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La derecha y el fin del conflicto

Por el bien de Colombia, la derecha debe empezar a aceptar el grupo político que surja de la desmovilización de las Farc como un contradictor a vencer en el escenario democrático.

Julia Londoño, Julia Londoño
29 de junio de 2016

El fin del conflicto armado traerá grandes cambios en la configuración política del país. No necesariamente en el corto plazo, pero si en cuanto la nueva situación política se decante y se reconfiguren las formas de representación de los intereses políticos. Una izquierda sin armas necesariamente tomará más fuerza y es probable que en unos cuantos años y cuando aparezcan nuevos liderazgos (no los protagonistas de la guerra) consiga las mayorías necesarias para llegar a gobernar. Cuando eso suceda se habrá consolidado nuestra transición democrática.

Para la derecha los retos que se vienen también son enormes. Aunque no se reconoce tanto,  la derecha colombiana también ha estado dividida entre aquellos que han aceptado el juego democrático y aquellos que han usado las armas  y la criminalidad para defender sus intereses  y combatir a sus enemigos.

Para que la democracia funcione plenamente se requiere que estas dos fuerzas, que se han enfrentado por medios ilegales durante los últimos 50 años, desistan definitivamente de cualquier intento de recurrir a la violencia o asociarse con grupos violentos para promover sus causas.

La división entre una derecha civilista y una derecha salvaje no tuvo su origen en la ausencia de Estado  en las regiones, como suelen proclamar sus voceros, sino en el calculo político derivado de la ausencia de justicia y alta impunidad. Su razonamiento fue simple y cortoplacista: mejor resolver los problemas directamente.

El  papel de la derecha en la vida política suele ser reducido a las actuaciones de Álvaro Uribe por tratarse de su más importante líder, pero la realidad es mucho más compleja. Contrario a lo que muchos piensan es mejor que la derecha tenga un referente político a que no lo tenga. ¿Si la derecha actual no tuviese a Álvaro Uribe  como actuaría? ¿Aceptaría más sumisamente los acuerdos de paz o actuaría más activa y deslealmente para sabotearlos? Creo que la respuesta es la segunda.  Esto fue lo que pasó en los ochenta, cuando la ausencia de referentes políticos que canalizaran el descontento con el proceso de paz de Belisario llevó a que pusiera en marcha todo el paramilitarismo que asoló el país las tres décadas siguientes.

Aunque suene paradójico, parte del problema se origina en la renuncia del partido conservador al ejercicio de la violencia pactado en el Frente Nacional. Ante la ausencia de un liderazgo nacional fuerte que expresara en forma decidida sus intereses, el camino escogido por muchas elites regionales fue el de la defensa local y violenta de sus intereses. Las derrotas de Álvaro Gómez en sus campañas electorales  reforzaron la convicción de  estos sectores de abandonar los canales institucionales y procurar arreglárselas por su cuenta. Incluso el propio Álvaro Gómez terminó siendo un importante líder civilista y democrático alejado de cualquier opción extrema. No hubo un patrón homogéneo ni nacional de conducta del partido conservador en relación con el paramilitarismo y a su vez el paramilitarismo no se alió exclusivamente con el conservatismo, sino que se aprovechó del carácter personalista de la política para entrelazarse con  los políticos locales, especialmente aquellos emergentes.

Ahora esa derecha no contará con un enemigo armado del cual defenderse y no podrá justificar la violencia privada que ha utilizado recurrentemente.  Pero los intereses que representa siguen siendo reales y poderosos, de allí que sea importante que su acción sea canalizada institucionalmente  y eso es lo que puede proveer el Centro Democrático más allá del liderazgo de Uribe. De momento, el uribismo ha fracasado en su intento de sabotear el proceso de paz y se ha resignado ante la inevitable firma del acuerdo con las Farc, ahora concentra sus esfuerzos en deslegitimar el contenido de los acuerdos y la refrendación de los mismos. Como tampoco tendrá suerte en este nuevo propósito la pregunta es como actuará la derecha una vez las Farc se desmovilice y empiece a hacer política legal.

Por el bien de Colombia, la derecha debe empezar a aceptar el grupo político que surja de la desmovilización de las Farc como un contradictor a vencer en el escenario democrático y no como un enemigo al que hay que derrotar por cualquier medio.  Cambiar ese paradigma abrirá una nueva era para la derecha y para la democracia colombiana.

Ex viceministro del Interior

Director del Centro de Análisis y Asuntos Públicos

@JuanFdoLondono

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