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La paz de los apocalípticos

La campaña del uribismo consiste ahora en anunciar el apocalipsis, y los líderes del Centro Democrático se encuentran en fiera competencia para ver quien aporta más profecías del fin del mundo.

Julia Londoño, Julia Londoño
17 de junio de 2016

Esta semana comenzó con los anuncios de un caracterizado líder del  uribismo, el exministro Juan lozano (otrora conocido por su ponderación) anunciando los males que le esperan a Colombia por cuenta de la firma de la paz. Según él, tenemos que prepararnos para la llegada de las siete plagas de Egipto a nuestro país.

La columna refleja el espíritu de quienes se oponen a la terminación del conflicto por la vía negociada. Ante la inevitable e inminente firma del acuerdo de paz en La Habana, su  estrategia es intentar convencer a los colombianos de lo malo que va a ser vivir en paz en Colombia y todas las desgracias que caerán sobre nosotros como consecuencia de dejar de matarnos.

La campaña del uribismo consiste ahora en anunciar el apocalipsis, y los líderes del Centro Democrático se encuentran en fiera competencia para ver quien aporta más profecías del fin del mundo, con el propósito de asustar a los colombianos.  La sindéresis y ponderación han desaparecido de las huestes opositoras a la paz y su narrativa parece tomada de una tragedia de Shakespeare: Colombia está a las puertas de aceptar su destino trágico: ¡vivir sin conflicto armado!

En sus delirios dantescos han iniciado una campaña de recolección de firmas contra los acuerdos, pero no para promover algún tipo de mecanismo alternativo para que los colombianos dirimamos en las urnas cuantos queremos la paz y cuantos continuar la barbarie. No. Simplemente recogen las firmas, y después decidirán qué hacer con ellas, mientras tanto infunden el temor y propagan sus admoniciones en el vano intento de hacernos creer que todo tiempo pasado fue mejor.

Ante esta estrategia de distorsión de la realidad, la respuesta por parte de algunos parece ser apelar al otro extremo y convencernos que la firma de la paz nos llevará a un futuro de prosperidad y bienestar. Ríos de leche y miel nos esperan en cuanto dejemos de matarnos: el PIB crecerá, las instituciones funcionarán, la justicia será eficaz, el Estado por fin hará presencia en  los sitios olvidados. No parece que esta sea una buena estrategia.

Por supuesto que es mejor tener paz que guerra, pero los beneficios de ello serán tangibles solo en el terreno de la convivencia. Habrá menos muertos y más colombianos tendrán mayores oportunidades de vivir, y muchos de los que hoy son niños no tendrán que morir en los campos de batalla el día de mañana. Parece poca cosa para muchos, pero lo es todo para quienes realmente han estado en medio de las balas y detrás de los fusiles.  Valorar que dejemos de matarnos no parece a estas alturas ser un discurso vendedor, menos de cara a la campaña por la refrendación, pero sigue siendo el argumento más sólido para justificar incluso un mal arreglo en lugar de más décadas de buen pleito.

Aparte del cese de la violencia, la firma de la paz solo representa una puerta de oportunidades hacia otra Colombia.  Pero para evitar que esa puerta se abra y conduzca a una Colombia distinta,  el uribismo se encuentra organizando la oposición, ya no a la inevitable firma, sino a las transformaciones que se han pactado para que los guerrilleros dejen las armas. No se percibe que las fuerzas de apoyo a la paz se estén preparando de igual manera para el día después de mañana y para la implementación de los acuerdos.

El uribismo construye un clivaje político con fuerzas políticas interesadas en que la implementación de la paz fracase, en torno a esa fuerza agrupan a los antiguos aliados del paramilitarismo, a sectores del campo preocupados por el fin del status quo en que hemos vivido y miles de ciudadanos indignados y asustados por la posibilidad de que los guerrilleros dejen las armas y hagan política.

Mientras tanto, del lado de las fuerzas de apoyo a la paz solo hay una perspectiva de corto plazo: firmar el acuerdo, ganar el plebiscito y luego mirar quien gana la Presidencia. Es lo que llaman pragmatismo, pero con esta perspectiva, la construcción de un país distinto fruto de los acuerdos de paz se perfila como una imagen borrosa. No viene el apocalipsis, pero con su discurso de miedo los opositores de la paz buscan evitar que cualquier cambio se haga realidad, y al final, con el cinismo que los caracteriza, dirán que la paz no sirvió pues nada cambió.

*Director Centro de Análisis y Asuntos Públicos

Ex vice ministro de Interior

@JuanFdoLondono

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