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Lo impopular, lo antipopular

En las democracias hay medidas y acciones impopulares y otras antipopulares y la colombiana no es la excepción, comienza el año 2017 sumergido en esos dos estados de ánimo.

Javier Gómez, Javier Gómez
6 de enero de 2017

Las impopulares se explican por hechos o excesos que estremecen el ámbito social. Por ejemplo, cuando una figura pública, en un momento de soberbia y desmesurado poder le mete un bofetón a su subordinado porque sí, sin más. Porque “me dio la gana y porque soy el vicepresidente”.

La reacción popular, por supuesto, fue de indignación pues es un hecho que corrobora la profundización de la grieta social en el país y la inveterada costumbre social de resolver las diferencias a trompadas, cuando no es a gatillo puro.

No se le puede poner punto final a este vergonzoso hecho, así los medios traten de minimizar la violenta acción del Vicepresidente Vargas Lleras. Es necesario atizar el debate, la disculpa pública (a regañadientes) no es el lavamanos. La institucionalidad cuenta con herramientas eficaces en la estructura disciplinaria para que un funcionario de alto rango responda por este improperio que no es solamente contra el escolta-servidor, sino contra la sociedad entera.

Lo impopular hoy está representado fielmente en el vicepresidente Vargas Lleras: violencia pública para que “los demás aprendan”. “La letra con sangre entra”, a lo feudal. Que error de cálculo del próximo candidato presidencial.  

Lo antipopular: esta se explica cuando en conjunto la sociedad recibe un batacazo económico, por ejemplo. Un gobierno que firmó sobre piedra “el no incremento de impuestos”, lo hace y decide meterle la mano al bolsillo de sus ciudadanos en detrimento de sus ingresos y, de paso, favoreciendo a los más ricos de la comarca.

Mientras la corrupción se apodera impunemente de los recursos públicos, el gobierno aprueba en complicidad con los congresistas, elegidos por el pueblo, una Reforma Tributaria regresiva e inequitativa: antipopular.

Es antipopular la cascada de impuestos que desde este primero de enero comenzamos a pagar los colombianos para tapar, entre otros, el hueco que dejó el descarado robo a Reficar cuyo tumbado costó la Reforma Tributaria que hoy nos impuso el gobierno Santos. Esos dineros que hoy deben estar en los “panamá papers” o en las Islas Vírgenes y que gozan de protección del opaco sistema financiero. Como dicen en la calle “esa platica se perdió”. Esto sin contar con los sobornos de Odebrecht.

La corrupción carcomió el modelo político y económico del país, y creerse el cuento que los evasores pagarán cárcel es de ingenuos cuando solo serán castigados capitales superiores a cinco mil millones de pesos. Esta gabela solo servirá para lavar ingentes cantidades de dinero.

Ese es el debate para las próximas elecciones: poner en evidencia a los corruptos —públicos y privados—, para que estos DOCE BILLONES de pesos que nos sacarán vía IVA y CUATRO por mil, no terminen en las arcas de los bandidos.

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