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El pasado no perdona

Será inevitable que a las fórmulas presidenciales con más opciones de ganar les recuerden su pasado, e incluso les endilguen responsabilidades ajenas.

José Manuel Acevedo M.
17 de marzo de 2018

Uno de los retos más grandes que enfrenta la recién anunciada fórmula de Germán Vargas Lleras y Juan Carlos Pinzón será el de sacudirse de la acusación de que son santistas-continuistas y que se quedaron raspando burocracia hasta el último día que pudieron.

A Vargas siempre le criticaron sus silencios estratégicos frente al tema de la paz y algunos observadores, como el columnista Mauricio Vargas, le reprocharon la demora para desligarse de Santos.

En el caso de Pinzón hay quienes no solo cuestionan su extendido paso por el gobierno actual sino que le cobran duramente el hecho de que dijera que votó por el No en el plebiscito por la paz, después de haber grabado un video invitando a hacer todo lo contrario desde su cargo como embajador.

Puede que Vargas y Pinzón estén haciendo la tarea y hoy por hoy tengan uno de los programas de gobierno mejor elaborados, pero quitarse la etiqueta de santistas para crecer en el voto de opinión más allá de la maquinaria con la que ya cuentan, va a resultarles complicado.

Otro tanto le pasa a Iván Duque con Álvaro Uribe. Aunque el primero no tuvo nada que ver con los ocho años de gobierno del segundo, sus malquerientes están preparándole un espejo retrovisor tan grande que alcanzará para pedirle explicaciones al actual candidato por las conductas de Uribe incluso antes de ser presidente.

Ni hablar del tiquete en el que van De la Calle y Clara López. No obstante que el candidato liberal nunca hubiese ocupado un cargo público en la administración de Santos, su jefatura en los diálogos con las Farc lo convirtieron ante la opinión pública en socio íntimo del impopular mandatario y este hecho le traslada una parte importante de su imagen negativa. Aquella percepción es reforzada por la presencia de una exministra de trabajo del actual mandatario, como la doctora López, que además tiene su propia carga desfavorable del pasado: su cercanía con Samuel Moreno y su falta de contundencia para repudiar lo que ocurrió durante esos años aciagos en Bogotá.

A pesar de que a Sergio Fajardo no se le pueda achacar directamente una vinculación con Santos, la gente todavía recuerda con algo de desilusión las cuñas publicitarias que terminó haciendo Claudia López para promover la reelección del hoy presidente. Aunque con la paz como escudo para justificar esa decisión, lo cierto es que el paquete santista era uno solo con todo y la mermelada y los vicios politiqueros que tanto repudio le causan a la candidata a la vicepresidencia de la Alianza Verde. Por esas toldas solo se salva Jorge Robledo, quien a pesar de estar a favor del acuerdo de paz se negó a apoyar el segundo gobierno de Santos y anunció su coherente voto en blanco hace cuatro años.

Finalmente, queda Petro. Hay quienes todavía recordamos su papel decisivo para lograr la reelección de Santos aunque ahora se dedique a despotricar de él y del resto del establecimiento. No sólo movilizó a sus bases en esa dirección sino que hizo renunciar a uno de sus principales colaboradores, como Jorge Rojas, para que saliera a ayudarle a ganar a Juan Manuel Santos.

El pasado no perdona y la falta de congruencia de la mayoría de nuestros políticos será un tema fundamental en esta campaña en la que, como nunca antes, existen tantos rabos de paja para recordar.

Twitter @JoseMAcevedo

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