Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

La arrogante y el vanidoso

De lo único que tenemos certeza es de un feo agarrón entre la ministra de Relaciones Exteriores y el abogado asesor.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
31 de agosto de 2013

A Juan Manuel Santos le fastidian las divisiones que hay en el país alrededor del fallo de La Haya. El problema es que cada vez que el presidente y su canciller nos concitan a la unidad, omiten contarnos alrededor de qué propuesta, de qué estrategia o de qué argumentos debemos unirnos los colombianos, y así la cosa es muy complicada. 

Después de diez meses, seis conceptos (entre nacionales y extranjeros) y varias facturas que suman miles de dólares, este gobierno ha sido incapaz de revelarnos su respuesta final frente a la dolorosa pérdida de mar y los desafíos constantes que nos lanza Nicaragua.

Que ya casi. Que en unos días. Que después del paro. Que esta tormenta también pasará… Y mientras tanto, de lo único que tenemos certeza es de un feo agarrón entre la ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, y el abogado asesor Juan Daniel Jaramillo.

La vanidosa canciller no toleró las críticas del que antes era su amigote y se quejó por una entrevista que el abogado dio a María Isabel Rueda en El Tiempo, adelantándosele al presidente y rompiendo la ‘confidencialidad’ pactada.

Jaramillo, el vanidoso internacionalista, le ripostó en los micrófonos de RCN Radio. Acusó a la canciller de ineficiente y la amenazó con revelar algunos detalles que fue recopilando en los últimos meses y que publicará pronto en un libro.

La verdad es que en todo este episodio la ministra ha sido víctima de su propio invento. Cuando en diciembre del año pasado el abogado Jaramillo renunció achacándole su dimisión al ministro del interior, la canciller ha debido dejarlo ir. 

Sin embargo, la doctora Holguín convenció a Jaramillo de disculparse con el ministro Carrillo para facilitar la reincorporación del problemático abogado a la comisión de expertos.

Juntos, la arrogante canciller y el vanidoso internacionalista, fueron construyendo su propia estrategia. Cuentan que a Jaramillo lo veían poco en las reuniones de la comisión y que cada vez que llegaba armaba alboroto e indisponía a sus colegas mientras la ministra pasaba por alto semejante indisciplina.

Quienes conocen de cerca aquella exótica relación entre la arrogante y el vanidoso dicen que los ríos de leche y miel que fluían entre los dos se fueron poniendo amargos cuando Juan Daniel Jaramillo pidió que lo dejaran ser el agente de Colombia en el pleito con Ecuador y la canciller se negó. Ahí fue Troya. 

Más tarde, el presidente se quejó de las filtraciones de ciertas recomendaciones del grupo de expertos colombianos a los medios de comunicación y el señalamiento le cayó directamente a Jaramillo quien dijo que no iba a renunciar a una amistad entrañable que mantiene con varios opinadores del país, solo para darle gusto al gobierno.

Lo cierto es que la decisión de qué hacer con Nicaragua terminó en manos de dos histéricos con personalidades explosivas: un vanidoso y una arrogante… y así nos va. Para completar el cuadro quien recibe los consejos de semejantes personajes es un presidente al que le falta carácter. De allí que estemos tan fregados todos.  
 
Twitter: @JoseMAcevedo    

Noticias Destacadas