Home

Opinión

Artículo

La batalla crucial por Colombia

El secretario adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, Otto Reich, habla sobre el apoyo regional que necesita Colombia para luchar contra las organizaciones terroristas, el narcotráfico, y de la ayuda que esta semana aprobó el Congreso de su país para tales fines.

Semana
29 de julio de 2002

Desde el 11 de septiembre, ningún asunto público ha captado nuestra atención tan firmemente como el de la seguridad nacional, y con razón.

Los ataques de ese día fueron un brutal recordatorio del peligro que los hombres malvados significan para las sociedades abiertas y democráticas, del valor de nuestra manera de vivir y de la necesidad de nuestro liderazgo en el mundo. Nuestra primera guerra del siglo XXI es típica de nuestros tiempos.

Nuestro enemigo no es un Estado rival poderoso, sino una mortífera combinación de redes criminales transnacionales y organizaciones terroristas dedicadas a derrocar gobiernos y el orden internacional, que tienen los recursos y la voluntad de provocar destrozos terribles.

Desafortunadamente esa combinación no es única. Hoy, muchos desafíos a nuestros valores e intereses surgen de esas combinaciones, incluso aquí en nuestro hemisferio.

Los traficantes de narcóticos y los terroristas están librando una malvada campaña de violencia política en Colombia, que mata a 3.000 personas cada año.

Los tres grupos terroristas en Colombia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), no son movimientos populares. No representan fuerzas en favor del progreso social. Buscan el poder, el control del territorio y los dólares del tráfico de drogas ilícitas que resultan de ello. Sus tácticas -asesinato, bombazos y secuestro- demuestran sus verdaderos motivos. El pueblo y el gobierno democráticamente elegido de Colombia son sus objetivos.

Este es un momento decisivo en la historia de Colombia y del hemisferio occidental. Colombia es un convulsionado país en una parte del mundo donde las repúblicas democráticas luchan para superar el legado de la pobreza, el estatismo y el autoritarismo. Hace 20 años apenas una cuarta parte del pueblo gozaba en América Latina del régimen democrático. Hoy toda América Latina tiene gobierno democrático, con excepción de Cuba.

Las ideas de libertad e igualdad han comenzado a ponerse en práctica a través de la democracia y los mercados en todo nuestro hemisferio. Es un acontecimiento bienvenido, que contiene enormes posibilidades para todos nosotros, aunque el final de esta histórica evolución no es una conclusión preestablecida. En algunos países la transición a la democracia está dificultada por conflictos latentes y por la oposición al progreso. En Colombia la oposición es mortífera. Los 40 millones de colombianos merecen vivir libres del terror y tener la oportunidad de participar plenamente en la nueva comunidad democrática de los Estados americanos. Sirve nuestro propio interés ver que puedan lograrlo.

Los problemas de Colombia se irradian hacia afuera, llegando incluso a nuestras playas. Colombia es la tercera nación más poblada de América Latina. Su economía es parte integral de la región, y la prosperidad de la región es importante para la nuestra propia.

Estados Unidos le vende a América Latina y al Caribe más que a la Unión Europea. Nosotros le vendemos más al Mercado Común del Cono Sur (Mercosur) que a China. América Latina y el Caribe son nuestro mercado de exportaciones de más rápido crecimiento. Lo que es igualmente importante, necesitamos asociados fuertes en el hemisferio para suprimir la migración ilegal, el tráfico de drogas ilícitas y el terrorismo. Sólo los gobiernos democráticos prósperos y estables pueden aportar la cooperación que precisamos.

La frustración deliberada, por parte de las Farc, del proceso de paz y la reanudación de la campaña de terrorismo, esta vez con el asesinato de alcaldes rurales y atentados con bombas en la capital, ha obligado al gobierno de Colombia a solicitar la ampliación de ayuda por parte de Estados Unidos. Al reconocer que nuestros intereses en el éxito de la

democracia colombiana son grandes, el presidente Bush pidió al Congreso autorizarnos a dar ayuda militar y de inteligencia al gobierno colombiano para su guerra contra el terrorismo.

Colombia puede derrotar a los terroristas, pero necesita ayuda de sus amigos para conseguirlo.

A pesar de la violencia y la intimidación para alejar al pueblo colombiano de las urnas, el futuro presidente de Colombia, Alvaro Uribe, ganó una victoria electoral en la primera ronda, algo sin precedentes, haciendo campaña con un programa para terminar la corrupción, respetar los derechos humanos, crear puestos de trabajo, fomentar el crecimiento y combatir a los terroristas. El señor Uribe comprende la necesidad de contar con una estrategia social, económica y militar para ganar esta guerra. Colombia no quiere o no necesita tropas de Estados Unidos, pero sí necesita entrenamiento, armamento, equipos e inteligencia para aplicar con éxito una estrategia militar.

Nuestro liderazgo es determinante para el éxito y la prosperidad de las repúblicas democráticas en nuestra región. No podemos permitir a los criminales y terroristas amenazar a nuestros amigos y vecinos. Si los 800 millones de personas en las Américas van a lograr concretar la promesa y el potencial de este hemisferio vasto y pleno de recursos, Estados Unidos debe trabajar con sus asociados y aliados para ampliar y fortalecer la democracia en la comunidad americana. Nuestros valores, nuestra seguridad y el futuro de nuestro hemisferio están ligados a la victoria de Colombia en su guerra contra el terrorismo.

*Secretario adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental.