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Las fronteras, la otra manzana de la discordia

Creo que Álvaro Uribe tiene algo de sociópata, pero darle todos los créditos por lo malo que pasa en Venezuela tiene mucho de realismo mágico.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
24 de agosto de 2015

Para Nicolás Maduro, el problema en la  larga frontera que divide a los dos países la representan los colombianos que ingresan a Venezuela. Así mismo el precandidato por el Partido Republicano, Donald Trump, cree que el problema de los Estados Unidos en sus líneas fronterizas con México lo representan los mexicanos que la atraviesan. Las fronteras son hoy, sin duda, espacios dinámicos, pero alejados del centro de poder que dicta las leyes. Son, por lo general, sitios de encuentro entre fuerzas humanas antagónicas. Han sido por siglos espacios vulnerables de ese extenso territorio que conforman los países.

Por estar alejadas del centro de poder, las fronteras se constituyeron en lugares propicios para la ilegalidad. Quizá eso explique por qué China construyó, hace un poco más de 6 mil años, una extensa muralla de 600 kilómetros que no tenía otro propósito que proteger el territorio de las invasiones nómadas que provenían del Norte de Asia y se habían convertido para las autoridades del Gran Imperio en una enorme piedra en el zapato.

Si es cierto que la situación en estos espacios ha cambiado un poco, también es cierto que siguen siendo lugares de disputas. En nuestras naciones bananeras, donde la democracia se parece cada vez más a un castillo de naipes, las fronteras siguen marcando las políticas internacionales de algunos gobiernos. Aún más, son utilizadas como herramientas para ganar réditos políticos cuando los problemas económicos internos se les crecen, los ciudadanos se rebotan ante las situaciones que les afectan el bolsillo y el caos empieza a ganar enormes espacios de las fronteras hacia adentro.  La xenofobia toma entonces posturas patrióticas. España expulsó en 1492 a los árabes de su territorio después de casi de 8 siglos de su permanencia y aportes culturales a la Península Ibérica. A los africanos que huyen de su terruño azuzados  por las guerras internas y buscan refugio en algunos países de Europa son expulsados igualmente y, en ocasiones, no se les permiten siguiera la entrada por temor a que sean portadores de algún virus capaz de producir una pandemia. Adolfo Hitler asesinó a más de 6 millones de judíos al poner en práctica la teoría de la raza superior, aunque el problema real haya sido solo económico: los judíos manejaban la banca alemana y para el Tercer Reich estos eran los culpables de todas las desgracias germánicas.

Bolivia y Chile mantienen desde finales del siglo XIX una disputa fronteriza que parece no tener fin. No olvidemos que durante la Guerra del Pacífico los andinos perdieron su salida al mar y el Corredor de Atacama ha sido desde entonces un espacio reclamado insistentemente por Bolivia. Colombia acaba de perder por decisión de la Haya un enorme espacio del Océano Atlántico ante el pueblo nicaragüense, hecho que han aprovechado los centroamericanos para reclamar más espacio sobre el Mar Caribe, produciendo una enorme indignación entre los colombianos.

Donald Trump, por su lado, odia tanto a los mexicanos que prometió levantar un enorme muro, como el que separó a la Berlín oriental de la occidental entre 1961 y 1989, si es elegido presidente de los Estados Unidos. No hay duda de que los problemas económicos que atraviesan algunos países de la región, han influido profundamente en sus decisiones políticas. Pero ningunas han sido tan controversiales como las existentes entre Venezuela y Colombia, dos países hermanos que, desde la llegada al poder del presidente Chávez, las diferencias crecieron como la espuma de una cerveza recién destapada.

Pero estas, no hay duda, tomaron otro color en 2.008, después de que el presidente Uribe ordenara bombardear el campamento del guerrillero Raúl Reyes en una apartada región de la frontera con Ecuador. Esta violación del Estado colombiano al derecho internacional y a la soberanía del territorio ecuatoriano, produjo una reacción en cadena de la ALBA, en cabeza del entonces mandatario venezolano, que no solo rompió abiertamente relaciones con Colombia, sino que envió varios batallones de su ejército a custodiar los 2.219 kilómetros de frontera que separan a los dos países.
Esta semana, como novedad, el presidente Nicolás Maduro se fue lanza en ristre, como cualquier Donald Trump, contra todos aquellos compatriotas que, por distintas razones, atraviesan todos los días esa línea fronteriza. Como lo hizo en su momento el magnate y precandidato por el Partido Republicano contra los mexicanos, aseguró sin que le temblara la voz, en cadena de radio y televisión, que Colombia “solo lleva a Venezuela violencia y pobreza”. Y recalcó que las migraciones de colombianos hacia su país solo son comparables con las de los africanos que huyen hacia Europa en busca de bienestar.

Para quienes consideran extrema la medida de cerrar la frontera unilateralmente, utilizando el “estado de excepción”, lo que está haciendo el presidente venezolano es solo levantar “una cortina de humo” para distraer la atención de los verdaderos problemas que en este momento tienen contra la pared a su gobierno. “Echarle la culpa a los colombianos de la mala administración es una estrategia desgastada que ya no funciona, incluso, entre los mismos chavistas”, sentencia un análisis del diario El Nacional de Caracas. “Cuidado, Venezuela, cuidado, que detrás de todo esto puede estar la mano de Álvaro Uribe”, expresó Maduro en una de sus acostumbradas cadenas de radio y televisión.
Siempre he creído que Álvaro Uribe tiene algo de sociópata, pero darle todos los créditos por lo malo que pasa en Venezuela tiene mucho de realismo mágico.

En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.