pobres de una nación. De lo contrario no podría explicarse los más de 45 millones de estadounidenses que hoy viven en la pobreza, según el último informe de la United States Census Bureau (Oficina del Censo de los Estados Unidos).

El llamado Obamacare, que fue aprobado por el Congreso después de varios meses de fuertes debates, y que se convertiría en la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, recibió el beneplácito de la Corte Suprema en junio de 2015, cuando la reforma sanitaria promulgada por el presidente había sido firmada en 2010. Que el país más poderoso del planeta tenga a 45 millones de personas pobres, sobreviviendo como pueden, es solo una muestra de las grandes diferencias sociales que marcan la vida del Gran Imperio, pero también la reafirmación de que a los políticos, tanto de aquí como de allá, solo les interesa el ciudadano como elector.

Según la Fundación Robert Wood Johnson y el Instituto Urbano de los Estados Unidos, la desaparición del Obamacare dejaría a más 25 millones de personas sin seguro médico, entre los cuales el 66 por ciento serían bachilleres y asalariados y un poco menos del 40 jóvenes adultos. El afán del presidente Trump por darle fin a la ley sanitaria implementada por su antecesor, no tiene en realidad el mínimo deseo de mejorarla o ampliar su cobertura, sino borrarla de un plumazo de su administración por el solo hecho de ser parte del legado de Obama.

Lo que en realidad molestó al actual mandatario estadounidense es el incremento que sufrió la inversión en salud durante los años de su predecesor en la Casa Blanca, que alcanzó, según el mismo informe, un 17 por ciento del PIB, convirtiéndose en el tercer mayor gasto sanitario per cápita al año (9.403 dólares), solo por debajo de países como Suiza (9.674) y Noruega (9.522).

La buena voluntad de Obama, en este caso, no fue suficiente. El Obamacare es hoy historia. Con el proyecto de paz de Colombia podría pasar igual, a pesar de que la Corte Constitucional haya “blindado” los acuerdos gobierno-Farc contra los intereses particulares de los tres próximos inquilinos de la Casa de Nariño. Y podría descarrilarse porque no existe la disposición política, es decir, la buena voluntad, de algunos partidos para llevar el barco a buen puerto. Por el contrario, la idea es hundirlo sin importar sus posibles consecuencias, como ya lo han expresado algunos posibles presidenciables de la llamada “oposición”.

La guerra, hay que tenerlo claro, no termina con el último disparo, ni esa herramienta anhelada de la paz empieza con la firma de un papel. Hay que construirla. Pero los 156 líderes sociales y defensores de los Derechos Humanos asesinados en los últimos 14 meses en Colombia, según el informe de la Defensoría del Pueblo que lleva por título "Violencia y amenazas contra los líderes sociales y los defensores de derechos Humanos", presentado por su director Carlos Alfonso Negret, nos deja ver claramente lo lejos que aún está el país de llegar a un nivel de racionalidad que nos permita vivir sin destriparnos.

Resulta irrisoria y poco democrático que un par de partidos políticos que han avalado a tantos funcionarios corruptos, se opongan como gato bocarriba a la implementación de un órgano jurídico que busca indagar sobre la verdad de los hechos que llevaron a múltiples masacres de campesinos, secuestros, narcotráfico y otros acontecimientos de guerra. Irrisorio porque es una minoría que intenta imponer “sus dudas” sobre la Jurisdicción Especial para la Paz a una coalición de partidos; perverso porque más allá de “sus dudas” lo que se busca es que los muertos de la guerra permanezcan sepultados y la verdad de sus muertes con ellos.

La perversidad de Germán Vargas deja en pañales, desde cualquier punto de vista, las teorías de Maquiavelo sobre el ejercicio del poder. No solo ha llevado a cabo su campaña de presidenciable “regalando casas de interés social con dineros del Estado”, sino que de paso, con su oposición a la JEP, pretende que esos vínculos que se le atribuyen con el paramilitarismo y cuya investigación en la Corte Suprema de Justicia fue archivada por su amigo Leonidas Bustos “por insuficiencia de pruebas” permanezca en el fondo del archivador.

El rabo de paja de Uribe, por supuesto, es mucho más largo que el de Vargas Lleras. Y no solo involucra a los ya célebres “Doce apóstoles”, sino también las docenas de asesinatos que a estos se les atribuye y que según afirmaciones de exparamilitares confesos fueron cometidos en varias fincas del hoy senador de la república. Pero esto, como se sabe, es solo la punta de la madeja.

Eliminar la JEP, o hacerla inoperante, es, pues, el imperativo categórico de estos señores. Hacerle creer a una gran mayoría de colombianos desinformados que detrás de estas investigaciones hay solo una descarada persecución política, es otra apuesta para alcanzar el próximo año la Casa de Nariño. Por otro lado, está el deseo explícito, si es que alguno de los títeres del que diga Uribe llega a la Presidencia de la República, borrar de un plumazo, como lo ha venido haciendo Trump en Estados Unidos con legado de Obama, cualesquiera que sean los aportes de Santos al mejoramiento del país.

Visto desde esta perspectiva, la supuesta alianza Uribe-Vargas Lleras es, pues, la unión entre dos fuerza políticas con un pasado sumamente oscuro. “Una alianza criminal con mucha sangre seca en sus manos”, diría un periodista amigo.

En Twitter: @joaquinroblesza / E-mail: robleszabala@gmail.com