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Izquierda dos: resistencia y poder

La izquierda colombiana ha tendido tres momentos innovadores. Los dos primeros emanaron del monte y el tercero fue de fabricación urbana.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
14 de noviembre de 2014

“Las ideas como la sangre, han de estar siempre en circulación”, escribía el noi del sucre (El Chico del Azúcar) – como llamaban al dirigente anarquista Salvador Seguí – antes de que los pistoleros de la patronal catalana lo mataran a tiros en una de las callejuelas del Raval de Barcelona.

La izquierda política y social colombiana está concebida para resistir. La resistencia es su inmenso valor moral pero es también su condena. Cuando se piensa sólo en aguantar se pierde la ambición de alcanzar el poder.

La vida interna de las agrupaciones políticas y sociales de la izquierda colombiana parece detenida en la línea del tiempo. Por estar mirando hacia adentro no miran hacia afuera. De repente surge, en ese mundo contestatario, una idea innovadora que consigue despertar el entusiasmo y la esperanza. En poco tiempo esa idea se esfuma, se marchita o se estanca.

La izquierda colombiana ha tendido tres momentos innovadores. Los dos primeros emanaron del monte y el tercero fue de fabricación urbana. UP, M-19 y PDA. La Unión Patriótica fue una idea genial que, el sistema, redujo a tiros. La Transformación de la guerrilla del M-19 fue una gran apuesta que malgastaron sus propios dirigentes. El Polo Democrático urbanizó a la izquierda pero quedó relegado a mero reducto bogotano.

Entre finales de los ochenta y principios de los noventa la izquierda fue decapitada a fuego. Una pérdida irreparable. Una pena terrible que, a duras pudieron amainar con su colosal resistencia,  las nuevas generaciones. Ese gran vacío explica una parte de los problemas que afectan a la izquierda del presente.

Pero hay otras razones que dejan ver la insolvencia de la izquierda política y social colombiana y por qué diablos continúa dando vueltas en círculo sin encontrar el camino que la lleve a gobernar al país. Echemos una mirada.

Lucho Garzón y Angelino Garzón - dos personas que respeto en el ámbito particular - por ejemplo, abrieron la lata y demostraron que se podía ganar el partido con un cambio en la estrategia de juego. Lo consiguieron. Llegaron a los primeros lugares de la tabla pero cuando tenían el título a tiro de piedra alguien les hizo una oferta y se fueron a otro equipo.

Lo de Lucho y Angelino es imperdonable, incluso, desde sus propios intereses y su honor. Les pasó lo mismo que a Falcao, uno de los mejores rematadores del mundo, quien dejó de jugar la Champions con el Atlético de Madrid y disputar la final con el Real Madrid para irse al Mónaco, un equipo que no pinta nada en las actuales competiciones. Falcao recaló en los Diablos Rojos de Manchester pero sin el fuelle de antes. Los garzones están en tierra de nadie. Para los aristócratas son unos advenedizos y para la izquierda unos traidores. El presidente no me llama, se queja Angelino.

No es lo mismo el caso de Petro. El puñetero es bueno pero tiene una personalidad muy complicada. Una de las particularidades de la izquierda latinoamericana es el caudillismo y sobre eso no hay nada que hacer en los próximos 100 años. Si el líder tiene una personalidad complicada puede complicar las cosas y es lo que pasa con Petro. Su defensa de lo público y su visión de ciudad incluyente, democrática, y ecológica, es legítima y defendible. Pero lo más complicado es defender las complicaciones de Petro. 

Los palpitantes amigos de la Marcha Patriótica, por otra parte, decidieron esta semana participar en las elecciones locales de 2015. Me encanta esta decisión. Pero en las pasadas elecciones legislativas y presidenciales dijeron en un comunicado confuso, redactado por algún friki, que se negaban a participar pero, vaya, los militantes quedaban en libertad de votar por X, por Y, en blanco o por nadie.

Lo mismo hizo el PDA en la segunda vuelta presidencial. Que cada uno haga lo que quiera. Como el capitán del ferry coreano condenado la semana pasada a 36 años de prisión por dejar a su suerte a los 467 pasajeros cuando se hundía el transbordador. Eso en política se paga. No con cárcel o la vida, como en Corea del Sur, pero si con pérdida de apoyos. Una formación política que aspira a seducir al público no se puede andar con rodeos.

La política es un asunto de oportunidad. Es como el surfista que espera el momento exacto para encaramarse y cabalgar sobre la cresta de la ola. Si el surfista se lanza antes o después la ola lo puede revolcar y en algunos casos estrellarlo contra la arena y matarlo. Esto vale para la izquierda que cree vivir en una playa salvaje en donde las olas – las luchas sociales - son gigantescas e infinitas y suceden durante los 365 días del año. Si la izquierda no empata en el momento oportuno la lucha social con las citas electorales se queda finalmente sin la lucha y sin las curules.

Los activistas quieren tropel todo el año. No duermen. Agarran fiebres y deliran. De repente se despiertan con un grito y caen en la cuenta de que es una pesadilla y no una conspiración. El campesino, en cambio, va al tropel pero también está pensando en los animalitos que quedaron solos en la finca y no hay quien les eche el maicito o en la hoja que hay que cosechar. Eso no lo entienden los activistas. Para algunos de ellos la lucha es una diversión.  

Por perderse en discusiones inútiles la izquierda colombiana no fue capaz de aprovechar el maravilloso año 2013 y realizó una de las operaciones políticas más ruinosas de su historia electoral. Es de manual. La insatisfacción social, digo, debe la izquierda trasladarla al sistema electoral, pero hubo corrientes que no estaban por la tarea porque se dejaron llevar por las ilusiones, y, “no hay nada más peligroso que las ilusiones”, escribió en sus notas de publicista, un viejo amigo por allá en al año 22.

Alguna gente de la izquierda colombiana me ha preguntado sobre el fenómeno “PODEMOS”, la formación liderada por Pablo Iglesias que va a modificar radicalmente el mapa político español el próximo año. Qué son. De dónde salieron.

No son unos aparecidos. Allí estaban. Esperando. Son gente audaz, les digo, que entendieron lo que es la oportunidad política. Saben que España pasa por un momento singular y se han puesto a la tarea de convertir en votos la insatisfacción social y el hartazgo contra la corrupción. Votos, curules, gobierno. No hay una segunda oportunidad y quieren aprovecharla.

Colombia no es España. Nos parecemos y nos diferenciamos. Hay cosas de “PODEMOS” que podemos hacer. Pero no todo lo podemos hacer porque la izquierda criolla, la nuestra, tiene sus mañas. Buenas y malas mañas. Con las buenas mañas se puede. Podemos.     
Post Scriptum: La tercera y última entrega será la próxima semana. 

En twitter: @Yezid_Ar_D

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