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Vivir –y morir – según se piensa

Vitalidad intelectual y profunda coherencia entre lo que pensaba y lo que hacía, el legado de aquel hombre de nombre singular: Tito Livio Caldas.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
23 de julio de 2016

Conozco muchos predicadores. Los hay en las iglesias difundiendo todos los credos. En la política, anticipándonos los días fatales que se avecinan si no votamos por ellos. En el mundo de los negocios, enseñando cómo ganar más dinero.

Sé, en cambio, de muy pocos intelectuales que vivan consecuentemente con su manera de pensar, que vibren por causas que van más allá de las puramente individuales y que se arriesguen a ser políticamente incorrectos, desafiando el orden de las cosas y demostrando con sus acciones todo aquello sobre lo que hablan y escriben.

Tito Livio Caldas hacía parte, sin duda, de este último grupo de seres excepcionales que aunque dejan un hondo vacío cuando parten, son capaces de sobrevivir a través de sus ideas. Las de Tito Livio le han servido a la democracia, al Estado Social de Derecho y, por supuesto, a la empresa privada con valores y responsabilidad comunitaria.

Fundó Legis –la más importante editorial jurídica de Colombia– y con ella difundió el derecho en toda su extensión. ¿Qué abogado no conoce los códigos de hojas sustituibles o ha cursado su carrera sin haber leído al menos uno de los libros editados por Legis? ¿Qué juez no ha recibido el periódico Ámbito Jurídico, la publicación especializada de mayor influencia en Colombia? Más aún, ¿qué colombiano no ha utilizado alguna vez una de las famosas formas Minerva, muchas de las cuales él ideó?

Como empresario ciertamente tuvo visión y compromiso social, pero como librepensador y firme creyente de la modernización de Colombia Tito Livio Caldas deja una huella quizá más discreta pero no menos poderosa.

Pocos saben que a su inspiración se debe la implementación en Colombia de la figura más popular en nuestros días para hacer empresa de manera ágil y segura: la Sociedad por Acciones Simplificadas (SAS). Pocos se imaginan que hizo todo cuanto pudo para luchar contra la tramitología que reina en nuestro país.

Me consta que en sus últimos años de vida a través del Instituto Libertad y Progreso que fundó con un grupo de amigos y contertulios, formuló críticas profundas a las que llamaba indeseables instituciones híbridas que con mandato público, sin embargo, son fuente de riqueza personal para muchos privados.

En ese orden de ideas, Tito Livio Caldas dejó sembrada la semilla del debate que estamos en mora de dar sobre el sistema notarial en Colombia (proponía eliminar las notarías que consideraba rezagos feudales), insistía en repensar las Cámaras de Comercio (que algunas veces se convierten en talanquera y no en solución para los empresarios), propendía por la libertad de testar en el país (como funciona en otras latitudes más avanzadas), soñaba con implementar el parlamentarismo (para poner el énfasis en los partidos políticos y no en las personas) y profundizar la separación entre Estado y religión para ampliar las libertades individuales y generar espacios de plena racionalidad y discernimiento propio.

Al final de sus días, optó por la eutanasia, figura que siempre defendió para tener una muerte digna “libre de dolor y de indignidad”.

No necesitaba demostrarle a nadie que vivió y murió como pensó pero quizás las nuevas generaciones que no alcanzaron a conocerlo a profundidad, merezcan que algunos se los recordemos. Y es que Tito Livio Caldas seguirá presente en el transcurrir de esta nación mientras algunos de los que fuimos testigos de su obra hagamos lo posible porque no desaparezca y mientras mantengamos presente el espíritu reformador que le animó.

Hasta siempre, querido doctor Tito.

*Twitter: @JoseMAcevedo

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