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Tres películas por una sociedad distinta

Un amigo, de esos locos por el cine, me decía: “tal vez una razón por la que no quisiera morirme, es por no dejar de ir al cine”. Lo comparto firmemente.

Javier Gómez, Javier Gómez
19 de febrero de 2018

Es que el cine te pone en contacto con lo inverosímil, con la magia, con todo aquello que, incluso, no te imaginas. 

Para eso vamos al cine, a andar por las nubes a imaginarnos mundos surrealistas, una sociedad distinta para ponerla en evidencia con sus contradicciones y bondades. Vamos a estremecernos, a recibir cachetadas y, lo mejor de todo, a divertirnos. Por eso les quiero hablar, desde mi humilde óptica de un cinéfilo impenitente, de tres películas, todas ellas americanas, que se disputan el favor de la crítica ahora que está próxima la gala de entrega de los Premios de la Academia.

La primera es “La Forma del Agua” de Guillermo del Toro. Es un tesoro de filme, sin duda. Es estéticamente pura y soñadoramente adorable. Es una película políticamente incorrecta en la era de Donald Trump, un presidente homófobo, xenófobo y racista. Todo conspira en ella contra el empresario: es una cinta cuya protagonista, muda mas no por ello menos contestataria, convive con un homosexual, tiene de mejor amiga a una mujer negra, y se enamora de un inmigrante ilegal: una criatura amazónica cuya forma es, precisamente, la amalgama perfecta para esta metáfora fílmica sobre la vida en unos Estados Unidos donde las disputas raciales, migratorias y de género están a la orden del día. En “La Forma del Agua”, del Toro le da cabida a la humanidad, al sueño del inmigrante capaz de construir en la marginalidad y pensar un mundo por fuera de los excesos y las estridencias de una sociedad caótica y excluyente, postrada, aún, ante los designios de una guerra fría caduca e irracional que parece tomar nuevos aires, aunque en un escenario multipolar, en estos tiempos turbulentos.

La otra cinta es “The Post: los Papeles Secretos del Pentágono”, dirigida por el maestro Steven Spielberg. Magistralmente interpretada por Meryl Streep y Tom Hanks. Tiene un enfoque coyuntural fantástico. Con toda la intención, le recuerda a la Casa Blanca que, en los Estados Unidos, el poder tiene límites y que las instituciones americanas funcionan porque operan con independencia y con lealtad hacia sus orígenes fundacionales. Traer a colación la historia como recurso discursivo a través de un filme es la mejor manera de recordar que los excesos de poder se pagan; esa era, sin duda, la intención de los guionistas. El mensaje, aunque simple, es contundente: en los Estados Unidos la rama ejecutiva del gobierno no ha resultado impune en el pasado frente a la opinión pública porque su campeona principal, la prensa libre, que hoy está bajo ataque directo de la Casa Blanca, no olvida que la fortaleza de la sociedad civil reside en la circulación transparente y fidedigna de información, provenga de donde provenga.

Y la tercera producción es, en una palabra, magistral. Es el humor negro en su máxima expresión: “Tres Anuncios por un Crimen”. Es una historia hondamente crítica que se vale del humor negro más visceral para mostrarnos una sociedad estadounidense que poco se toma en serio, en la que los valores tienen importancia hasta que se empiezan a diluir en un espejismo de aparente eficacia institucional. Una sombra que oculta y desprecia las múltiples contradicciones sociales que aún yacen en el seno de la nación sureña de los Estados Unidos: violencia racial, violencia policial, violencia intrafamiliar. Es el relato de una sociedad gringa del “Sur Profundo”, decadente, que está a distancia de los centros de poder y que vincula a sus tradiciones, incluso, la justicia por mano propia. El film presenta, en suma, pausada y detalladamente una sociedad que actúa y decide, que en ausencia de instituciones protectoras se arroja al reclamo e incluso a la violencia, que abiertamente desacredita a quienes incumplen el pacto social, y que exige sin temor y sin palabras corteses que cada miembro de la sociedad asuma la responsabilidad que ha adquirido con los demás. Una oda fílmica contra la impunidad, que le recuerda a los estadounidenses que el camino hacia “una sociedad más perfecta” es todavía largo y escabroso.

Tres cintas estupendas, atiborradas de sentido crítico. De una honda expresión artística, política y social que atañe, particularmente, a la sociedad estadounidense, pero que nos es relevante a las demás sociedades que compartimos con ella sus valores democráticos. Son un ejemplo de lo que podemos lograr con el cine nacional, cuando asumamos con sentido mordaz nuestra propia historia; y cuando nuestras producciones decidan contar, sin tapujos, las verdaderas contradicciones de una sociedad ausente de identidad y proclive a emular modelos foráneos.

@jairotevi

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