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La absurda caravana de Herbin Hoyos

¿Alguno de verdad creyó que el 'mono jojoy', conmovido, iba a pensar: "ya van por Marsella: creo que será mejor liberar a Moncayo"?

Daniel Samper Ospina
12 de diciembre de 2009

Voy a confesar uno de los sentimientos más escondidos que tengo, por culpa del cual me siento como una persona miserable: pero resulta que hay gremios que ayudan a que el mundo sea mejor, y que a mí me desesperan. Son un ejemplo de bondad y de sacrificio, pero yo, por lo menos, no soporto a los policías cívicos, que casi siempre son unos hijos de papi idiotas que sueñan con ser policías gringos; o a los Rotarios, que tienen algo de logia de perdedores; o al Club de Leones, cuyos miembros, no se sabe por qué, guindan pasacalles en pueblos de tierra caliente redactados en la quinta persona gramatical: "El Club de Leones de Fusagasugá os saluda": ¿por qué "os" saluda? ¿Es más barato cada cartel sin la letra l?

Ni qué decir de la Defensa Civil: ¿es confiable un gremio que usa uniformes anaranjados? ¿Puede uno dejarse rescatar por una institución cuyos miembros se la pasan haciendo de público en Sábados Felices?

Soy el primero en parecerme despreciable, el primero; pero desde hace un par de semanas he detectado con sorpresa que, además de esos gremios, hay personas admirables, sanas, que hacen el bien. Y que también detesto.

Me sucede, por ejemplo, con Jaime 'Papá' Jaramillo, el hombre bondadoso que se sumergía en las alcantarillas para recoger niños de la calle. No me lo aguanto. De un momento a otro se convirtió en una suerte de Sai Baba colombiano que, enfundado en una blusa blanca, y armado con una pulsera energética, reparte consejos que oscilan entre el budismo y la autoayuda a cuanta ama de casa se le acerque.

O Pedro Medina, el tipo de la Fundación 'Yo creo en Colombia': ¿puede pasar uno de ser gerente de Mc Donalds a ponerle una carita feliz a quien crea en la patria, que es como a todos ellos les gusta llamar a este muladar? ¿Es ese un trabajo? ¿No es mejor hacer una Fundación que se llame 'Yo creo en Mc Donalds', que es una empresa más confiable que el país? O César López: un músico joven, talentoso y comprometido con las mejores causas, que lidera una campaña por la paz que es tan admirable como cursi: para enviar su mensaje de reconciliación inventó una guitarra que le clava de regalo a cuanto músico extranjero pasa por Colombia, sin consideración alguna por los problemas que puedan presentar en las aduanas de los aeropuertos. Se llama la escopetarra, y es un híbrido de guitarra y escopeta, o de escopeta y terrorista vasco: no estoy seguro; no soy bueno para la etimología.

Había ventilado algunas de estas confesiones miserables en otras ocasiones, y las traigo a colación ahora porque sumé un nuevo individuo a esta lista de personas maravillosas que me producen desespero: y es, ay, Herbin Hoyos.

Quiero decir que no hay nadie más dedicado a la noble causa de luchar por los secuestrados, borrados sin misericordia de la memoria de todos los colombianos, menos de la suya: es un hombre valiente, extraordinario, que merece todos los aplausos por su compromiso humanitario.

Por eso sentí asco de mí mismo cuando me vi compadeciendo al Papa en el momento en que la caravana de motos que clamaban por la liberación de los colombianos, y que Herbin lideraba, se detuvo en el Vaticano para regalarle un casco blanco, el casco de la paz: ¿qué se supone que debe hacer el Papa con ese casco blanco? ¿Ponérselo cuando haga bici cross?

Yo también protesto contra el secuestro. Me parecen despreciables las Farc y todos los grupos que secuestran. Y admiro a Herbin Hoyos, además. Pero ¿qué sentido tenía montar una pandilla de harlistas criollos para viajar por toda Europa? ¿Cuántas cáscaras de mandarina tiraron por el camino? ¿Alguno de verdad creyó que el 'Mono Jojoy', conmovido, iba a pensar: "ya van por Marsella: creo que será mejor liberar a Moncayo"?

Entiendo que uno de los máximos momentos de la caravana fue cuando el pobre el vicealcalde de Roma tuvo que recibir con discurso a los motociclistas colombianos. En el acto protocolario estaba, cómo no, Sabas Pretelt, "el embajador cabeza e' huevo", como lo conocen en los más elevados círculos de la diplomacia europea: ¿Por qué somos así? ¿Por qué necesitamos siempre un momento de forzada solemnidad? ¿Alguien se imagina una caravana de las víctimas de la Camorra italiana en la plaza de Bolívar, mientras Yuri Chillán les entrega las llaves de la ciudad y Sabas -porque, no nos digamos mentiras: Sabas no se pierde una y también estaría en este evento- sonríe ante las cámaras?

El día que eso suceda seré el primero en oponerme, por varias razones: primero, en el exterior sabrían que hay un funcionario varón que se llama Yuri, lo cual acabaría con la imagen del país. Segundo, si Sabas está en el evento, es posible que algún estudiante lo tome de los tobillos y se lo tire en la cabeza a José Obdulio, como alguna vez ya sucedió. En ese instante el presidente Uribe, que reconoció hace poco que era un gamín, saldría de una alcantarilla mientras 'Papá' Jaramillo lo corretea para hablarle del aura, de sus chacras. Ante el caos, alguien, que puede ser Pedro Medina, llama a la Defensa Civil. Pero todos sus miembros estarán haciendo de público en Sábados Felices, en un especial de fin de año en que el 'Flaco' Agudelo y Héctor Elí Rojas sacarán lo mejor de su repertorio para hacer las delicias de la familia colombiana. Es un país imposible.

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