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Por un plato de lentejas

“Para que usted vea cómo un peón puede comerse a una reina", decía la nota que recibió María Teresa Gómez, Miss Colombia 1981, de los hermanos Ochoa el día de su boda con Dayro Chica.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
29 de febrero de 2016

El poder no es bueno ni malo, escribió hace 26 años Alvin Toffler. El maestro Darío Echandía lo consideraba una banalidad si este no tenía objetivos altruistas. De ahí su respuesta “¿el poder para qué?”. Antonio Cervantes Reyes, Kid Pambelé, fue el autor de una frase que aún se escucha en las calles y plazas de la La Heroica: “Es mejor ser rico que pobre”. El dos veces campeón del welter junior, quien defendió durante 8 años en 21 oportunidades la corona mundial de la categoría, se hizo rico y famoso pero no soportó el peso de su propia gloria y cayó aplastado por las drogas, las cuales se llevaron todo el dinero que había ganado durante muchos años en los cuadriláteros del mundo.

El mítico relato del Rey Midas nos enseña que el poder puede convertirse en una enfermedad: no importa cuánto tengas pero siempre querrás más. Al célebre y pragmático Nicolás de Maquiavelo se le atribuye  la frase “el fin justifica los medios”, la que podría traducirse como “no interesa lo que tengas que hacer para alcanzar tus metas porque lo importante es alcanzarlas”.

“Lamer botas” o “sobar chaquetas” son expresiones que definen la búsqueda del poder, o por lo menos un acercamiento a este. Sharon Stone le contó a una famosa revista de farándula algunos pormenores de sus inicios como actriz antes de convertirse en una reconocida estrella de cine: tuvo que besar muchos sapos que no se transformaron en príncipes y acostarse con algunos tipos poderosos de la industria cinematográfica solo por un ‘casting’. No olvidemos que en Hollywood son más importantes las caras bonitas que el talento. Lo mismo dijo, en una oportunidad, Vicky Hernández cuanto se le pidió su opinión sobre los nuevos actores de la televisión colombianas. “¿Cuáles actores? Lo que veo es un montón de caras bonitas”, respondió.

Por un poquito de poder (los quince minutos de fama de los que habló Andy Warhol pero que en realidad pueden llegar a ser quince meses) una chica aspirante a modelo o actriz no tiene reparos en prestarles servicios sexuales a poderosos del bajo mundo o sucumbir ante los lujos y derroches de un narcotraficante. Virginia Vallejo, por ejemplo, una de las mujeres más hermosas y carismáticas del periodismo y la televisión colombiana de los ochenta se convirtió en amante del sanguinario Pablo Emilio Escobar a pesar de la larga lista de crímenes que le atribuía, a pesar de que, como lo dejó ver en varias entrevistas para la televisión norteamericana, “el tipo era pésimo en la cama”.

Vallejo tuvo que huir luego a Miami cuando las autoridades asesinaron al jefe del cartel de Medellín y las amenazas contra su vida se hicieron evidentes. Pero, como sabemos, su caso fue solo uno entre muchos. La lista de las aspirantes a señorita Colombia involucradas en este tipo de escándalos es larga y culebrera. De Maribel Gutiérrez, coronada en 1990 como la mujer más hermosa del país, siempre se dijo que detrás de su triunfo en Cartagena estuvo la mano larga del narcotráfico. La dirección del concurso salió en su momento, como era de esperarse, a desmentir los rumores, pero meses después varios registros fotográficos que se filtraron a la prensa mostraban a la nueva soberana de los colombianos acompañada del narcotraficante Jairo Durán, alias El Mico, quien fue asesinado poco después de contraer nupcias con la reina.

Tres años después, una hermosa chica, representante del Amazona, llegó a La Heroica como una de las favoritas a llevarse la corona y el cetro del certamen, pero pocos días antes del evento final, un rumor empezó a circular por las estrechas calles del Corralito de Piedra: Catherine Sánchez no solo estaba casada sino que, además, tenía dos meses de embarazo. La reina, por supuesto, renunció y el escándalo quedó registrado en la historia del Concurso Nacional de la Belleza como uno de las mayores anécdotas del evento.

La historia de Sandra Muñoz siempre se ha relacionado con el mítico relato de La Cenicienta, pues pasó de ser una vendedora de dulces en las calles de su Manizales del alma a convertirse en una modelo y actriz connotada. La bella rubia hizo parte del elenco de varias seriados de televisión pero su ascenso siempre estuvo vinculado con un poderoso narcotraficante de la capital colombiana, Nelson Julián Cabrera, quien fue asesinado en 1999 por uno de sus socios. Cabrera aceitó todas las puertas que le fueron posibles para que su hermosa novia pudiera entrar sin problemas al cerrado y difícil mundo del espectáculo capitalino.

Otra historia que nos muestra hasta dónde una persona está dispuesta a llegar por dinero y poder, la protagonizó María Teresa Gómez, señorita Colombia 1981. La reina, como se recordará, se casó con el rejoneador Dayro Chica, un peón de la familia Ochoa que nunca negó su relación con ese poderoso clan del cartel de Medellín. Cuenta una anécdota que el día del matrimonio, los hermanos Ochoa colmaron a la beldad de regalos, entre los que iba un ajedrez cuyas piezas estaban fabricadas en oro macizo de 24 quilates. En la tarjeta que acompañaba el presente, la exreina pudo leer: “Para que usted vea cómo un peón puede comerse a una reina".

El gran Pepe Mujica aseguró en una entrevista para un canal de televisión que el poder, en realidad, no cambia a nadie, pues lo que hace es sacar lo que cada persona lleva dentro. Los estudios sociológicos han demostrado, precisamente, eso: que si hay algo difícil de cambiar en la estructura de los grupos sociales son las axiologías, que incorporan las costumbres y las creencias de los pueblos. Estas son, en términos generales, los genes de la sociedad, o si se quiere sus huellas dactilares, y todos sabemos lo difícil que puede ser arrancarlas de su sitio.

En Twitter: @joarza

E-mail: robleszabala@gmail.com

*Docente universitario.

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