Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

De las guerras del guano a las guerras del fútbol

Muchos conflictos se han derivado de luchas por productos agrícolas o incluso, quien iba a pensarlo, por excrementos de aves: nosotros hemos sido víctimas de varios, a los que se les agregan también ahora las rivalidades por el fútbol.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
14 de octubre de 2017

Desde las “guerras del opio” iniciadas en 1839, cuando China intentó prohibir el consumo en su territorio y los ingleses lo introducían de contrabando procedente de la India, hasta la “guerra de la coca” que estamos padeciendo, muchos conflictos se han originado por productos agrícolas o de origen animal. Hemos sido víctimas de varios de ellos: el del guano, el del caucho y ahora, el de la coca.

Entre 1885 y 1932, la empresa del senador de Iquitos Julio C. Arana llegó hasta el río Caquetá en búsqueda de caucho sometiendo a nuestros indígenas a algo peor que la esclavitud y generando un complejo conflicto territorial con Perú. El guano, excremento solidificado de aves marinas, el fertilizante más eficaz antes de que aparecieran los abonos químicos, influyó en varias controversias internacionales. El congreso de los Estados Unidos en 1856, aduciendo su necesidad de proveerse de guano, expidió una absurda ley mediante la cual incorporó arbitrariamente como parte de su territorio a 89 islas y cayos en el Caribe y en el Pacífico. Los cayos colombianos de Roncador, Quitasueño, Serrana, Serranilla y Bajo Nuevo se contaron entre ellos.    

También el guano apareció en la disputa entre Colombia y Venezuela sobre los islotes de Los Monjes; en la controversia entre México y Francia por la isla Clipperton, llamada por algunos “de la Pasión”, que el rey de Italia adjudicó en un arbitraje a su aliada Francia en 1931; en la ocupación española de las islas peruanas de Chincha en 1864 y en la guerra del entre Chile, Bolivia y el Perú de 1879.

Para no hablar de la guerra de la coca, por la que tanta sangre ha corrido en nuestra patria y que ha afectado tan fundamentalmente la vida y los valores colombianos.   

Ahora se cuentan también los conflictos por el fútbol, empezando por la guerra que estalló en julio de 1969, cuando El Salvador invadió a Honduras luego de los hechos surgidos por los partidos de fútbol entre las selecciones de los dos países que se disputaban un puesto dentro de la CONCAFAC para asistir al campeonato mundial en México: cerca de 3.000 murieron en una guerra que duró 100 horas.  

El “deporte de las multitudes” se ha ido constituyendo en un problema de orden público en algunas ciudades colombianas, hasta el punto de que, el despliegue policial para evitar desmanes en los partidos es mucho mayor del que se hace para perseguir a pandillas de bandidos.   

Aunque se trata de historia antigua, en la época de “El Dorado” en Colombia se jugaba el mejor fútbol del mundo. Millonarios, que le ganaba al Real Madrid en Madrid por 4 a 1, con Zuluaga, Di Stéfano y Pedernera, competía con su eterno rival, el Santa Fe de Chonto, Pontoni y Rial; con el Junior de Barranquilla de Heleno De Freitas; con el Cali de Valeriano López; con el Boca Juniors de Cali con Alejandrino Genes; con el Caldas de Cuezzo y Vitatutas; con el Cúcuta, de Tulic y Terra; con los “purísimos criollos” del Atlético Municipal de Medellín: en fin, con todos. Los hinchas para asegurar el puesto en el estadio, madrugaban y llevaban de almuerzo huevos duros, papas y colombiana o leona pura, que compartían con los contrarios en la misma tribuna.   

¿Por qué han cambiado tan drásticamente las cosas? 

La situación que se presentó en los últimos momentos del partido entre Colombia y el Perú en Lima, aunque no tuviera bases ciertas, dio la vuelta al mundo y no fue buena para nosotros. En la vida, así como en el fútbol, hay que luchar hasta el último minuto: el ejemplo lo dio Paraguay en el partido en Barranquilla…

(*) Profesor de la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.