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LA AYUDA NORTEAMERICANA

Antonio Caballero
25 de enero de 1999

El presidente AndrEs Pastrana ha dicho reiteradamente que su proyecto de paz negociada con la guerrilla tiene el respaldo político del gobierno de Estados Unidos. Y que, además, éste quiere contribuir a su éxito patrocinando una especie de 'Plan Marshall' de ayuda económica a Colombia. Aunque sin duda así se lo han asegurado sus interlocutores norteamericanos, incluido el presidente Bill Clinton, eso no es verdad. Colombia representa un cero a la izquierda para la política exterior de Estados Unidos (se notaba en las fotos de Clinton con Pastrana, siempre con cara de estarse preguntando: "¿Quién será este señor?"), salvo por dos temas, que van unidos: la droga y la guerrilla. La droga, por muchos motivos, a veces contradictorios. Uno es la política explícita y de 'principios', necesaria ante el electorado, de llevar adelante la llamada 'guerra frontal contra la droga', fundamentalmente en el extremo de la producción. Y no importa que se trate de una política demostradamente ineficaz: es la que, en el futuro previsible, van a seguir manteniendo los gobiernos norteamericanos, sean demócratas o republicanos. Otro es el motivo económico, que además del simple hecho bruto de que el narcotráfico sea el único rubro de importancia (para ellos) del intercambio comercial entre los dos países tiene variadísimas ramificaciones. Por ejemplo: en estos días contaron los periódicos que para la General Electric resulta más rentable vender neveras de contrabando para lavar dinero de los narcos colombianos que controlar ese contrabando para que sus representantes legítimos en Colombia vendan neveras legalmente. Y otro tanto, sin duda, sucede con la General Motors y sus carros, y con la General Foods y sus productos. O, también por ejemplo: en estos días contaron los periódicos que las cuentas bancarias de un narco colombiano congeladas en Suiza habían sido incautadas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. No será mucho para ese Gargantúa: apenas 150 millones de dólares; pero con eso queda ya recobrada más de la mitad de la 'ayuda' militar que el gobierno norteamericano le brinda a Colombia.En cuanto a la guerrilla, su interés para Estados Unidos tiene también varios aspectos. Uno es el humanitario _y electoral_ de la amenaza contra los ciudadanos norteamericanos: 85 de ellos han sido secuestrados o muertos por la guerrilla colombiana en los últimos años. Otro, el geopolítico: su crecimiento armado y su expansión territorial la han convertido en un factor de inestabilidad regional (hacia Venezuela, Panamá, e incluso el Brasil). Y el tercero, y más importante es el de sus estrechos vínculos con el tema esencial de la droga. Pues aunque el presidente Pastrana insista en que las Farc le prometieron en la intimidad que ayudarían a la erradicación de los cultivos de narcóticos y a la persecución del narcotráfico, eso tampoco es verdad: o se engaña, o nos engaña, o lo engañaron. Pues de la protección de los campesinos cocaleros, del trato con los narcos y de su propia actividad refinadora y exportadora las guerrillas derivan no sólo buena parte de sus ingresos sino también buena parte de su arraigo popular en vastas regiones. Es cierto que la guerrilla nació y creció en Colombia sin ayuda de las drogas, y décadas antes de que estas aparecieran. Pero hoy constituyen un elemento fundamental de su poder económico (y en consecuencia militar) y de su respaldo político.Por eso el gobierno de Estados Unidos no puede estar interesado en propiciar, como cree Pastrana (o como, al menos, dice Pastrana), una solución negociada al conflicto interno colombiano (cuyos demás aspectos, empezando por el de los derechos humanos en torno al cual monta tal alharaca demagógica, lo tienen perfectamente sin cuidado). No lo está. Ni mucho menos está interesado en un fantasmagórico 'Plan Marshall', del que por lo demás jamás ha dicho una palabra. Lo único que le importa de la guerra colombiana es ganarla: es decir, acabar con la guerrilla y acabar con la producción de droga que, entre otras cosas, ayuda a mantener a la guerrilla (la cual, entre otras cosas contribuye a mantener la producción). Acabar con las dos militarmente (aunque en esto haya discrepancias en el seno del gobierno norteamericano, como las hay en todos las temas de política exterior, desde Israel hasta Haití: pero el último medio siglo de historia de Estados Unidos muestra que en estos casos ganan siempre los 'halcones', partidarios de la solución dura). Para acabar con ellas, el método es la intervención militar creciente: la 'escalada', para usar una expresión heredada de la guerra del Vietnam. Y en eso está, de lo cual sobran ejemplos: desde la quintuplicación de la ayuda militar hasta la imposición de que el Ejército colombiano cree brigadas especiales antinarcóticos.La escalada, claro está, no garantiza la victoria, como no la logró en el caso del Vietnam. Pero sí garantiza, como allá, la destrucción de este país.Y es por eso que el presidente Pastrana, si quiere evitar esa anunciada catástrofe, no puede pedir ayuda al gobierno de Estados Unidos, sino que por el contrario debe rechazarla. Sólo así será posible impedir que nuestra guerra interna se convierta en una guerra internacional, y sacrifique las vidas de otras dos generaciones.