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Un monstruo de mil cabezas

Cartagena, como ya lo he dicho en este mismo espacio, es el nido de la rata, una enorme que da a luz cada cuatro años una camada numerosa.

Joaquín Robles Zabala
13 de octubre de 2015

La corrupción administrativa, ese cáncer que parece direccionar la política nacional desde hace varias décadas, es un lugar común, pero cuando no se denuncia, o se mira para otro lado, lo que se está haciendo en realidad es alimentar un monstruo de mil cabezas, hambriento, que termina devorándolo todo: el presupuesto destinado a la salud, a la educación, a la infraestructura y al trabajo. Lo que está pasando en materia política en Cartagena de Indias, es similar a lo que viene dándose desde hace un tiempo en Barranquilla, y que, como lo muestran las encuestas, puede empezar a hacer retroceder también a Medellín a la época de Pablo Escobar si los esbirros del expresidente y senador Uribe alcanzan la administración de la capital antioqueña y la del departamento.

Cartagena, como ya lo he dicho en este mismo espacio en otras oportunidades, es el nido de la rata, una enorme que da a luz cuatro años una camada numerosa de raticas. Y que, al parecer, lo va a seguir haciendo durante varias décadas más porque la ciudad de don Pedro de Heredia es un enorme estercolero que parece ser el ombligo de la felicidad del planeta, una felicidad que lleva a sus ciudadanos a sufragar en cada elección popular por la misma basura política que tiene a los cartageneros sin un trabajo decente, sin una salud decente, sin una educación decente y con el 70% de la población tendida en pleno pretil, como se dice por acá en el argot barrial.

La Universidad de Cartagena, por citar un solo ejemplo, es una enorme catedral de cómo no debería administrarse  una institución pública de educación superior, y los escándalos de robos y desfalcos al presupuesto y lo poco transparente de los contratos que esta suscribe con otras instituciones y otros departamentos del país, se vienen dando desde mucho antes de que Sergio Hernández Gamarra fuera rector del alma máter, mucho antes de que el Tribunal Administrativo de Yopal lo condenara a 15 años, un mes y 15 de prisión por ladrón.

Creo que los  problemas de Cartagena de Indias, o la “fantástica”, como algunos políticos la han rebautizado en su afán de promocionarla como la tacita de oro del turismo del país, no son solo de sus ciudadanos que venden el voto por 20 mil pesos y una botella de ron, no es solo la falta de unas políticas verdaderamente serias y éticas que la saquen del hueco y concienticen a la masa de votantes de no seguir vendiéndolo, creo que es un problema que involucra también a la prensa y a un periodismo lentejo que se interesa más por las pautas publicitarios que firman con el poder de turno que denunciar los atracos, el doble fondo de los contratos que las administraciones hacen con empresas de papel, que poner en evidencia sus arbitrariedades y mostrar las caras de quiénes están verdaderamente detrás de los candidatos que aspiran al mayor empleo del distrito.

Los problemas de Cartagena, repito, se parecen en materia política a los que atraviesa Barranquilla. Muchas de las empresas de comunicación del Corralito, incluyendo algunos periódicos, canales locales de televisión y frecuencias radiales, son propiedades, o tienen como accionistas, a concejales del distrito, a parientes cercanos del gobernador o del alcalde. Pero que también resultan ser contratistas del distrito o fungen como propietarios de las grandes empresas de transportes, que tienen, igualmente, el monopolio y la comercialización de víveres.

Quizá esto explique un poco por qué Cartagena de Indias tiene el transporte público más caro del país. Por qué un pasaje en una buseta chatarra de las cientos que circulan por las carreteras de La Heroica, tienen un precio muy por encima al de un Transmilenio, e incluso al de un Transmetro de Barranquilla. Quizá esto explique por qué un plato de comida en un restaurante del centro histórico de la ciudad cuesta el doble del  que sirve un restaurante elegante de Bogotá. Y explique también por qué una ‘posta’ de pescado cuesta 80 mil pesos si este es sacado a dos cuadras del restaurante que lo sirve.

Un periodismo serio es aquel que denuncia, que investiga, que no se deja comprar por un plato de lentejas, que no le hace el juego sucio al poder, que echa sobre la herida, representada en las acciones de los mandatarios y dirigentes políticos corruptos, un puñado de sal y golpea sobre el clavo de la impunidad. "El único freno, la única medida que conocen el político, el financiero o el notable, cuando alcanzan cotas perversas de poder, es el miedo a la prensa libre", expresó hace unos días el novelista Arturo Pérez-Reverte al recibir el Premio Columnistas del Mundo, otorgado por el diario español El Mundo. "Necesitamos periodistas que hagan que los que están en el poder rindan cuentas", declaró recientemente la periodista estadounidense  Amy Goodman en su paso por Buenos Aires. Y agregó: "Necesitamos medios que cubran lo que pasa con el poder, pero no que cubran para el poder. Un periodismo que sea el cuarto poder pero que no esté al servicio de los poderosos".

Desgraciadamente en Colombia nuestro periodismo tiene poco de esto y mucho de lentejo, convirtiéndose en el parlante replicante del poder. Cuando en 2008 Judith Pinedo Flórez alcanzó la alcaldía de Cartagena, “puso en la raya” a estos profesionales de la comunicación interesados más en los contratos publicitarios que en denunciar los problemas de la ciudad, pero la “palera” que recibió por algunos medios la hizo retroceder en su intención. Retrocedió tanto que terminó haciendo lo mismo que hizo Nicolás Curi Vergara en las tres oportunidades que estuvo en el Palacio de la Aduana: calmar a sus detractores con pautas publicitarias y regalitos. La debacle de su actuar la conoció luego el país, y Pinedo Flórez terminó siendo investigada por las mismas razones por la que estuvo preso su antecesor: la venta, al parecer, de las playas del distrito a particulares.

Creo que el fin último de un periodismo serio es poner en conocimiento de los ciudadanos este tipo de hechos. Pero, desgraciadamente, esto resulta imposible si el periodista recibe, por debajo de la mesa,  la coima en forma de pautas publicitarias.

En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabala@gmail.com

*Docente universitario.

   

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