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La ansiosa búsqueda de nuevos partidos

Algunos están abandonando los verdes, otros empiezan proselitismo a nombre de los progresistas y otros quieren meterse a la política después de realizar actividades privadas, de la academia o del sector público.

León Valencia
11 de agosto de 2012

La reunión de un grupo de intelectuales y dirigentes políticos en Medellín es otra muestra de la búsqueda ansiosa de nuevas expresiones políticas. El fenómeno tiene apenas 20 años. Nacen y mueren partidos y movimientos con una velocidad asombrosa. La sociedad colombiana despertó de un prolongado letargo.

Se empezó a mover después de haber estado atada a la medieval Constitución de 1886, de haber prolongado por 30 años un Frente Nacional excluyente y de tener una escasísima movilidad social en una centuria de revoluciones emblemáticas en el mundo.

A finales de los noventa, al lado de los partidos Liberal y Conservador, alcanzamos la cifra de 70 grupos políticos legalmente constituidos. Desaparecieron la mayoría por efectos de cambios en la legislación, pero también por un proceso natural de selección y de confluencia de intereses. En el Senado de la República tienen hoy representación once partidos, y cuatro de estos se formaron en el gobierno de Uribe: el Partido de La U, el Polo Democrático, el Partido Verde y el Partido de Integración Nacional. Ahora estamos viviendo una gran redefinición política. Estos partidos tienen fracciones y grupos enfrentados, y caminan hacia la división o hacia la disolución y como respuesta al fracaso o al fraccionamiento están surgiendo nuevas fuerzas.

Vertientes de la derecha y de la extrema derecha en cabeza del expresidente Uribe han empezado a agruparse en un partido al que extrañamente llaman Puro Centro Democrático. Juan Carlos Vélez trabaja para que un núcleo de parlamentarios de la U migre hacia las toldas uribistas, lo mismo está haciendo el exministro Fabio Valencia Cossio en el Partido Conservador y el impacto en el Partido de Integración Nacional no será menor. Expresa el interés de grandes dueños de la tierra, de importantes empresarios tradicionales que aumentaron sus riquezas en sus últimos años bajo el ala del gobierno y de un significativo número de nuevos ricos provenientes, no pocos, del mundo de la ilegalidad. Pero también interpela el anhelo de seguridad de vastos sectores de la población.

En el otro extremo está la Marcha Patriótica que se nutre y se nutrirá de sectores del Polo Democrático, del Partido Liberal y de una amplia gama de organizaciones sociales. Como lo vimos en su presentación pública en Bogotá en abril pasado, se hacen eco de reivindicaciones de poblaciones marginadas y de sectores populares radicalizados, recogen banderas enarboladas por los insurgentes y tienen un arraigo importante en regiones azotadas por el conflicto armado. La supervivencia de esta fuerza está ligada de modo indisoluble al éxito de unas negociaciones de paz.

Es en este contexto que tiene mucho sentido la reunión que con el nombre de 'Pedimos la Palabra' se realizó esta semana en la capital antioqueña. La campaña presidencial pasada y las elecciones a la Alcaldía de Bogotá mostraron que importantes sectores de la población urbana, de la juventud, de las capas medias y de las élites del país, están en la búsqueda de un proyecto político sin ambages éticos, contrario a las violencias, decidido a la reconciliación y comprometido con una transformación social que pone en el centro una revolución en la educación. Es eso lo que representan o quieren representar los asistentes al evento político que tanta expectativa suscitó en los medios de comunicación.

María Isabel Rueda tachó a los participantes de desocupados políticos sin votos. Puede tener algo de razón. Algunos de los mentores de este proyecto están abandonando las filas del Partido Verde, otros apenas empiezan labores proselitistas a nombre de los Progresistas y otros quieren meterse al barro político después de realizar actividades privadas y ostentar dignidades en la academia y en el sector público. Pero detrás de ellos hay dos experiencias electorales recientes nada desdeñables: la que llevó a Fajardo a la Gobernación de Antioquia y la que sorpresivamente le dio el triunfo a Petro en la capital, y hay personas como José Antonio Ocampo y otros que les cabe el país en la cabeza y pueden ser candidatos presidenciales de lujo.

Todo indica que en 2014 surgirá un nuevo mapa político. También el presidente Santos se verá obligado a aglutinar a sus amigos y a redefinir sus aliados para competir con posibilidades de éxito.