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COLUMNISTA INVITADO

La verdad en medio del humor

Algunos miembros del Ejército construían presuntamente en la clandestinidad un matrimonio con los paramilitares como evidencian investigaciones adelantadas.

Semana.Com
22 de agosto de 2014

¿Se puede tratar la verdad de los problemas de Estado con chiste o burla? 

Según Freud, el chiste es una forma de desfigurar la realidad. Pero también para Freud el chiste logra placer y también permite romper una especie de obstáculo entre el medio externo y el interno. De igual manera, el chiste oculta la burla que se quiera hacer sobre asuntos censurados y en esa medida elimina límites y posiblemente abre el espacio para tratar o dejar en evidencia temas vedados. 

En este sentido, entre chiste y burla, existen diferencias. Una de ella es que la burla en muchas ocasiones es enfocada hacia personas y sobre ellas se convierte un contexto real en gracioso o no serio. 

En Colombia y en el mundo, es costumbre llevar los asuntos políticos al campo de la diversión a través de chistes o dramatizados. Irónicamente, hechos, decisiones o pronunciamientos que pueden llegar a producir efectos sociales negativos y de gran envergadura, son insumo para la diversión del pueblo colombiano y es a través de la radio, la televisión y el teatro, los medios usados para su divulgación. 

Fue Jaime Garzón, de profesión abogado, el colombiano que tuvo la osadía de llevar grandes problemas del país al campo humorístico. Los expertos en estos asuntos podrán ubicar su trabajo entre burla o chiste. Pero independientemente de una u otra cosa usó la risa para revelar verdades y poner ante el escrutinio público todo aquello que era ocultado por las ramas del poder negro que se han dedicado a amedrantar a la población.

Por aquella época, me encontraba en la transición entre la vida militar y la civil. No me era común escuchar a un civil reírse de las autoridades y menos de manera pública. Mi mente aún mantenía la configuración del cumplimiento de órdenes, la subordinación e incluso aquel mandato constitucional que rezaba: “En nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad”. Bajo esta concepción no lograba considerar el trabajo del humorista dentro de los límites del respeto. 

Así las cosas, veía algunas de sus representaciones como irrespetuosas pero además observaba en ellas la forma para conducir al ciudadano a sentirse con las facultades para que también burlaran la autoridad, la institución o al gobernante. La televisión es la mejor forma de asimilar mensajes. Desde este punto de vista, percibí riesgos en el ambiente sin pensar qué podía existir detrás de las actuaciones.

Había de todo. Uno de los elementos era el paramilitarismo; hoy día calificado como delito pero para los años noventa la actividad era compartida por muchos. Fue más común en la Costa Atlántica, especialmente en los departamentos de Córdoba y Sucre. Las Fuerzas Militares, representadas en algunos miembros del Ejército, construían en la clandestinidad un matrimonio con los paramilitares pero todo era considerado como una acción de colaboración entre civiles y militares. El flagelo delincuencial de la guerrilla se había extendido y a la vez tomado diferentes formas pues ya no sólo era el combate en las montañas y en selva. El secuestro y la extorción crecían a pasos agigantados; la guerra siempre ha sido cara y por ello buscaban financiamiento pero también presión psicológica en la población con el fin de desestabilizar. 

A esas alturas la estrategia de guerra cambiaba. Los cursos regulares de contraguerrilla, paracaidismo, lancero, comando anfibio, entre otros, se volvían desactualizados pues la experticia militar adquirida con ellos no lograban apaciguar la intimidación guerrillera. Dado lo anterior, era necesario cambiar la estrategia de combate y se entró al todo vale; normal en toda guerra que lleva muchos años.

Mientras eso ocurría en el área de combate, en las ciudades se vislumbraba el peligro naciente. Fue Jaime Garzón el termómetro. Pero además poco a poco fue entrándose en el ambiente y quedó en medio del fuego cruzado al punto que llegó el día en donde una bala lo alcanzó.

No son muy claras las escenas por fuera de cámaras. Lo que sí se hizo evidente, a través del humor, fue su posición en contra de los grupos y de todos aquellos que se armaron por su propia voluntad o convencidos por los que tenían intereses oscuros al interior del conflicto.

Entonces, Jaime Garzón puso en evidencia y en forma burlesca una realidad estatal. A la vez también dejaba ver la existencia de un Estado descuadernado toda vez que en medio de la parodia y la burla fue la forma para dejar ver grandes problemas del Estado y la negligencia que sobre ellos crecía. Grandes problemas que seguramente eran conocidos por la institución pero para muchos era mejor mantenerlos ocultos.

*Magister en economía
Profesional en Ciencias Navales.

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