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La confusión del 91

<b>(Carta de Sor Palacio)</b><br>“Le acaricié el mentoncito, pero de repente me acordé que estaba ante el Nuñez del 91”

Semana
15 de mayo de 2000

Samper, mi retiro cuasivoluntario, ante la malquerencia de Jacquin y ahora con Andrés, muy instalada y todo, pero abandonada a mi suerte. A veces estoy sin nada qué hacer. Cómo será que tuve tiempo hasta para enfermarme. Me alienta mucho la niña, que me ha despertado, además del sentimiento de madre, el de abuela, Betty querida.

Pero imagínate que este jovencito tan eminente, el doctor Manuel José, decano de no sé donde y, según me dijeron los guardias, el mismo que hizo la Constitución que nos rige (cualquiera diría que había sido el papá, el doctor Fernando Cepeda o, inclusive, el torero de este nombre), viéndome desocupada, me entrega qué cantidad de fólderes para que medio le organice —eso me dijo— lo de la participación ciudadana, el plebiscito, el referendo y no sé qué más cosas, ajenas del todo a mis conocimientos. Yo le acaricié el mentoncito lampiño, pero de repente me acordé que estaba ante el Núñez del 91.

Lo más gordo que yo había sostenido en mis manos era el Oficio Divino y la edición de El Tiempo de los sábados. Ya de aquel barniz del derecho, mi querida Betty, quedan muy pocos recuerdos. Uno, el del profesor Sáchica y por eso me lancé a leerlo en el diario de Lleritas de la F., a ver si me daba luces en el tema. Y qué me encuentro, que el mismo profesor se formula las preguntas, como si fuera un alumno, especialmente acerca de la posibilidad de revocar mandatos por medio de referendos. Porque quién entiende al doctorcito Manuel José (a mí no me gusta decirle Cepedín) y quién puede establecer la diferencia entre plebiscitos, consultas populares, cabildos abiertos, revocatorias de mandato, referendos y ese poco de cosas. Esta Constitución como que la hicieron a ritmo de trance y la proclamaron al son del Alleluia de Haendel.

Me armé un lío espantoso. Consulté periódicos y columnistas. En unos se dice que todo referendo tiene que pasar por el Congreso. Y lo que se trata es de revocarlo, qué tal. Otros dan a entender que se apela nuevamente al constituyente primario, para hacer, una vez más, ‘Morón y cuenta nueva’. Hay quienes piensan que se necesita el 5 por ciento del censo electoral y otros que la décima parte. La diferencia es como de un millón a un millón 800.000 personas.

Pude concluir, en plan de tratadista, que la participación ciudadana tan cacareada de la nueva Carta del 91 quedó apenas enunciada. Cosas demasiado importantes se dejaron muchas para que las hiciera la ley y ahí están, según dicen, en el limbo jurídico. Y eso que esta ya es una ‘Constitución moribunda’, como la llamaría el coronel de Venezuela. Vas a ver el lío que se va a armar, porque el fervor popular por el referendo es inmenso y aquí en Palacio todas las caras sonríen y el ambiente es de júbilo inmortal.

Para mí que el doctor López no defendió como era debido la Constitución de Núñez y ahora viene a quejarse. Para ese entonces dijo algo, pero en general dejó que hicieran y deshicieran todos los Morones y Manueljosés y el propio doctor De la Calle, que se ganó tantos aplausos ante ese auditorio constituyente, donde se veía al fondo uno que otro sombrero y el poncho azul y las faldas de Lorenzo Muelas, con que se adornó esa vez la democracia. Y quedó divina, por cierto.

A Andrés yo no le veo cara de Núñez, la verdad. Es como más bien parecido, aunque bajito y tal. Núñez debió ser un ojiclaro muy agrio, algo así como nuestro ex presidente y muy engreído, porque mire que eso de gobernar con tanta displicencia, desde su Cabrero, no, pues. Pero yo tampoco le vi cara de Núñez al doctor Gaviria, que ni abogado era y los detestaba, pero a él el doctor López no le dijo ni mú, especialmente des-pués de que le colocó el gran Collar. Y esto para no hablar de su amigo Samper, al que le recomendó que hiciera una reforma que llevara su nombre (‘Reforma Samper’) y saliera olímpicamente, no importaba que desinstitucionalizara. Qué palabrita, yo la puedo escribir, pero, como el doctor López, no la puedo pronunciar. Es que sí que es contradictorio, ¿no? Pero tan inteligente. Primero me hice la ilusión de que las cejas de Andrés lo reconciliarían con él, porque dijo que le recordaban las de Arango Vélez, aunque, pensándolo mejor, este Arango tampoco debió ser santo de su devoción. Pero ahora está pendiente es de recordar las cejas de Alberto Lleras, con las que, según Caballero Escovar, podía hasta bailar tango.

Finalmente le entregué los papeles al doctorcito Cepeda y le dije: Mire, no puedo ayudarle, yo no les entiendo a los nerds.

Oraciones, queridita,

Sor Teresa Palacio, O. P.

Comisionada del Despacho.

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