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La ciclovía se defiende sola…

José Tapias, director del Instituto Distrital de Recreación y Deporte, defiende la ciclovías ante el intento de los congresistas de desmontarla

Semana
20 de octubre de 2007

Un programa incluyente, gratuito, masivo, saludable y referente mundial urbano como es la ciclovía de Bogotá no puede perder terreno y en cambio debe sostenerse en el tiempo y fortalecerse como tema de ciudad.

No se entiende, o tal vez es parte de nuestra idiosincrasia, que nuestros hitos, nuestros logros, lo construido, lo de mostrar al mundo se convierta en el blanco de intereses incompresibles. Desde hace varios meses la ciclovía está en la mira de detractores de todo tipo, muy seguramente por la coyuntura electoral o precisamente porque los embates contra el programa producen visibilización, por lo descabellados o simplemente porque al ser la ciclovía un patrimonio invaluable de la ciudad y del país, todo lo que se relacione con ella tienen eco.

Pero en honor a la verdad, la ciclovía, con sus 121 kilómetros en 18 localidades, por su propia fortaleza, se defiende sola. Y se defiende sola porque la componen un promedio de millón y medio de usuarios, más de 2.000 operarios, resultados exitosos, nuevos servicios, novedosos escenarios (playas), generación de empleo. Y cuando la ciudadanía se empodera de sus activos, de su patrimonio, nadie se los quita.

Son 33 años de consolidación, de maduración, en lo que suele denominarse política de Estado, supera sus gobiernos y trasciende sus gobernantes. Y la obligación de los gobernantes es mantenerla y enriquecerla. Es así como la actual administración, de acuerdo con el estudio contratado por el IDRD en el 2005 con la Universidad Nacional y por instrucción directa del alcalde Lucho Garzón decidió fortalecerla, darle una nueva imagen, reorganizarla, con un toque más humano y moderno. Se organizaron y legalizaron los vendedores, se incrementaron los servicios y su seguridad, se establecieron los ciclopaseos, las ciclovías temáticas, alianzas estratégicas con la empresa privada, entre otras.

Se le inyectaron recursos y se estableció un plan de aprovechamiento económico teniendo en cuenta la vitrina de oportunidades que ofrece un programa de tal magnitud. Se diseñaron unos módulos para las ventas de comestibles y productos y los ciclotalleres con una inversión cercana a 600 millones de pesos. Dichos módulos luego fueron comercializados y se obtuvieron patrocinios superiores a los 1.500 millones de pesos, que han sido reinvertidos en las diferentes áreas de recreación y deporte, así como en su promoción. Un millón y medio de impactos en una jornada dominical no son nada despreciables para cualquier publicista.

Sin embargo, muchas son las organizaciones sociales que insisten en ampliar los horarios y protestan a rabiar cuando se suspende la Ciclovía por circunstancias de fuerza mayor, como son los planes retorno de las festividades de fin de de año o Semana Santa o decisiones de orden público como la jornada electoral que se avecina.
 
Tanto la empresa privada como las entidades públicas se suman a la ciclovía. Para mencionar uno reciente, la Universidad Nacional abrió las puertas de la Ciudad Universitaria y sumó su infraestructura a los corredores de ciclovía.

En todos los foros mundiales de actividad física, recreación, deporte, espacio público o calidad de vida para el futuro, urbanismo, salta orgullosa la ciclovía de Bogotá, es objeto de admiración y de incredulidad. Los incrédulos vienen a comprobar y terminan maravillados y nos colman de felicitaciones. De México, E.U. Corea, India, Chile, Brasil, Alemania, Costa Rica, Holanda, Reino Unido, Australia vienen delegaciones y gobernantes a conocer todo el montaje y los resultados obtenidos. Precisamente esta semana se encuentra una comisión de Honduras que viene a conocer todos los programas del IDRD en desarrollo de un convenio de cooperación suscrito entre este país centroamericano y el Ministerio de Relaciones Exteriores colombiano.

Y la gente, los bogotanos y bogotanas, se empoderan y exigen. Y por esto nuestro compromiso desde el IDRD es atender las sugerencias en aras del bien común. Igualmente, la ciclovía se constituye en el pilar de la masificación de la actividad física contra el sedentarismo, el mal de siglo XXI. Sea la oportunidad para afirmar que si derrotamos el sedentarismo reduciremos sustancialmente el gasto en atención en salud ya que bajarán los índices de enfermedades coronarias, mentales, diabetes y demás dolencias conexas.

Por ello la idea de cambiar de horario la ciclovía, desafortunadamente plasmada en un proyecto de ley y aprobado en primer debate por la Cámara de Representantes, ha recibido el rechazo unánime de la ciudadanía. Y ese plebiscito en contra de esta propuesta se verá este domingo y los días festivos venideros. Y como hará de falta el domingo 28, el día de las elecciones, cuando se suspenderá para que la ciudadanía ejerza su derecho al voto y porque, entre otras razones, mucho de nuestro recurso humano, cerca de 2.000 operarios, es jurado de votación; parte de nuestra logística apoya la jornada electoral y las medidas de orden público prohíben el tránsito de camiones y la ciclovía requiere de más de 30 furgones al mismo tiempo para su funcionamiento.

Cómo se vería con buenos ojos que propusieran más recursos para la ciclovía, que se discutiera la ampliación del horario, el incremento de las 25 tarimas de aeróbicos o puntos de recreovía, que abriéramos nuevas rutas, más servicios. No en vano se está tramitando una ley de la República y un acuerdo para declararla patrimonio del país y de la ciudad. La ciclovía es el orgullo de una capital que reúne a todos los colombianos y colombianas sin indiferencia.

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