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Aunque no compartamos íntegramente el acuerdo, votemos por el 'Sí'

Tenemos tres obligaciones para votar 'Sí': la moral para evitar muertes, la constitucional para cumplir con el artículo 95 de la Carta y la religiosa para "ser llamados hijos de Dios”.

Jesús Pérez González-Rubio , Jesús Pérez González-Rubio
8 de septiembre de 2016

Supuestamente todos queremos la paz pero los que vamos a votar por el ‘Sí‘, evidentemente la queremos más que los que van a votar por el ‘No‘. La queremos aquí y ahora. No dentro de 20, 50 o 100 mil muertos. No después de nuevos innumerables secuestros, destrucción de la infraestructura petrolera, incremento de los desplazados, atentados contra nuestros ríos, degradación del medio ambiente, niños mutilados por las minas quiebra patas o incorporados a la guerrilla, cuantioso gasto militar en aviones de combate, en bombas inteligentes, en fusiles, en ametralladoras, en balas, en sostenimiento de 450.000 hombres sobre las armas, operaciones costosísimas de bombardeos, todo lo cual pone en peligro el presupuesto nacional que hoy tiene un déficit considerable de alrededor del 7 % del PIB, frena el crecimiento económico del país, y exige más impuestos de los colombianos, impuestos para la guerra como el establecido “sobre el Patrimonio” en la administración Uribe, cuando pueden ser impuestos para la paz, lo que no sólo es más noble sino menos costoso, puesto que la paz es más barata que la guerra. Con sólo lograr la paz el PIB crecerá, según los economistas, entre un 1 y un 2 % adicional. Este país puede dar un gran salto adelante si se decide a votar positivamente los Acuerdos de La Habana.

El señor vicepresidente, Germán Vargas Lleras, le ha hecho un gran favor a la opción del ‘Sí‘ en el plebiscito, tanto como la gran periodista María Isabel Rueda, pues le han puesto de presente a los colombianos que a pesar de los reparos, fundados o no, sobre distintos puntos de los tantos que contienen las 297 páginas del Acuerdo para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, ello no es óbice para votar por el ‘Sí‘, al considerar que globalmente, en sus grandes líneas, el Acuerdo consulta los mejores intereses del país y de sus gentes. María Isabel Rueda es particularmente elocuente: “Pero he decidido votar ‘Sí‘ al plebiscito porque después de reflexionarlo mucho, y de estar emocionalmente inclinada por el ‘No‘, no le encuentro a este ninguna utilidad”... “Voy a votar ‘Sí‘ para derrotar a las FARC en las urnas”... “Voy a votar ‘Sí‘ porque no me gusta el país que tenemos, y lo mejor que podemos hacer para perpetuarlo es quedarnos quietos”... “Voy a votar ‘Sí‘ porque es ético tenderle la mano al enemigo que nos la tiende. Pero también para poder mirarlo a los ojos cuando nos traicione”... “Votaré ‘Sí‘ porque el ‘No‘ nos deja en el pasado y quiero ser protagonista de las cosas que están por venir”. (El Tiempo, 4 de septiembre 16, p.7)

En la misma situación de relativo descontento deben estar casi todos los colombianos incluidos los que elaboraron, de un lado y del otro, paso a paso y de manera dificultosa y durante 4 años de negociaciones el Acuerdo Final para la terminación del conflicto armado entre el Estado y las FARC, pues lo propio de las negociaciones es conciliar puntos de vista opuestos. El resultado final no consulta nunca las aspiraciones máximas de ninguna de las partes. Entre esas aspiraciones máximas y los mínimos que resultan aceptables, están siempre los acuerdos. El de La Habana no es una excepción a esta regla. Lo prueba el hecho de que las FARC querían amnistía para todos sus miembros y terminaron aceptando la Jurisdicción Especial para la Paz, como también lo hizo el Gobierno, pues no es razonable pensar que un grupo alzado en armas contra el Estado va a negociar para irse a la cárcel, aunque admiten hacerlo en caso de que no digan ante la mencionada Jurisdicción la verdad completa. Tampoco es razonable pensar que van a hacer la paz para cosa distinta de “cambiar las botas por los votos”, o “echar lengua en lugar de echar balas”.

Es decir, participar en la vida política del país a través de los métodos que la Democracia ofrece. Cualquiera entiende que estos dos puntos del Acuerdo sean líneas rojas para las FARC, y que si gana el ‘No‘ lo más probable es que ellos no se moverán de esta posición. Tan es así, que como nos lo ha dicho el General Javier Flores a través de La W, existe un Protocolo para que las FARC vuelvan a sus campamentos (y a partir de allí a sus andadas) en caso de que gane el ‘No‘. Perderíamos una oportunidad inmejorable para una mejor Colombia.

De suerte que las descalificaciones que le han llovido al Vicepresidente llamándolo “irresponsable” me parece que no consultan el espíritu de paz y reconciliación que anima a los Acuerdos de La Habana. Debería imitarse el lenguaje, la cordialidad, el cuidado en el trato que caracteriza a Humberto De La Calle. Él es la prueba de que lo cortés no quita lo valiente. El anatema, la descalificación, el ataque personal, la falacia ad hominen, no es concordante con el espíritu de paz y reconciliación que debe anidar en todos los colombianos. Tampoco con el Acuerdo en el cual es posible leer: “Adicionalmente, el Gobierno Nacional y las FARC-EP expresan su compromiso de contribuir al surgimiento de una nueva cultura que proscriba la utilización de las armas en el ejercicio de la política y de trabajar conjuntamente por lograr un consenso nacional en el que todos los sectores políticos, económicos y sociales, nos comprometamos con un ejercicio de la política en el que primen los valores de la democracia, el libre juego de las ideas y el debate civilizado; en el que no haya espacio para la intolerancia y la persecución por razones políticas. Dicho compromiso hace parte de las garantías de no repetición de los hechos que contribuyeron al enfrentamiento armado entre los colombianos por razones políticas”. Ojalá las descalificaciones no lluevan sobre María Isabel por cuenta de que va a votar ‘Sí‘ a pesar de sus múltiples críticas al proceso y al Acuerdo pues prefiere no vengar el pasado para salvar el futuro.

Estamos luchando por la paz a la cual conducen los Acuerdos, por el perdón y la reconciliación entre todos, absolutamente todos los colombianos.

El expresidente Gaviria se adelantó a los hechos y planteó que la reconciliación no podía ser sólo con las FARC sino con todos los que han participado directa o indirectamente, de una u otra manera, en el conflicto. Es lo que finalmente terminó imponiéndose en los Acuerdo de La Habana y particularmente en la Jurisdicción Especial de Paz.

Como la paz es indivisible, está bien que el Gobierno busque iniciar negociaciones con el ELN, y está bien que haya puesto como condición que liberen a los secuestrados para comenzar formalmente la etapa pública de las conversaciones. Pero es igualmente necesario tener una política ambiciosa de sometimiento a la justicia para las Bacrim que bien pudiera estar inspirada en los decretos del gobierno Gaviria en la época de Pablo Escobar y en la ley 975/05 de Justicia y Paz del gobierno Uribe. La promesa de no extradición podría jugar un papel importante en este punto.

Tenemos la obligación moral para evitar muertes de votar ‘Sí‘. La obligación constitucional para darle cumplimiento al artículo 95 de la Carta de votar ‘Sí‘. Y también la obligación religiosa de votar ‘Sí‘ pues Jesús de Nazareth nos dijo: “Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”.

* Constituyente del 91.

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