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La Comisión y la verdad

Las tendencias ideológicas de la Comisión a las que se refirió en su más reciente columna el senador Iván Duque, también precandidato presidencial por el Centro Democrático, son tan tendenciosas como las suyas.

Poly Martínez, Poly Martínez
15 de noviembre de 2017

Nada más subjetivo que la objetividad. Al menos cuando alguien la invoca para descalificar una investigación en curso, un artículo de prensa que no comparte porque no atiende sus intereses, o para poner en duda la labor que adelantará una comisión convocada para revisar temas espinosos en torno a los cuales se muerden la cola los contrarios. Meter la palabrita para erosionar la credibilidad.

Eso es lo que ha sucedido con la Comisión de la Verdad. Apenas nombrados los 11 miembros, aún sin que hayan tenido tiempo para definir la metodología y temas de trabajo en el marco de acción que les fue fijado, piden que sea una Comisión ‘objetiva’, es decir que sus integrantes provengan de un contexto aséptico, que no tengan un pasado, experiencia, conocimiento y criterio forjado. Como eso es imposible (ya sea con estos elegidos u otros de la larga lista de postulados), desde antes le echan encima el manto de la duda no va y sea que se ‘tuerza’ más por el camino.

Las tendencias ideológicas de la Comisión a las que se refirió en su más reciente columna el senador Iván Duque, también precandidato presidencial por el Centro Democrático, son tan tendenciosas como las suyas. Todos las tenemos. Y como no estamos preparados para la verdad, aunque supuestamente todos los colombianos la sabemos (¿entonces por qué la repetimos?), en pleno oportunismo electoral sacar un hashtag que habla de la ‘comisión de la posverdad’ y proponer una comisión paralela, con personas que sí garanticen objetividad, atiende también al principio de divide y…
En eso no está solo. También hay quienes afirman que tenemos informes de sobra y esta Comisión es una pérdida de tiempo y recursos. Además, alegan, está prevista para tres años -apenas un pestañeo en 50 años de violencia en este país- y el próximo presidente bien puede disolverla.

El detalle está en que este es un país que se ha construido sobre verdades a medias o mentiras históricas. Y se le ha echado tanta tierra encima la “la verdad”, no solo por el número de muertos sino por esa labor permanente de tapar y acomodar, que siempre estamos con la duda de cómo fue que fue. Hay quienes aún refutan la realidad de tanta barbarie.
El cuestionamiento, por sí mismo, no es malo, pero parte de premisas equivocadas: que la historia es una recolección impoluta de hechos, realizada con pinzas y no a partir de enfoques o de intereses; que hay una sola verdad absoluta; que recolectar verdades, diversas experiencias y las voces de las víctimas de todos los lados solo pretende validar una perspectiva, dando a entender que en este caso lo que buscan es justificar las acciones de uno de los múltiples actores, algo así como lavarle la cara y las manos a las Farc y sus horrores. Eso, dicho o insinuado así en este país y en estos tiempos, es irresponsable.
Aquí no se trata de plantear una nueva contradicción, como hábilmente lo hace el senador, con todo y el juego de enfrentar versiones, sino de cómo resolver y mirar las contradicciones que hay. Y con esa tarea hecha, que siempre será insuficiente, llegar a un consenso mínimo como sociedad. Y continuar.
El pre-juicio no solo es una bofetada a las víctimas, sino una salida, esa sí, en falso. En vez de proponer comisiones paralelas y dividir otra vez, qué tal si todos los precandidatos e interesados en que esta sea una Comisión de la Verdad imparcial, en la que todos los testimonios y voces puedan aportar abierta y voluntariamente a los casos que investigue (en principio hechos representativos de violaciones a los derechos humanos realizadas por los diversos actores) se suman, acompañan o suscriben un acuerdo de la verdad, como tantos que ya se han realizado en este país (previstos en la Ley 1424 de 2010).

A ver si avanzamos en este escalón pendiente, uno entre muchos más que tiene el camino para procurar convivir en paz, no repetir y reparar, así sea de palabra, a las víctimas.
@Polymarti

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