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LA CAMPIÑA SUIZA

Cada vez en màs difìcil que el proceso de paz con la guerrilla excluya con argumentos legìtimos a los grupos de autodefensa

Semana
9 de enero de 1995

SI EL CAMPO COLOMBIANO FUERA LA campiña Suiza, no estaríamos los colombianos en la discusión en la que estamos. ¿En qué se parecen las cooperativas rurales de seguridad a los grupos de autodefensa? O mejor, ¿en qué se diferencian? O mejor aún, si es que sí se diferencian, ¿cómo lograremos que no terminen pareciéndose?
Al campo había que hacerle una propuesta de supervivencia, y el ministro de Defensa, Fernando Botero, la hizo. Desde luego que ella conlleva el riesgo de cualquier propuesta: que ella triunfe, o fracase. A favor de haber asumido este riesgo está el argumento de que, más allá de las cooperativas rurales de defensa, no he escuchado de ningún colombiano una propuesta distinta, dirigida a defender al campo de la embestida guerrillera, que no sea la de hacer una paz que por ahora es más abstracta que la discusión del sexo de los ángeles o del color de Dios.
La columna más seria que he leído sobre las objeciones a la propuesta de Botero es la de María Jimena Duzán en El Espectador, en la que plantea que, pese a las diferencias que el Ministro de Defensa insiste en hacer entre las cooperativas y sus primas hermanas, las autodefensas, la cronología histórica que culmina con el envilecimiento de las segundas no se diferencia en nada de la que ha conducido a la creaciòn de las primeras: se trata de grupos de civiles, asediados por la guerrilla, con permiso del Ministerio de Defensa para armarse.
Botero asegura que las diferencias sí existen, y que son de fondo. Básicamente porque las autodefensas cumplen funciones ofensivas, y las cooperativas defensivas; las primeras reclutan personal indiscriminado, mientras que en las segundas se hará una selección estricta de personal; las primeras no están registradas ante entidades estatales, mientras que las segundas sí, y por consiguiente serán vigiladas por la Superintendencia de Vigilancia Privada las primeras trabajan para fantasmas (que bien pueden ser ganaderos o narcotraficantes), mientras que los usuarios de las cooperativas estarían plenamente identificados; las autodefensas operan por todo el país, mientras las cooperativas tendrán limitada su operación a cinco zonas geográficamente delimitadas; las primeras no reportan sus actividades sino a sus propietarios, mientras que las segundas tendrán que reportar continuamente a la autoridad local y nacional, y no actuarán por cuenta propia, como las primeras, sino como apoyo de la Fuerza Pública; y por último, mientras que las segundas responden a posteriori por las barbaridades que puedan haber cometido, las cooperativas estarán en todo momento sometidas a un control previo, simultáneo y posterior de sus actividades.
Lo que suena un poco iluso es que el personal de las cooperativas será uniformado (para que la guerrilla los distinga mejor), que sus operaciones no harán énfasis en el uso de las armas de fuego, como las autodefensas, sino en el uso de comunicaciones, entrenamiento e inteligencia, y que quienes las integran no recibirán, como las autodefensas, salario indeterminado, sino salario regulado por las normas laborales, como si una cesantía fuera la diferencia entre los ángeles y los demonios.
Pero quizás el argumento más importante del Ministro de Defensa es el siguiente: "Las cooperativas, o se hacen, o se hacen". Eso solo significa que estamos ante una realidad. La de que la gente del campo seguirá defendiéndose mientras exista la guerrilla, con ayuda del Ejército o sin ella. Dicho en otras palabras, las autodefensas continuarán existiendo sin permiso o con permiso del Estado, y lo mejor, hacia el futuro, es intentar legalizarlas, sometiéndolas a las reglas de juego estatales.
A mí me parece cada vez más difícil adelantar un proceso de paz con la guerrilla que excluya a los grupos de autodefensa, cuando la primera fue la causa, y los segundos el efecto. El argumento de que muchos de ellos terminaron aliándose con el narcotráfico y patrocinando terribles masacres no me convence para excluirlos del nuevo e inminente intento de paz. ¿Acaso no existe la narcoguerrilla, o es que la guerrilla no ha protagonizado masacres sin nombre?
Pongámonos de acuerdo. A mí la discusión sobre cuánto se parecen o se diferencian las autodefensas y las cooperativas me parece tonta. Si resolviéramos que son primas hermanas, y dejáramos de discutirlo, podríamos concentrarnos mejor en cómo lograr que las cooperativas funcionen, no se corrompan y le sirvan al campo colombiano para soñar en que cuando sea grande, quiere parecerse a la campiña Suiza.

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