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Vivir en democracia

Definitivamente al expresidente Uribe le cuesta vivir en democracia. En un país serio sería una figura política marginal.

Javier Gómez, Javier Gómez
29 de junio de 2016

Ahora propone “llenar de paramilitares Venezuela” para sacar al presidente Maduro del poder. Es decir, ni la Asamblea de Diputados elegida recientemente ni las instituciones de ese país son capaces de resolver, según el senador Uribe, sus propios problemas con autonomía, soberanía y en democracia.  

Aquí en Colombia se opone al plebiscito para que sean los colombianos quienes digamos en las urnas si acogemos o no el acuerdo final que firmarán el gobierno y las FARC para acabar con más de 50 años de guerra.

Acude al miedo como bandera para atiborrar de infundios el proceso de paz. Hacer oposición con mentiras es tan subversivo como la guerrilla misma.

Se queja, junto a su bancada del Centro Democrático, que las mayorías en el Congreso “impongan” los acuerdos pactados en La Habana incluyéndolos en el acto legislativo para la paz sin poder discutir su contenido. Se olvida el expresidente que durante los ocho años de su administración esas mayorías parlamentarias le fueron leales, y modificaron la Constitución para aprobar un “articulito” que permitió su reelección. Algunos observadores dicen que los ocho años del gobierno de Uribe fueron seguros, pero no democráticos.     

En fin, es que vivir en democracia tiene sus costos, a veces se gana a veces se pierde. Y en este tablado tendrán que entrar a jugar su rol político las FARC. Su tarea, creo yo, es comenzar a construir una propuesta en el escenario de la paz. Ahora, sin armas.

Más allá de los puntos por resolver, que obedecen en su mayoría a los tecnicismos de la guerra como la ubicación, dejación de armas, seguridad etc., todos importantes, es pertinente observar qué le espera a los exguerrilleros de las FARC cuando asuman el catálogo de partido político en la legalidad.

Vivir en democracia, es decir, pasar de los códigos de la guerra a la conquista  de sus potenciales electores a través del discurso y la propuesta, es lo que harán. Pero no será un camino de rosas. Muchos fueron los pobladores y campesinos que sufrieron el rigor de sus atropellos, por tanto no dudarán en exponer sus reclamos y frustraciones; y pondrán de presente las amenazas con que la guerrilla los obligó a acompañarlos en una lucha, que en copiosos  casos, no era la de ellos.

Cuando cedan la palabra, se encontrarán con una población resistente a cualquier representación política. “lo importante es que no habrá más bala, pero  lo que propongan en política me da lo mismo”, decía un poblador de los llanos del yarí, en el Departamento del Caquetá, al referirse a las guerrillas ya desmovilizadas y lanzadas a la arena política.

Vivir en democracia no ha sido fácil en Colombia si la situamos en los acuerdos excluyentes entre élites políticas y económicas cohesionadas, aferradas al poder, y que han sido causa y efecto de la violencia política que hoy queremos resolver vía negociación.

En el inmediato futuro, producto de la paz, se afianzarán dos posiciones políticas antagónicas, Centro Democrático - Farc, y las dos tendrán que coincidir en la plaza pública, cada una, desde su perspectiva, defendiendo su proyecto político. Eso se llama vivir en democracia.  

*Periodista

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