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El statu quo mediático ya tomó partido

Muchos colombianos, muchísimos, no despegan sus ojos de los 'smartphones', el aparato inteligente en el que se desarrolla la batalla electoral a través de las redes sociales. Destronaron a los medios de comunicación en su ancestral y arraigada posibilidad de incidir en las elecciones.

Javier Gómez, Javier Gómez
5 de marzo de 2018

Y no es para menos. Es tan evidente la carga ideológica de la mayoría de los medios periodísticos que constantemente se revelan como simples máquinas políticas que presionan a favor de los objetivos corporativos de sus propietarios. Buscan, a través de las encuestas, manipular la opinión y, cuando les son adversas, no ocultan su frustración al ver que el candidato de su predilección está fuera de combate y se ufanan de poseer tramas, en muchos casos ficticias, para enlodar las aspiraciones de quienes no les son afectos. No admiten críticas y se consideran omniscientes; descargan sus poderosas baterías (micrófonos, cámaras y algo más) contra quienes se atreven a cuestionarlos. Hacen piña, se autoentrevistan y se ponen de acuerdo para promover la cizaña. Sí, porque de cizañeros está lleno el periodismo colombiano, con algunas excepciones claro está.

Siempre hay que culpar a alguien de los males de la sociedad. Evidentemente los omnipresentes medios de comunicación nunca lo son, son inmunes, refractarios. Creen tener la verdad revelada y se embadurnan de una credibilidad que no tienen. La sociedad se cansó de que se utilice el periodismo para promover la ignorancia y para distorsionar la realidad con mentiras descaradas. 

Esa perversa proclividad de algunos medios a defender intereses distintos a los de la sociedad en general, es nociva y dañina para el país; y, lo peor, es que se utilice la cobertura mediática de manera malintencionada para propagar una realidad deformada de los hechos, que no se ajusta, ni de lejos, a lo que padecemos a diario los colombianos y que nada tiene que ver con los acontecimientos que ocurren en la vecina Venezuela.

Constantemente hablan del ambiente de polarización que se vive en el país, pero desde los púlpitos mediáticos no se hace otra cosa que alimentar la atmósfera de la confrontación ideológica. No dudan en descalificar sistemáticamente al candidato que se opone a sus intereses, utilizando perversamente el miedo como estrategia. Dijo recientemente un activo periodista, con responsabilidad de mando, que “la gente en Colombia está tomando el camino de Miami por temor a que esto se vuelva una nueva Venezuela”. Esto solo se le ocurre a una mente retorcida. Una mala persona no puede ser un buen periodista, dijo alguna vez Kapuscinski.

Muchos medios y periodistas transitan por los caminos de la opulencia y no miran al lado, nada los detiene y poca autocrítica se hace. Son omnímodos. Por ello siempre es bueno acudir a los ejemplos. Veamos: después de haber desempeñado un papel en la consolidación del gobierno del presidente Uribe y de haber apoyado su Seguridad Democrática avalando con ello los falsos positivos, los medios de comunicación dieron un triple salto a favor de la Paz de Santos. Nunca nos explicaron cuál fue la alquimia que los llevó a cambiar de posición. Siempre caen parados, sin importar quién los gobierne. En la Colombia de hoy al statu quo mediático le asusta que una alternativa distinta llegue al poder y ponga en peligro los privilegios de los que hacen gala amparados en una supuesta imparcialidad.

Por ello, volviendo al comienzo, hoy los colombianos no se despegan de ese territorio virtual que les abre el camino a expresar sus opiniones o a hacer manifiesta una posición crítica sobre la realidad del país. Ya no es necesario sintonizar una hora prima de noticieros hipócritas para informarse sobre la realidad de nada. Cada cual tiene en sus manos el poder de buscar sus temas de interés, de interactuar y debatir con los demás. Nunca antes tuvo el ser humano, ni que decir el colombiano promedio, tanto acceso a la información.

Y los medios, sorprendentemente renuentes a aceptar que su poder de influencia se les escapa de las manos a la velocidad del rayo, se ven relegados al espacio del publirreportaje, de la anécdota, de los chismes, de la más cretina farándula política.

@jairotevi

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