Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN ON-LINE

¿Después de logrado el acuerdo, la guerra?

La hazaña lograda puede verse totalmente esterilizada por cuenta de la obsesión presidencial en el Plebiscito que constituye una amenaza contra lo logrado.

Jesús Pérez González-Rubio , Jesús Pérez González-Rubio
23 de junio de 2016

Hoy es un día de felicidad para todos los colombianos por cuenta de haberse firmado el Acuerdo de cese bilateral y definitivo de fuegos y hostilidades con las Farc, la dejación inminente de las armas en manos de la ONU, las zonas de ubicación y las medidas de seguridad para los guerrilleros. Un día de gloria para el país que debemos agradecerle al presidente Santos y su equipo de negociadores. Como lo dice Marisol Gómez en El Tiempo de hoy, este Acuerdo “es el más importante, el más significativo y el de mayor peso histórico” aún respecto del Acuerdo Final.  Es que es el fin de la guerra con las Farc.

Pero también es un día de preocupación pues la hazaña lograda puede verse totalmente esterilizada por cuenta de la obsesión presidencial en el Plebiscito que constituye una amenaza contra lo logrado en el día de hoy , conforme a la propia decisión del Presidente expresada en los siguientes términos:

Se ha querido decir que si el plebiscito se niega vamos a poder negociar un acuerdo mejor. No, no se equivoquen. Si el plebiscito no se aprueba volvemos a la guerra, así de sencillo, no es que vamos a volver a la mesa de negociación, volvemos a la guerra. Esa es la verdad. Tenemos información amplísima que ellos están preparados para volver a la guerra y a la guerra urbana, que es (…) mucho más demoledora que la guerra rural”. (Negrillas, mías).

De las palabras del presidente se deduce con facilidad que él es consciente de la opción de continuar las negociaciones para adaptar los Acuerdos a la voluntad de los colombianos expresada en las urnas. Prefiere, sin embargo, tomar la decisión de la guerra contra las Farc, tal vez sin conocer la voluntad de és tas, que en todo caso no serían responsables directas del eventual resultado adverso en las urnas.

¿Será posible que la Corte Constitucional no tome nota de las implicaciones que tienen estas palabras del Presidente en cuanto ponen en peligro el derecho colectivo e individual a la paz,  existiendo como existe la alternativa de, firmado el Acuerdo Final, pasar inmediatamente a su implementación en el Congreso, representante legítimo de la soberanía popular?

En mi opinión, el Presidente con estas frases desafortunadas formula no una amenaza sino dos, incongruentes con el final de la guerra con las Farc que hoy se pacta: 1) “Si el plebiscito no se aprueba volvemos a la guerra”. Amenaza genérica. 2) “Tenemos información amplísima que ellos (las Farc) están preparados para volver a la guerra y a la guerra urbana”. Amenaza concreta.

La Corte Constitucional queda notificada. Si hay Plebiscito y éste lo pierde el Gobierno, su responsabilidad en la guerra que anuncia el Presidente no la podrá soslayar. Y todo por no haber sabido defender la Carta de Derechos al darle paso a esa consulta.

Pero le cabrá una responsabilidad adicional: Los derechos constitucionales fundamentales no dependerán en adelante de la Constitución en cuanto a su existencia, estabilidad y eficacia sino de la suerte que corran en las urnas, y peor aún,  a través de plebiscitos. Esa jurisprudencia, de producirse según “la ponencia” que nos trae con gran despliegue El Tiempo (18 de junio 2.016), evidentemente contrariaría el Estado Constitucional de Derecho, amenazaría las garantías de la oposición y en general de las minorías, por la elemental razón de que sus derechos quedarían en manos de la dictadura de las mayorías y no de la supremacía de la Carta.   Mayorías para suprimir los derechos fundamentales de sus pueblos tuvieron los más horrendos dictadores de Europa desde Hitler hasta Franco pasando por Mussolini y Salazar, entre otros.

Si es posible someter el derecho fundamental  a  la paz, derecho síntesis porque es el que permite el disfrute de muchos otros derechos, a la decisión de los electores con el riesgo de que gane la guerra,  eso significa que cualquier otro derecho como el de la igualdad, puede correr la misma suerte, quedando así las minorías desamparadas.

Esa sí será la semilla de muchas guerras futuras como lo fue en el pasado la eliminación de los derechos políticos  para  quienes  no  fueran  liberales  o conservadores  por el “Plebiscito de  1.957”.  Así como hay quienes quieren limitar la libertad del ciudadano obligándolo a votar y si no vota sancionándolo con la pérdida de la libertad de movimiento, de acceso a la contratación y a la función públicas, no faltará a quien se le ocurra, por ejemplo, en nombre de las “buenas costumbres”, que los homosexuales no deben tener derecho a desempeñar funciones públicas, quizá con el argumento de que representan “un mal ejemplo” para la sociedad y que debemos ayudar a la Divina Providencia a librarnos de ese “mal”.

Colombia sería como Arturo Cova, el célebre personaje de La Vorágine de José Eustasio Rivera, quien jugó su corazón al azar y se lo ganó la violencia. Colombia jugaría su destino al azar de las urnas con la posibilidad de que se lo gane la guerra. ¡Qué triste y desafortunado sería que hoy firmáramos el Acuerdo del fin del conflicto con las Farc, y mañana, si gana el no en el Plebiscito, saliéramos para la guerra!

Dios quiera que la Corte Constitucional, a diferencia del Ponente,   al momento de decidir, no olvide los precedentes jurisprudenciales  que ella misma ha establecido, por ejemplo, en la sentencia C-150/2015,  la C-180/94, y adicionalmente en la siguiente:

la eficacia de los derechos fundamentales en la Constitución de 1991, están asegurados por la Corte Constitucional. Esta nueva relación entre derechos fundamentales y jueces significa un cambio fundamental en relación con la Constitución anterior; dicho cambio puede ser definido como una nueva estrategia  encaminada  al  logro  de  la  eficacia de  los  derechos,  que consiste  en  otorgarle  de  manera prioritaria al juez, y no ya a la administración o al legislador, la responsabilidad de la eficacia de los derechos fundamentales”. (T-406/92, num. 12) (Negrillas, mías).

Como si todo lo anterior fuera poco, la campaña por el sí y por el no del Plebiscito amenaza con ser sangrienta. Sería una ironía del destino que en la lucha por alcanzar la paz se le abriera en razón del Plebiscito posibilidad a la violencia. Dice El Tiempo premonitoriamente en su editorial del  20 de junio pasado: “Sería un grave error sumergir a los ciudadanos en las calderas del sectarismo político, donde se comenzó a cocinar esta violencia que hoy buscamos detener”. Es ese precisamente otro de los riesgos del Plebiscito pues en éste, a diferencia de lo que acontece con los otros mecanismos de consulta, “el pronunciamiento  popular  no  se  desprende  totalmente  de  la  persona  misma  del  Presidente  de  la República”.

Pero es que, don Roberto, “Esto no es Dinamarca sino Cundinamarca”, según el diagnóstico del maestro Darío Echandía.

*Constituyente 1.991

Noticias Destacadas